Walter Sereno tiene 51 años y es hijo de una generación que se crió entre talleres. Era una época en la que proliferaban los oficios y también conforma un grupo de personas que eligieron los mismos caminos laborales de sus padres y en su caso se trata de la orfebrería.  

En la comodidad de su taller, donde no hay brillos como el que les deja a los trabajos que le piden, contó cómo fue que incursionó en este mundo, lo que significa ser orfebre desde su punto de vista y cómo fue el camino que lo llevó a preparar cadenitas de niños hasta mates a un ex corredor de Fórmula 1.  

Como en el caso de muchas personas contemporáneas, su vinculación con este trabajo comenzó desde muy jovencito, pero su primera tarea no fue para una joya sino bien de abajo barriendo el taller. “Era muy chiquito cuando empecé, se empezaba antes barriendo el taller en muchos oficios no solo el mío. Entrando a la adolescencia pasé a la parte de cadetería que ahora es el delivery”, relató a El Periódico.  

Después fue escalando hasta que un día estuvo a la par y fue socio de su padre (con el que compartía el nombre) hasta tener su propio espacio. La época dorada fue naturalmente cuando el taller era compartido con su papá y los primos que muchos años vivieron de la orfebrería.  

Walter creció en el taller de orfebrería de su padre y la placa de su negocio lo mantiene como el socio ideal de toda la vida.
Walter creció en el taller de orfebrería de su padre y la placa de su negocio lo mantiene como el socio ideal de toda la vida.

Los inicios 

Sereno padre no incursionó en la orfebrería porque alguien de la familia conocía el paño, por el contrario, antes trabajó en un taller de bicicletas y un día tomó la decisión de cambiar el rumbo de su vida.  

“Mi padre aprendió de un hombre de apellido Rafael Deccanini que era italiano. Cuando era chiquito me contó que pulía manubrios en el taller de bicicletas y se le presentó la posibilidad de irse con Rafael a aprender a hacer joyería o quedarse, pero como tenía un hijo de la misma edad se hizo joyero”, recordó entre risas.  

La escoba fue la primera herramienta que tuvo que aprender a manejar en el taller de Beccanini, los demás saberes llegaron observando al maestro y preguntando. Esa actitud de curiosidad dice Walter que sigue siendo clave para aprender a hacer joyería.  

Muchas piezas que llegan a su taller tienen la firma de su padre.
Muchas piezas que llegan a su taller tienen la firma de su padre.

Especial  

La labor del joyero – porque así es como popularmente también se conoce a la orfebrería - es bastante solitaria, precisa de paciencia muy especial y no tiene tiempos. Coincide claramente con el trabajo de muchos artesanos y precisamente ese es su antiquísimo origen.  

No confluye en el aprendizaje una sola tarea, sino que requiere pericia en varias más. Sereno explicó que “consiste en manejar lo más dúctil posible y con paciencia varias artes juntas”, entre ellas fundición, dibujo y diseño.  

“Lo voy a resumir en una sola frase, yo puedo enjoyar desde una bella dama hasta un caballo siendo orfebre, por eso es que se divide en tantas áreas como la civil, religiosa contemporánea, de diseño”, detalló. Sin embargo, en ciudades más pequeñas como San Francisco las circunstancias lo terminan relacionando con todo: “En el caso mío no me puedo dedicar por ejemplo a hacer joyas de diseño porque sería para vender exclusivamente en cierto lugar, pero acá tenés que tocar todos los rubros que puedas con el taller”.  

En el taller de Walter todo es el doble de artesanal.
En el taller de Walter todo es el doble de artesanal.

El recuerdo de papá 

En el taller se encuentra solo hace varios años, pero hasta el final de su vida su papá siguió en el oficio haciendo cosas. Cada tanto le vienen recuerdos de cosas que hicieron juntos porque muchas vuelven para ser reparadas o fundidas y recuperadas de otra forma.  

“Mi primer trabajo fue barrer, después preparar los materiales y así hasta que corté mi primer anillo que era de bronce o cobre. Yo tuve la suerte de tener un maestro además de ser mi padre, él fue muy creativo y me enseñó que todos los encargos son valiosos por eso para mí es lo mismo hacer un par de aritos, una gargantilla o un mate de plata”, rememoró.  

Lo que va y vuelve 

No hubo nostalgia en la voz de Walter cuando explica que muchas veces funde piezas que su padre hizo, algo de eso hay, pero valora mucho más que esos clientes hayan confiado en él para reutilizar el material.  

“En esas vueltas de la vida a veces me toca fundir algunos trabajos que hizo mi padre para reciclarlos y hacer un trabajo mío. Es muy simpáticamente bohemio que te suceda eso, tengo que tomarlo de esa manera. Hay piezas que ahora después que mi padre no está las he recuperado porque alguien me trajo a fundir, a vender o a comprar, y otras que separé”, afirmó.  

Otras tantas piezas las creó junto con él y se encuentran en clientes que mantienen perfil bajo o adornan imágenes veneradas por cientos de fieles.  

Las marcas en la mesa del taller son las huellas de los trabajos que hizo su padre hasta el final de los días. Walter sigue trabajando allí.
Las marcas en la mesa del taller son las huellas de los trabajos que hizo su padre hasta el final de los días. Walter sigue trabajando allí.

“Tengo piezas que trabajamos hasta con mis primos en la Virgen de Villa del Tránsito, la corona en la Virgen de Villa Concepción del Tío. Hicimos llaveros con el escudo de Córdoba para regalos protocolares entre 1995 y 2005 y preparábamos todo acá a mano en San Francisco”, indicó con orgullo.  

Sereno padre no solo aprendió un oficio, creó un linaje unido a través de la orfebrería y si bien le dejó muchas enseñanzas a su hijo hay una que no puede olvidar. “El legado más importante es que juegue todos los días con el rompecabezas que me toca armar entre lo que me trae el cliente, lo que me pide y lo que yo puedo lograr”.