
Facundo, de Frontera a explorar el mundo en su bicicleta
Hace seis meses emprendió un tremendo viaje a bordo de su bicicleta y se siente fascinado. Hoy se encuentra en Brasil.
Desde que decidió viajar a Paraguay en su bicicleta para “explorar un poco el mundo”, empezó a ver la vida con otros ojos. Lo cierto es que dar ese paso no fue nada fácil. Oriundo de Frontera, Facundo Ledesma comenzó con viajes más cortos, incitado un poco en estos últimos años por la pandemia que lo incomodaba con sus restricciones. Hoy está en Brasil, disfrutando de una nueva oportunidad.
Su primer viaje fue mucho antes, en 2015. En esa oportunidad su bicicleta no era su aliada, sino más bien su mochila con la cual hacía dedo para ir conociendo nuevos destinos.
“Nunca fui ciclista deportivo, pero desde niño gusté de andar en bicicleta, de irme lo más lejos posible y a escondidas de mi vieja, era un juego frecuente. En la pandemia, nunca me quedé encerrado, y me iba por el campo a conocer pueblitos, colonias o cualquier cosa, pero empecé a irme más lejos”, contó.
Si bien conocía lo que era viajar en bicicleta, dado a que ya hacía tiempo que tenía decidido “explorar un poco el mundo”, fue en ese momento en que decidió comenzar a informarse más sobre ellos y comenzar a preparar su bicicleta y equipaje.
“Comencé con viajes cortos, y el año pasado fui hasta Paraguay. Estuve unos cuatro meses en ruta. Ahí realmente pude experimentar en profundidad lo que es un cicloviaje y quedé alucinado. Volví a casa y en tres meses ya estaba saliendo otra vez al camino”, recordó.
Hoy, Brasil
En la actualidad, y desde hace seis meses, está viajando por Brasil: “He compartido el viaje con otras personas que se van cruzando, pero siempre vuelvo a estar solo, eso me da más libertad”.
Su viaje comenzó el 13 de enero pasado desde su casa y desde entonces atravesó Entre Ríos y parte de Uruguay lo que, contó, fue “bastante duro” por el calor.
“Pero hasta los momentos más difíciles dejan un aprendizaje”, reconoció, y aseguró que eso es lo que caracteriza a un viaje de este tipo.
Hoy se encuentra en Bertioga, São Paulo. Y a pesar de haber llegado a Brasil sin haber tenido contacto con el idioma anteriormente, ya consigue comunicarse bastante bien.
En materia de sustento económico, manifestó que acude a la hospitalidad de la gente. Solo gasta en comida, y muchas veces también llega gratis: “Nunca pagué un lugar para dormir, me quedo en casa de personas que me reciben, acampo en la playa, en un bosque, y muchas veces dormí en la calle también”.
Para poder darse algún gusto o sustentarse, vende postales de sus viajes anteriores así como pequeñas sesiones de fotos en lugares turísticos. A veces, también, busca algún trabajo temporal. “Ahora estoy trabajando como electricista, una de las cosas que se hacer”, reflejó.
Una experiencia llena de aprendizajes
Con pocos bienes materiales, Facundo entendió que se puede vivir. En su bicicleta lleva apenas lo que necesita para ser autosustentable: su carpa, un fogón y utensilios para cocinar, unas pocas herramientas, ropa, elementos de higiene, su equipo de fotografía, y siempre algo para leer.
“Cada viaje es una experiencia diferente y tiene sus aprendizajes. Pero en este particularmente, conseguí observar un poco más profundo, más de lo que los ojos pueden hacer. Encontré en las personas que viven en la calle, los corazones más dulces y protectores que jamás había visto”, sostuvo.
Una anécdota, que tildó de “maravillosa”, le ocurrió apenas llegado a Torres, en Rio Grande Do Sul. “En una plaza, se empezaron a acercar algunas personas que dormían en las cercanías, y me dijeron que para festejar mi llegada íbamos a comer un asado brasilero”, comenzó a narrar
“Nadie tenía nada de dinero, nada, cero. Cada quien se fue para un lado y al rato fueron llegando, uno con la parrilla, el otro con leña, otro con pollo, otro con carne de vaca y verduras, otro con pan. Esa noche fue la primera vez que comí un asado hecho en una plaza”, agregó
Dos de esas personas lo invitaron a dormir donde ellos lo hacían, próximos a la puerta de un edificio: “No tenía de qué preocuparme, porque ellos me iban a cuidar. Esa noche me dormí en el suelo, al lado de mi bicicleta, y llorando en silencio, llorando por no poder creer todo lo que estaban dando para mí, siendo que tienen tan poco”.
“Aprendí que el tener menos cosas materiales nos hace más libres y bondadosos, porque si tenemos poco, ¿qué es lo que otro nos puede quitar?”, preguntó.