Por Oscar Romero

Jonathan entra con su silla de ruedas a la sala de estar de la humilde vivienda de calle Sáenz Peña al 2000. Sabe que hablamos de él y de todo lo que afrontó en estos últimos dos meses. Mira el grabador pero se queda quietecito en medio de la habitación mientras su madre cuenta por enésima vez la historia que padeció la familia. Se lo ve pequeño en esa silla medio desvencijada y sin apoyabrazos. Sus pantalones largos colgando al aire son la dura muestra de lo que vivió.  

En diciembre de 2013, el niño de once años padeció un ataque de meningococcemia, una rara afección generada por varios tipos de meningococo que invade el torrente sanguíneo y carcome todo lo que encuentra. Se la conoce también como el púrpura fulminante.

En medio del drama, cuando las marcas de la afección se habían extendido por todo su cuerpo, Jonathan escuchó de boca de los que lo atendían que era una enfermedad fulminante y que se iba a morir. “Johnny” tuvo miedo, pero nunca cerró los ojos.

Su madre dice que fue un milagro de Dios. Parece que la muerte lo vio a la cara, lo vio valiente y decidió irse para otro lado.

El calvario

El 2 de diciembre pasado Jonathan fue a la escuela como todos los días. Alrededor de las 14.30 la portera de la institución llegó hasta la casa y avisó a sus familiares que el nene estaba descompuesto, con vómitos y fiebre.

“Lo llevamos a la pediatra, que no le encontró nada. Nos recomendó reposo con dipirona–recuerda Andrea, madre del pequeño-. Me fui a trabajar y cuando regresé mi hijo me dijo que le dolía el pie. Había estado mal todo el día y llamé a la ambulancia del 107, pero del otro lado me dijeron que no me lo podían buscar porque no había médico y en el Hospital estaban de asamblea”.

La mamá decidió ir hasta el servicio de emergencias privado Cruz Verde, donde le recomendaron que hiciera un análisis de sangre, aunque le informaron que le iban a cobrar y que por lo tanto debía insistir al 107 para llevarlo al hospital.

Muestra de valentía

Alrededor de las 23, Jonathan observaba a su madre preocupada. Aguantándose el dolor, le dijo que estaba bien y que se iba a la cama. “Pensamos que podía ser la fiebre que le producía el dolor en el pie, pero adentro mío había algo que no me dejaba tranquila”, dice Andrea.

A las 3 de la madrugada se desató el horror. Jonathan le pidió agua a su madre y cuando ésta encendió la luz vio a su hijo desfigurado, con su cara manchada de color púrpura y su cuerpo hinchado. “Fue desesperante. Llamé al 107 y tenía el teléfono apagado. Fui a la Cruz Verde, lo revisaron y me dijeron de la enfermedad, y que se podía morir”, recuerda emocionada.  

“Si desde el 107 hubieran actuado y lo hubiesen llevado rápido para que le hagan análisis, tal vez el daño podría haber sido menor”, insiste la madre.

Fortaleza

En el nosocomio local recibió los primeros medicamentos y luego fue trasladado hasta el Hospital de niños en Córdoba, donde permaneció casi dos meses. La mayoría de sus órganos se vieron dañados.

El 13 de enero debieron amputar las piernitas de “Johnny”. “Fue lo peor que nos pasó en la vida. Pero cuando se despertó nos sorprendió, decía ‘ya estoy bien, ahora puedo mover las piernas’”, cuenta con lágrimas Andrea.

“Ahora soy diferente”

La enfermedad también le afectó varios dedos de sus manos. Días atrás le tocó la pérdida de uno de ellos. Pero Jonathan nunca perdió su entusiasmo y sus ganas de vivir: “Ahora soy diferente. Pero ya voy a tener mis prótesis y voy a volver a caminar”, sostiene.


Necesidades

Jonathan necesita una silla de ruedas en mejor estado y para niños. Además debe usar cremas especiales y distintos medicamentos para su tratamiento. Sus padres, actualmente sin trabajo, necesitan mucha ayuda. Para colaborar se pueden comunicar a los teléfonos  03564 – 15585105/ 15589579.


“Son casos raros y son raros los que se salvan”

El director del hospital local, Mario Vignolo, tiene bastante experiencia en este tipo de casos. “La meningococcemia es una infección que toma virulencia y puede tornarse letal”, explica. “Son raros los casos y son muy raros los que se salvan -continúa-. Comienza como un cuadro similar a una gripe o a una faringitis. Cualquier profesional medica con buen criterio, pero a las pocas horas toma virulencia y va quemando etapas muy rápido”, sostiene.

“En cuanto al traslado de este caso hay situaciones donde se debería ser más rápido. Aunque seguramente no hubiera cambiado el destino final del niño, por supuesto uno se pone del lado de los padres y queda el manto de duda”, sostuvo.

El profesional llevó tranquilidad a la población diciendo que estos casos se producen uno en miles, “hay que ser precavidos paro no generar una paranoia ante cualquier situación”.