El costo de no usar casco: el lado invisible detrás de los accidentes en moto
En San Francisco y la región, el aumento de accidentes en moto deja a su paso una estela de secuelas irreversibles. Las lesiones de cráneo graves, consecuencias frecuentes del no uso del casco, transforman para siempre la vida de personas jóvenes y sus familias. Dentro del Servicio de Rehabilitación del Hospital Iturraspe, se convive con el dolor, el esfuerzo y la resiliencia de pacientes jóvenes que intentan recuperar lo que el asfalto les arrebató.
Los graves accidentes de tránsito diarios que llegan a la tapa de los portales informativos no son solo una estadística de lo veloz y descuidado que se maneja en San Francisco. Cada uno encierra una historia que atraviesa familias enteras y cambia vidas de manera definitiva. Dentro del Servicio de Rehabilitación del Hospital Iturraspe, se convive con el dolor, el esfuerzo y la resiliencia de pacientes jóvenes que intentan recuperar lo que el asfalto les arrebató.
"Si hubiera usado casco, a lo mejor no tendría tantas secuelas", dice tímidamente a El Periódico Marcos Chávez (21). El joven tiene una prótesis que reemplaza parte de su pierna izquierda por debajo de la rodilla. Su historia es una entre muchas. El 21 de septiembre pasado, circulaba en moto por ruta 19 con destino a barrio Acapulco, donde reside, cuando una conductora, según contó, giró para ingresar al sector y no lo vio. Por el impacto sufrió un severo traumatismo de cráneo y graves lesiones en su pierna izquierda.
"De ese accidente no me acuerdo de nada. Estuve 20 días en coma y cuando desperté en sala común me di cuenta que me faltaba parte de la pierna", manifiesta.
No llevaba casco. La lesión cerebral fue grave y tuvo secuelas. "Me falta un huesito acá", explica mientras se toca la sien izquierda. La destrucción de tejido en la pierna, obligaron a los médicos a amputar. Hoy, Marco sigue en rehabilitación ambulatoria en el servicio del Hospital y busca un trabajo para volver a su vida “normal”: "Esto no me impide nada, estoy dispuesto a trabajar de lo que sea".
"Antes me levantaba de la cama y salía. Ahora, si tengo que ir al baño, me tengo que aguantar, poner la prótesis, prepararme. Es distinto, pero me estoy adaptando", dice. El joven practicaba rugby y sueña con volver a hacer algún deporte: "Ahora que tengo la pierna, mucho mejor. Hace poco tuve el alta en rehabilitación, pero sigo viniendo".
Por otro lado, el joven quiso dejar su mensaje a raíz del grave accidente que sufrió: "Me junto con amigos y ninguno usa casco, yo les digo que se lo pongan que no hagan como yo. Hay que usarlo siempre. Y si van a tomar alcohol, que no manejen la moto, si no se ven bien, que no manejen".
La esperanza y la contención de una familia
Egle del Valle Domínguez es la madre de Lucas Álvarez, un joven que el 22 de enero de 2021 viajaba como acompañante en moto por la autopista entre San Marcos y Monte Leña: "No vieron el camión", resume con la voz quebrada. Cuando le avisaron, le dijeron que su hijo no tenía signos vitales. Quince minutos después, milagrosamente, recobró el pulso.
Lucas estuvo en coma varios meses. Sufrió un traumatismo de cráneo severo, además de politraumatismos de tórax con lesión medular cervical, por lo que perdió la movilidad total desde su cuello. Debe ser alimentado a través de un botón gástrico y aún no puede hablar, pero se comunica con la mirada, se ríe y escucha todo a su alrededor. "Me dijeron que no pasaba de cinco días. Hoy lleva casi cuatro años en rehabilitación y sigue con vida", sostiene emocionada su madre.
El joven estuvo internado varios meses en hospitales de Villa María y Bell Ville, hasta que Egle pidió su traslado para continuar su rehabilitación en San Francisco, en el Iturraspe.
Cada pequeño avance del joven es celebrado como un triunfo por su familia y el equipo del hospital. Hace un mes logró sentarse sin caer hacia los costados. Actualmente, vive en Frontera junto a su madre y la pareja de ella, que se encuentran abocados a su cuidado diario. Lucas tiene dos pequeños hijos y, como muchos otros, su vida cambió en segundos.
"Cuando me lo entregaron estaba deshidratado, desnutrido, lleno de heridas. Hoy lo puedo sentar, lo veo sostenerse. A veces, cuando hablamos, se ríe, reacciona. Es un proceso muy lento y muy largo, doloroso y que cuesta, pero cada pasito que da te dan fuerzas para seguir", cuenta su mamá con la voz quebrada.
La familia pudo conseguir una silla postural gracias a las gestiones del personal del servicio de rehabilitación que siguen su caso semanalmente. “Él nos viene demostrando que quiere salir adelante y yo no pierdo la fe ni la esperanza de que va a poder”, cierra entre lágrimas la mujer.
Una realidad cotidiana en los hospitales y en el servicio
"El no uso del casco es un flagelo que vemos hace mucho. Cada vez es más frecuente que al traumatismo de cráneo también estamos recibiendo casos de amputaciones traumáticas", explica la médica fisiatra, especialista en rehabilitación Milena Komorowski. En el servicio que coordina, abordan integralmente los casos de pacientes con lesiones graves, muchas veces irreversibles.
La rehabilitación en estos tipos de casos-con traumas de cráneo por accidente-, sostiene, es larga, emocionalmente exigente y muchas veces no se conoce. "La gran preocupación es que estamos ante pacientes jóvenes, activos, en edad económicamente productiva y que su vida cambia de forma drástica. Nosotros trabajamos para que vuelvan a tener la mayor funcionalidad posible", señala Komorowski a El Periódico.
Carola Zurbriggen, kinesióloga especializada en neurorehabilitación, aporta otra mirada: "Detrás del paciente hay una familia. Padres mayores, hermanos u otros familiares que, en muchos casos, dejan de trabajar para convertirse en los cuidadores de los pacientes accidentados. Nuestra trabajadora social también actúa para buscar soluciones a esas nuevas realidades que se presentan".
Por su parte, Javier Conti, también kinesiólogo del equipo, destaca la relación estrecha que se genera con cada paciente. "Acá vienen una o dos veces por semana, a veces meses, otras por años. Entonces terminamos conociendo su historia, sus familiares más cercanos, sus alegrías y sus tristezas. También ellos se ayudan entre ellos. En mi caso, tengo pacientes amputados más ‘viejos’ que orientan a los nuevos. Comparten miedos, broncas, logros. Es una comunidad la que se forma acá", asegura. Al respecto, Zurbrigqen agrega que “acá festejamos cumpleaños, conocemos a los hijos o a los nietos de los pacientes, por eso la relación con ellos es muy especial".
En el equipo también trabajan terapistas ocupacionales, psicólogas, fonoaudiólogas y trabajadores sociales.
"La finalidad de la rehabilitación no es solo que el paciente vuelva a caminar o hablar, sino que puedan volver, en la manera de lo posible, a tener una vida los más independiente posible", sintetiza Komorowski.
Mientras tanto, en cada esquina, en cada curva, los accidentes siguen ocurriendo. Y muchos jóvenes, como Marcos o Lucas, suman sus nombres a una lista cada vez más larga. Una lista que, muchas veces, podría haberse evitado con algo tan simple como el uso de un casco.
El equipo completo del servicio
El Servicio de Rehabilitación del Hospital J B Iturraspe, que pertenece al Centro de la red provincial de Discapacidad, Rehabilitación e Inclusión está formado por los siguientes profesionales: Milena Komorovski, médica Fisiatra; Daniela Bossio, Lic. en Terapia Ocupacional; Javier Conti, Kinesiología y Fisioterapia; Gabriela Faya, Lic. en Psicomotricidad; Ana Saccone; Fonoaudiología; Paola Simón, Lic. en Psicología; Marisa Aimar, Lic. en Trabajo Social; Karina Sánchez, Lic. en Kinesiología y Fisioterapia; Carola Zurbriggen, Kinesiología y Fisioterapia y Gloria Isabel Arrieta, secretaria.