Carlos Libiedzievich es hijo de un polaco que llegó a la Argentina en 1925. Según explica, su apellido se pronuncia Libiedcevich. Carlos cuenta que el verdadero apellido termina en “cz” y que donde está la primera “i” debiera ir una “e”.

Él es una de las tantas personas que convive con un apellido difícil de escribir y también de pronunciar. Como curiosidad, cuenta que a él lo conocen por Alcántara: “Yo integraba un equipo de radio con el que trasmitíamos las carreras de Ford T para una radio de Paraná. Un día ellos dijeron que Libiedzievich no era apellido radiofónico y me bautizaron Alcántara, un apellido que inventaron ellos, la gente de la radio de allá”.

Libiedzievich, que asegura que nunca tuvo la inquietud de cambiarse el apellido y que lo lleva con orgullo, añade que su papá “en el pasaporte tenía cz, se casa con mi mamá, pero en la libreta de casamiento figuraba con ch. Entonces un señor que hacía los trámites para jubilaciones le propuso sacar carta de ciudadanía con ese apellido porque si llegaba a fallecer, mi mamá no iba a poder cobrar, porque el apellido era distinto, así que tuvo que ir a Bell Ville, al Juzgado Federal, y sacar carta de ciudadanía argentina con ch”.

Por último, Carlos, cuyo apellido es tema de conversación frecuente, rememora que una vez, su nieto mayor le reprochó la situación: “Me dice ‘culpa del apellido, ¿sabés los recreos que me perdí en primer grado?’. Claro, tenía que escribirlo, demoraba y se perdía el recreo.

De origen polaco

Cecilia Jarmolowicz es otra ciudadana con apellido difícil. Ella aclara que es polaco y se pronuncia “Jarmolovich” o que por lo menos así lo aprendieron ellos, porque su abuelo falleció cuando su papá era muy chico, y nunca lo escuchó de la boca de un polaco de origen.

Según le contó su papá encontró un pasaporte donde el apellido está escrito “Jarmutowicz”, lo que les hace suponer que cuando llegó su abuelo a Argentina lo anotaron como mejor les salió. Cecilia alega no conocer el significado exacto pero cree que “’Jarm’ significa ‘luchador’ o ‘que lucha’ y ‘Wicz’ o ‘Lowicz’ se usaba para decir ‘hijo de’.

"En un casting para bailar en la vendimia nacional nos llamaban por micrófono y la mujer se trababa, tartamudeaba y no le terminaba de salir el apellido. Obviamente mis compañeros y yo ya nos habíamos dado cuenta de que se trataba de mí, así que solo nos reíamos. Me decían ‘sin lugar a dudas te llaman a vos’. Esta mujer, cansada de tartamudear y ponerse nerviosa solo dijo ‘Cecilia Silvana, si sabés quién sos, ¡es tu turno!”, narra como anécdota.

Y agrega que hoy muchos profesores que tuvo a lo largo de su vida le dicen “Jarmo” y que le “encanta que a la gente le cueste pronunciarlo, que me pregunten el origen, que me pregunten cómo se escribe, es especial, es mi identidad, es lo único que tengo de mis ancestros porque no conocí a ninguno”.

“Es un apellido que solo va a seguir en el tiempo si un pequeño que tiene dos años cuando sea grande tiene un varón. Mis dos hermanos varones fallecieron y solo el más grande tuvo un varoncito. No conocemos familia en Argentina con ese apellido”, añade.

Llamame Verónica 

Verónica Imoberdorf es de Bauer y Sigel pero actualmente vive en San Francisco y es otra portadora de apellidos difíciles. Ella cuenta que Imoberdorf es de origen alemán-suizo y que han sucedido “un montón de cosas” con respecto a él.

“Cuando iba al colegio las maestras no lo podían pronunciar, algunas me decían ‘Verónica’ directamente”, rememora.

Es un apellido que llama la atención, es muy largo”, afirma, y agrega que “suelen escribirlo mal, principalmente con doble efe”. A pesar de ello, declara, su apellido no le trajo mayores complicaciones.

Por último, Verónica detalla que “no hay muchos Imoberdorf en San Francisco, porque somos de Bauer y Sigel, allá sí tenemos parientes y en Rafaela también” y que “la familia de mi primo lleva el apellido con i griega, seguramente lo anotaron mal a mi tío”.