Javier Venica (50) es un entusiasta y un agradecido de lo que hace. Desde su rol como docente hasta su hobby o, cómo él prefiere decirle, “su forma de vida: el ser murguero” en San Francisco y zona. Aunque también lleva adelante otras actividades como la actuación, la dirección teatral y además es autogestor de distintas agrupaciones murgueras.

Nacido en Esmeralda (Santa Fe) pero radicado en San Francisco desde hace más de dos décadas, Venica transita la previa al Carnaval con el fervor y entusiasmo de todo murguero: “Una época de sacarse las caretas y de ser quienes somos”, indica.

Javier es profesor de Historia y también de Lengua y Literatura en diversas escuelas, ya sea públicas como privadas de San Francisco y de la zona. “Tengo dos hobbies que a su vez como siempre digo no son pasatiempos sino que también me definen, soy murguero hace más de 20 años, para mí es una forma de vida y a su vez está emparentado a la actuación y a la dirección teatral”, asegura.

En la actualidad también dirige la presentación escénica de la Cantata Piamontesa. “Si tengo que definirme, diría que el mayor tiempo de mi vida lo ocupa el arte y no la docencia, pero bueno, creo que también se hace docencia desde las otras actividades”, remarca.

Venica recibe en su casa de barrio Corradi a El Periódico y en su sala de estar sobresalen un piano y una guitarra, instrumentos que cuenta son de su hija y su esposa respectivamente, y entre risas asegura que no aprendió a tocarlos por falta de paciencia.

- Dijiste que ser murguero es una forma de vida, ¿cómo sería eso?

- Mi sueldo es el de docente, pero en realidad el alimento de mi alma es ser murguero y el murguero es una forma de ser, en cuanto a que lo autogestivo, de armar algo, desde un taller a un espectáculo, y eso lo llevé a otros órdenes de la vida, donde las cosas no se imponen sino que se consensuan. Y por otro lado está la levita, el traje del murguero que es como su piel y cada aplique que uno le pone es como hacerse un tatuaje y tenés que pensar muy bien qué ponés en el traje. Lo que cosés o aplicás al traje ya te está definiendo, estás diciendo yo soy esto, me gusta tal cosa y quiero a estas a estas personas o a estos colores.

Javier Venica, el docente que alimenta su alma con la murga

- ¿Y cómo llega la murga a tu vida?

- Creo que desde siempre. Mi recuerdo es a los 9 años en Esmeralda ir a los carnavales de Zenón Pereyra, que en aquella época eran gratuitos y multitudinarios. Con un grupo de amigos más grandes armábamos sobre un acoplado lo que podíamos e íbamos al carnaval siempre disfrazados. Así que de chiquito estuve vinculado al carnaval y lo vivía con mucha emoción. Soy de pensar que el carnaval es una de las formas más espectaculares que hay de sacarse las caretas y de ser quienes somos. Y, por otro lado, los murgueros somos irónicos de por sí, pero no para ofender a alguien, en realidad es para burlarnos de nosotros mismos.

De un taller

Javier luego comenta que su encuentro más fuerte con el ser murguero surgió a través de un taller para docentes que había propuesto “otro viejo murguero” -dice cariñosamente- como Alberto Orellano en La Estación.

“Yo en ese momento estaba estudiando el profesorado, pero me arrimé igual. De ese taller comenzó la murga de La Estación. Mi idea era llevar la murga a las escuelas como una actividad más para los chicos. Recuerdo que nuestro debut fue en un Nacional de Baby, para esta época y desde esa presentación se abrieron un montón de caminos por esto hermoso que es el arte”, remarca.

Al tiempo, formaría la murga “Chau Florencio”, con la que tuvo una larga trayectoria y luego con la llegada de la pandemia y la necesidad de resurgir y salir nuevamente a la calle, formó “Caprichitos de barrio” en San Cayetano, un proyecto enmarcado dentro del funcionamiento del merendero de Lorena Casco: “Nos abrieron las puertas, empezamos como un taller y se fue formando la murga, hoy podemos contener a muchos chicos con distintas realidades pero que aprovechan este espacio. Siempre digo que la educación y el arte salvan, y eso, muy humildemente, tratamos de hacer”, expresa.

Murgón regional

Javier también lleva adelante el taller comunal de murga de Barrio Acapulco; taller Los Rebeldes de Zenón, de Zenón Pereyra; taller Piedra Libre a los murgueros de Brinkmann y Alcanza Sueños de Porteña.

Por este motivo es que formó un proyecto de murgón regional al que bautizó “Jarana vení” y es que para el docente en la zona hay una mirada diferente hacia el murguero.

“Por ejemplo, doy clases en la escuela ProA Porteña y en Instituto Bernardino Rivadavia también de la misma localidad. Con el taller de murga solemos ensayar en una plaza y después voy a dar clases. Todos saben que soy el profe de murga, pero cuando entro al aula de la escuela soy el profe de Historia o de Lengua, no está esa mirada que sí la siento en San Francisco y que invalida esas cuestiones, ‘qué nos va a enseñar ese si está saltando en la plaza tocando el bombo o tirando pasos’. Y que no solamente es de los niños, sino también de los padres. Hay una mirada que invalida estas cuestiones artísticas o sobre todo vinculado a la murga”, reflexiona.

Javier Venica, el docente que alimenta su alma con la murga

- ¿Con qué historias te encontrás en las murgas?

- Con un montón de historias, mejor dicho, que nos encuentran y hay que estar preparado. Por eso insisto en que la educación y el arte salvan, cuando algún chico o chica de la murga anda queriendo dejar, les voy dando compromisos y responsabilidades. No tenemos las herramientas para hacer un abordaje en profundidad, pero sí buscamos hacerlos sentir valiosos y saber que durante algunas horas no van a estar en la calle.