La cuarentena, a diferencia de otras cuestiones, no logró frenar la donación de órganos en la provincia de Córdoba. En abril pasado se presentó la mayor cantidad de donantes en lo que va del año y se realizaron ocho procesos de donación, según las cifras del Ente Coordinador de Ablación e Implante de Córdoba (Ecodaic).

Desde el organismo, anunciaron también que hasta ese mes se realizaron 26 procesos de donación y que la provincia es la segunda en el país con mayor cantidad de donantes, luego de Buenos Aires.

Se trata de una muy buena noticia para conmemorar este fin de semana el Día Nacional de la Donación de Órganos (fue este sábado 30 de mayo) por lo cual compartimos algunas historias de personas que recibieron o donaron órganos, un acto de altruismo y generosidad que vale rescatar para la fecha.


“Donar órganos es darle funcionalidad a la muerte”

Lucas Ludueña (37) fue trasplantado del corazón en febrero de 2016, luego de que a sus 21 años le detectaran un problema irreversible en su corazón (miocardiopatía dilatada congénita con hipertrofia muscular izquierda).

“Con medicación se pudo compensar, nada más. Eso llevó 10 años de tratamientos, porque la medicación por ahí dejaba de hacer efecto con controles, compensaciones, cuidados. Hasta que el doctor, a los cinco años, me dijo ‘el corazón no va más ni para adelante ni para atrás. Se están degradando las paredes del corazón por la misma medicación’. Y ahí entramos a lista de espera”, recordó.

Ludueña esperó entre cinco y seis largos años por un corazón. En los últimos antes del trasplante las descompensaciones que sufría eran más frecuentes, llegando a recibir drogas muy fuertes.

Historias que emocionan: cuando donar es salvar a otros

Antes de la operación, la familia afrontó dos situaciones dolorosas. “Tuve dos episodios de donación. El primero fue fallido, porque era de una persona muy chica de contextura. El segundo era un operativo que se realizó en Paraná, en agosto de 2015. Cuando fueron a buscar el órgano, el órgano falleció”, contó.

Pero finalmente ese ángel para Lucas apareció en 2016. “En enero de 2016 decido irme a internar hasta que aparezca. La semana antes del trasplante me internan en la parte más crítica del tratamiento, donde ya tenía morfina, sonda nasogástrica, era día a día. Una noche llegó la noticia. El operativo arrancó doce menos cuarto de la noche, a las cuatro menos veinte entré a quirófano y salí a las nueve de la mañana. Me desperté el 22 de febrero”, detalló.

El hecho de haber vivido una experiencia similar con su mamá, también trasplantada, hizo que el proceso, tal vez, fuera más fácil de sobrellevar. Eso, aseguró, lo instó a estar “siempre positivo y preparado” para afrontar lo que se venía. Y lo que se venía era un trasplante exitoso, operación de la que despertó ese 22 de febrero. “Ese día es el cumple de mi vieja y el día que yo desperté, para mí es la fecha en que volví a nacer”, afirmó.

Hoy Lucas sigue al lado de Gabriela, su esposa, quien fue muy importante en su camino; y cuenta con el amor de sus hijos: “Son pilares, son mi columna vertebral”.

Ley Justina

Ludueña se muestra conforme con la aprobación de la Ley Justina, que dispone que toda persona es donante salvo que haya expresado lo contrario.

“En varias charlas con diferentes trasplantados llegamos a la conclusión que la donación de órganos es darle funcionalidad a la muerte. Nosotros somos funcionales en vida, todos tenemos una función o un rol en la sociedad. Cuando morimos, es doloroso, pero la muerte tiene que tener una función y creo que la donación es la única funcionalidad que le podemos dar a la muerte”, expresó.


Hugo, con el motor de una Ferrari en un Falcon

Hugo Farichelli (61) también recibió un corazón, que en su caso fue luego de un infarto que sufrió en 2006. “Esperé hasta 2017, que llegó un corazón de un chico de 22 años, así que tengo un corazón nuevo todavía. Como dijo el médico, ‘puse el motor de una Ferrari en un Falcon’”, bromeó.

Farichelli le pone buena onda a lo que le tocó vivir, pero el proceso no fue nada fácil. A los tres días del trasplante sufrió dos accidentes cerebrovasculares. “No sabían cómo iba a quedar, gracias a Dios quedé bien, pero estuve internado 90 días más o menos, 40 en coma. Después de eso me dieron el alta, vine a San Francisco, y al mes me agarró un virus y estuve internado otros 30 días, aislado. Salí y a los dos meses, como me habían dejado abierta la herida, me agarró otro virus, estuve 30 días más internado y aislado. Esta cuarentena no es nada comparado. Yo estaba en una pieza y no me podía mover. Después tuve una operación de riñón en la cual me lo sacaron, me faltan varias piezas”, contó con humor.

Historias que emocionan: cuando donar es salvar a otros

El hombre sostuvo que jamás imaginó necesitar un órgano y que asimilar la noticia fue duro: “Las sensaciones no fueron muy lindas, lloré, pero se me pasó, lo tuve que asumir. En Córdoba, un trasplante es algo normal para el que no le toca. Pero cuando te toca y te llevan en la camilla y les dicen a tus familiares ‘saludalo que no sabés si sale’ no es muy lindo”. Por ello reconoció el apoyo de su familia y sus amigos, así como el trabajo que hicieron los profesionales que lo atendieron.

A partir de lo que tuvo que vivir, Farichelli es férreo defensor de la donación de órganos y reconoce que habla con el tema con sus allegados: “Es muy importante la donación de órganos, ahora se está dando más que antes, ya tiene conciencia la gente”.


 Un acto de amor en familia

La de los hermanos Mercedes, Liliana y Alejandro Lucarelli es una historia de amor. Sin dudas. Cuando a Alejandro se le desarrolló una enfermedad en sus riñones (glomerulonefritis), su hermana Mercedes le donó un riñón en julio de 2005, luego de que su otra hermana Liliana no resultara compatible.

“Yo estaba disfrutando de la plenitud de mi vida en todos los planos, con mi familia, mis tres hijos, dos trabajos a full y de lo que era un muy buen estado de salud. Hasta que me hago un control de rutina y mi médico amigo, Jorge Gómez, me toma la presión”, recordó.

Historias que emocionan: cuando donar es salvar a otros

A partir del resultado, que demostró tensión alta, y de una serie de estudios que permitieron diagnosticar la enfermedad, comenzó un largo camino de diálisis que llevó más de dos años: “La diálisis era un mundo nuevo, más que todo para un hombre sano. Entrás en un estado deteriorado porque estás con uremia. Estuve dos años y 3 meses. Fueron 360 tardes, entre 5 y 6 horas. Con esas máquinas fuimos sobreviviendo, con un montón de ángeles que te cuidan”, contó.

A la espera de un donante cadavérico, llegó la propuesta de su hermana Liliana: “Yo no quería comprometerlas, pero en un momento Liliana insistió con mi médico hasta que me convenció”.

Tras los estudios, supo que Liliana no era compatible. “Fue una pequeña frustración”, reveló Alejandro.

Pero Mercedes le tenía preparada una sorpresa. En complicidad con la familia, pero sin revelárselo, se sometió a otros estudios médicos que determinaron que sí podía ser la donante. “A fin de año me dan la noticia, no lo puedo contar porque me empiezo a quebrar”, rememoró Alejandro.

Una Navidad especial

Sin saber que sería una Navidad distinta, comenzó la noche. “Todos estaban a la expectativa. Le dije ‘Ale, mirá’. Me agradeció, pero me dijo que había que ver qué pasa. Él no sabía nada pero ya estaba resuelto, la compatibilidad ya estaba. Eso fue un viernes. El domingo a la tarde apareció en mi casa. Y ahí arranque un período de estudios, fueron bastantes”, sumó Mercedes a la historia.

Para los tres, la donación de órganos debería tener más difusión. “Me parece que tendría que afianzarse más, ser más repetitivos para que se pudiera hacer mucho más. Que no se pierda el tema de la donación, es como la donación de sangre, es algo que siempre vamos a necesitar en la vida”, opinó Mercedes.