Emilce, toda una vida dedicada a la educación física: “Sin mis alumnas no hubiese sido nada”
A sus 80 años recuerda con nostalgia sus años como profesora en escuelas de San Francisco y la zona. Llegó a darle clases a su propia hija y hasta consiguió un campeonato nacional. Su historia.
Cada 30 de octubre se celebra el Día de la Educación Física y el Deporte, evocando la fecha en que se creó el Instituto Nacional de Educación Física en 1939 y se incorporó esta modalidad a los programas de educación a nivel nacional.
Una de las docentes que dejó huella en esta especialidad fue Emilce Bertaina (80), hoy jubilada, quien dio clases en numerosas escuelas de nuestra ciudad. A lo largo de su vida, dedicó 47 años a la enseñanza de la disciplina en el Instituto Inmaculada Concepción. Pero también dio clases en el Colegio Nacional San Martín durante 34 años y en el Colegio Jesús de la Misericordia por 17. También, en el Profesorado de Jardín de Infantes en la Escuela Normal y en varios centros educativos de la zona.
La mujer comenzó a estudiar Educación Física, algo que anheló desde siempre, a sus 17 años. El destino fue Buenos Aires, ya que era el único lugar en donde se podía estudiar la carrera esperando un título de validez nacional.
“Hace 65 años atrás era difícil que te permitan salir. Y fui con una condición: de que no podía salir si no me buscaban mis tutores. Y tenía que tener tutores porque el profesorado te obligaba. Me venían a buscar los sábados a la tarde y me llevaban a Martínez donde vivían. Me ponía un televisor y así estaba hasta el domingo que me llevaban de vuelta. Ese fue el primer año, el segundo y el tercero cambió”, recordó sobre sus comienzos.
Emilce explicó que su pasión por los deportes viene desde sus primeros años ya que, según contó, en el secundario se destacaba en la materia. Además, de pequeña nadaba en el Sport Automóvil Club y competía. También hacía atletismo
A su primer día de clases fue acompañada por su hermano: “Era cuatro años más grande que yo, decíamos que éramos ‘pascueranos’, no conocíamos Buenos Aires. Él me acompañó hasta dentro del edificio que era divino, espectacular, con tres pisos, pileta cubierta y descubierta. Hacía poquito que había ido el Profesorado de Educación Física a instalarse ahí”, rememoró.
La mujer evocó con nostalgia el haber sido seleccionada para una beca de estudio. “Rendimos para una beca, éramos siete de San Francisco, era muy gracioso vernos juntas. Estábamos siempre juntitas. De 200 que fuimos a rendir entramos 60. De las siete, nos avisaron que una no rindió bien. Y como yo en la mitad del examen me esguincé y no pude seguir dije ‘soy yo’. A todo esto cuando nos dieron el resultado ni escuché. ‘Emilce, sos vos’, me dijeron. Y me quedé helada”, recordó con emoción.
Seguidamente, sumó: “De las seis que quedamos terminamos cuatro, porque dos se fueron a Santa Fe, porque estando cursando el segundo año se abrió allá el mismo profesorado. Y cuando yo estaba cursando el tercer año se abrió el de Mendoza. Todos con el mismo título”.
Sus primeros trabajos
Emilce comenzó a estudiar en 1959 y se recibió en 1961. Recordó que la carrera comprendía tres años y que las clases iban de 8 a 12 y de 14 a 18 todos los días, menos jueves a la mañana y sábados a la tarde.
Apenas recibida, con 20 años, entró a trabajar en el Instituto Inmaculada Concepción, dando clases en la primaria, y en un colegio de Santa Clara de Saguier, en la secundaria.
De Santa Clara de Saguier, Emilce se trajo la satisfacción de que algunas de sus alumnas, al egresarse, siguieron sus pasos. Dicen que fue porque yo las llevaba a los torneos. “Había 15 o 20 chicas, no recuerdo bien, pero a donde había un torneo yo las llevaba. Y todas hacían lo mismo: atletismo, vóley, pelota al cesto”, contó.
Además de Santa Clara de Saguier, y en lo que respecta a la zona, la mujer dio clases también en María Juana y Sastre, lugares a los que llegaba luego de “hacer dedo”. Finalmente tuvo que renunciar cuando nació su hijo mayor.
La relación con sus alumnas
Emilce recordó aquellos años con mucha nostalgia y emoción. “Mis alumnas eran lo más. Siempre digo que sin ellas yo no hubiese sido nada, porque les enseñé todos los valores. Una vez por semana las sentaba a todas y les hablaba sobre la vida, sobre el cuidado que debían tener por la edad que tenían, eran adolescentes. Me decían que era medio ‘serrucho’ y me lo dicen ahora, pero conmigo no iban a rendir, yo trataba de buscarle la vuelta”, manifestó.
Bertaina llegó a darle clases a su propia hermana, unos años menor, y a su hija, a quienes consideraba como “unas alumnas más”: no había predilección, por el contrario, la exigencia era mayor.
Emilce destacó que la relación con sus alumnas trascendió aquellos años de escuela. Y reconoció que siempre quiso agradecerles por ello. “Hasta el día de hoy me llaman. Algunas se han casado y me han invitado a los casamientos. Eso es algo que te agranda el corazón. Hay otras que me dicen que soy la segunda mamá, y todavía hasta el día de hoy me ven, me abrazan, me aprietan o me mandan un mensaje por Facebook”.
Su amor por la docencia fue más allá de la enseñanza de los deportes: “Una vez me acuerdo que una de mis alumnas estaba muy reservada y yo le empecé a preguntar qué le pasaba y la llevé aparte. Creía que estaba embarazada, entonces le dije que le iba a conseguir un análisis, que no le dijera a la mamá, y que si le daba positivo yo la acompañaba a la casa. Y así hicimos. Dio positivo, así que con ella atrás mío fuimos a golpear la puerta de su casa. Esas cosas me salían del corazón”.
“Si vuelvo atrás, lo vuelvo a estudiar. Mientras yo tenga fuerzas, yo voy a hacer algo. Ahora voy a salsa, de caradura, pero bailo al lado del profesor. Para mí la educación física es lo más, es el momento de la escuela donde te movés, hay otro roce, hay emociones y otras formas de ser”, cerró.
Campeonas nacionales
Durante cuatro años, Emilce llevó a sus alumnas a participar de intercolegiales. Y tuvo la dicha de que se consagraran muchas de ellas campeonas nacionales.
Sobre la experiencia, contó: “Tuve la suerte, en la Inmaculada, de tener grupos a los que llevaba a los locales, zonales, regionales y nacionales. Yo llegaba a los regionales con los tres equipos: menores, cadetes y mayores y siempre el que más destacaba era el de menores. Así que durante cuatro años seguidos fuimos a los nacionales con el grupo menor. Siempre salimos segundas o terceras. El cuarto año, que fue el último año que se hizo, salieron campeonas argentinas”.
“Yo no sé si les dejé muchas cosas a mis alumnas. Yo creo que sí. Pero ellas me dejaron mucho más”, apuntó.