Por estos días fue noticia un apostador de San Francisco que se hizo acreedor de un premio de 36 mil pesos luego de jugar al Quini 6 en una agencia de Frontera y a pesar de que el tiempo corría, no se hacía presente en la agencia de quiniela para retirarlo.

La historia tuvo final feliz porque finalmente el afortunado controló su apuesta y se presentó y, aunque ya se había pasado del plazo, igualmente pudo cobrar el premio.

Si bien la situación parece insólita, es más frecuente de lo que se cree.

“Se pierden premios”

Delia, de la agencia 0132, asegura que en los 10 años de trabajo le sucedió en algunas oportunidades.

“Por ahí se pierden premios, pero nunca tuve premios grandes. Sí premios de setecientos, mil pesos. Hay mucha gente que viene de paso, juega y después no controla. Ese dinero lo pierde el apostador y queda para Lotería. El agenciero también lo pierde porque no tiene el ticket”, explicó la mujer.

Y agregó: “Yo tengo quinis fijos, que los hago yo, y a esos sí yo los puedo controlar, porque me dejan los tickets a mí, pero los que son de paso no, esos sí se pierden”.

“Que sucede, sucede”

Por su parte Roberto, de la agencia 038, manifestó que “no es muy reiterativo, pero que sucede, sucede”.

“Nosotros por costumbre les decimos que controlen pero hay gente que juega y tira la boleta o se le traspapela y no la controla”, indicó.

El problema se genera, además, porque la gente no deja sus datos personales por cuestiones de seguridad.

Un caso

Uno de los casos curiosos que le ocurrió al quinielero fue hace alrededor de dos años. “Un cliente me jugó 20 quinis y vino y los controló él por los extractos. Los controló y los tiró en el cesto de la basura. Entonces le dije a mi hijo que había un premio que no habían venido a buscar y se me ocurrió sacarlo del cesto, era de casi 10 mil pesos, un premio con 5 aciertos”.

Perdió la boleta, encontró un amigo

Otra anécdota, también con final feliz, ocurrió con un apostador despistado, contaron desde la agencia 038. “Una persona jugó la quiniela, se sentó a tomar un café y se le cayó la boleta. Otro hombre la alzó y vio que tenía premio, entonces vino a cobrarlo. Dijo que no era suya, pero quería cobrar el premio. Yo tengo la obligación de pagarlo. Resulta que después cayó el hombre que perdió la boleta ganadora. Le dije que iba a venir cobrar el que la encontró. ¡Y eran amigos! Le dijo ‘te la devuelvo porque sos amigo mío, fuera otro te hubiera pedido la mitad’.