Germán Bertorello no podía imaginar que, en menos de doce meses, su vida iba a cambiar rotundamente. Es que luego de buscar un hijo durante más de siete años junto a su mujer, Virginia, lo consiguió y por partida doble, ya que nacieron los mellizos Dante y Vitto (5). Pero lo que era todo alegría tuvo su contracara porque su esposa enfermó y falleció a los pocos meses. Con el dolor a cuestas, debió rearmarse para seguir adelante.

“Con Virginia empezamos a querer tener hijos a partir de 2008 o 2009. Ella siempre tuvo la idea de ser madre y empezamos la búsqueda. Un año, nada. Fuimos de médicos que decían que ya iba a pasar, que era psicológico. Hasta que en Córdoba le diagnosticaron endometriosis, le hicieron un estudio y detectaron que tenía una de las trompas atrofiadas, con eso no podía tener hijos”, recordó Bertorello.

Durante ese control, a Virginia la intervinieron quirúrgicamente para extirparle una de las trompas de Falopio. “No había otra vía. Fue una noticia muy fea por el fijamiento que tenía ella de quedar embarazada. Yo quería que ella estuviera bien, pero fue muy duro porque estaba cegada con que quería ser madre”, narró.

En medio de la desazón, llegó la alternativa de la fertilización. Por ese camino llegarían los mellizos siete años después. Fue un largo camino, con entre tres y cuatro intentos anuales que no prosperaban. En medio de ese proceso, y con la idea de adoptar rondándoles por la cabeza, Virginia fue uniéndose a organizaciones que pedían por la Ley de Fertilización Asistida, que finalmente se logró.

“Seguimos así hasta que una vez alguien nos recomendó un doctor en Córdoba de terapias alternativas. Empezó con eso a principio de enero, él le dijo que vaya tranquila, que iba a queda embarazada. Ese mes nos fuimos a Brasil de vacaciones y se la veía de otra forma, no sé cómo explicarlo. Volvimos, hicimos todo el tratamiento nuevamente y a los meses había quedado embarazada”, rememoró Germán.

Un premio a la larga espera

Pero para sorpresa de ambos, en Córdoba, en una ecografía, descubrieron que no era uno sino dos los embriones que se estaban gestando.

“Yo no tenía idea de la vida, te soy sincero, si bien quería ser padre junto a ella, no era lo mismo que para ella. Caí después cuando le empezó a crecer la panza. Ahí cambian un montón de cosas. ¡Y de dos! Mi vida cambió mucho”, aseguró.

Los mellizos nacieron con siete meses de gestación el 5 de diciembre de 2014 a las 2.32 y 2.34 de la madrugada, y debieron pasar un mes en Neonatología en Córdoba, por falta de lugar en nuestra ciudad.

Un golpe duro

A los tres meses de ese momento esperado, Virginia enfermó. Un cáncer de páncreas terminó con su vida el 20 de agosto de 2015, pocos días después de cumplir 33 años.

“Estaba perdido, ella me decía que tenía miedo de morir, que cuidara a mis hijos”, explicó Germán.

Por fortuna –destacó- tuvo la ayuda de las familias de ambos y de amigos. “No me puedo quejar. Los familiares, las tías por parte materna y paterna, las abuelas, amigas de Viky, amigos míos. También tenía una empleada doméstica. No voy a decir que los crié solos porque es mentira. Pero sí hubo momentos en los cuales estaba solo y era complicado. Hasta el día de hoy no me lo puedo explicar. Tuvimos dos mellizos, era felicidad plena…”, se refirió a sus primeros días como padre.

Sobre cómo fue llevando a cabo su rol, indicó: “Tenés que ser papá y mamá a la vez. Más allá de la ayuda, a veces era complicado hacerles de comer, darles la mamadera, hacerlos dormir. Soy contador, entonces tengo que cumplir con los clientes, y era un tema el trabajo. Tuve que acomodarme. Recibí ayuda de contadores amigos que me hacían las cosas, pero me atrasé igual porque mi dedicación era para ellos. Eran chiquitos, prematuros, llevarlos a la doctora, a la fisioterapeuta. Más allá de que salieron bien de la neo, era difícil. Que me he equivocado, sin dudas. Si volviera el tiempo atrás hubiera estado un poquito más”, reflexionó.

Hoy los mellizos tienen cinco años y comparten sus días con Antonia, su hermanita que nació en julio pasado, hija de Camila, la actual pareja de Germán.

“Me tienen de hijo, conmigo no tienen ‘no’. Vitto es igual a la madre, eléctrico. Y Dante tiene algo de mí y un carácter interesante. Ahora estoy tranquilo pero hasta ahí, porque estás con ese tema de que puede pasarles algo. Siempre tenés miedo de que pase algo y de vuelta quedar solo”.