El invisible
El invisible
Por Oscar Romero
Ramón despertó con un malestar que le hacía temblar el cuerpo. Se levantó, salió de su carpita e intentó caminar hacia un banco de la plazoleta Carlos Gardel, donde duerme desde hace más de dos años. Dio unos pasos en falso y cayó de bruces sobre el pasto. Pidió asistencia a un señor que pasaba: “¿No me ayuda a levantarme? No me siento bien. Me quiero sentar”.
-No-, fue la respuesta tajante del hombre que siguió su rumbo.
Ramón Funes tiene 67 años, desde hace años vive solo en una carpa ubicada detrás de un edificio en la plazoleta Carlos Gardel, en las inmediaciones de la estación Terminal de Ómnibus. Ahí a la vista de todos los que llegan a la ciudad, pero donde nadie mira.
El comienzo
Funes reconoce que el inicio de sus problemas está en el alcohol y en la automedicación, que lo llevaron a enfermarse y a que su familia lo dejara de lado. “Empecé a andar mal con el asunto del alcohol, me medicaba solo. Así me llevaron a la Asociación Nazareth en Santo Tomé y después cuando salí seguí en lo mismo”, dice Ramón.
Se nota que le duele recordar. “Después me internaron en el hospital -continúa-, estuve un montón de tiempo hasta que fui a recalar a las Misioneras de la Caridad de Calcuta y por una equivocación me tuve que ir. Empecé a viajar, anduve por Cañada de Gómez, Salta, Chile, Perú, Bolivia y en Mendoza. Ahí me encontró la Policía que andaba vagando y me metieron en el Hospital Neuropsiquiátrico Carlos Pereyra de Guaymallén”.
Ramón pasó un año de su vida internado, hasta que un día decidió volver a la ciudad para ver si podía arreglar la situación con su familia. “No hubo forma”, comenta. “Mis hijos empezaron a abrirse, no quieren saber más nada conmigo. Y ahora estoy todo sucio, barbudo, con el pelo largo”, se lamenta mientras toca sus cabellos y mira a la nada.
“Quiero salir de acá”
Asegura Funes mientras tiembla y se dice a sí mismo: “Ya me voy a componer”. Desde hace unos días se siente mal, le tiembla todo el cuerpo y vomita solo líquido. Junto a unos conocidos del hombre, que se acercaron al notar la presencia de El Periódico, decidimos llamar al servicio de ambulancia del 107. “No me quieren atender más, dicen que yo no hago lo tengo que hacer, soy porfiado”, reconoce.
Mientras esperamos la ambulancia Ramón nos cuenta más de su historia, sus padecimientos y su desgracia. “Para comer a veces los choferes de los colectivos me dejan bandejitas con sándwiches. También una señora del edificio me trae una comida”, explica.
Cobra una pensión de 1100 pesos del gobierno de Santa Fe, pero asegura que no le alcanza para nada y que muchas veces termina gastando el dinero en comida y alcohol.
Ramón reconoce su enfermedad y por eso pide ayuda. “Yo me quiero componer, salir de acá. Estoy cansado de estar sucio. Lo que me haría falta sería una habitación con un baño y buscar un trabajo”, dice.
El hombre ha sido pintor de obra. Ya no puede subir más las escaleras o permanecer en los andamios, pero quiere enfrentar la vida y buscar un trabajo que lo ayude a salir de la invisibilidad.
“Necesita contención social”
“Ramón es un alcohólico crónico, que necesita contención social y un lugar para vivir”, expresó el director del Hospital, Mario Vignolo. “Lo internamos cinco o seis veces pero tuvimos un par de inconvenientes y se tuvo que ir, después viajó y no tuvimos más noticias”, agregó.
Según Vignolo, no se quiere atender. “Cuando está bien es un hombre trabajador, que sabe desempeñar varias tareas, pero si él se niega a tratarse es difícil ayudarlo”, sostuvo.