Trabajar en carpintería no es una tarea fácil. Además de conocer las herramientas y saberlas usar, hay que saber entender al cliente para poder satisfacer sus necesidades con productos prolijos y de calidad.

Marta Linarez reúne un poco de todo esto. Es una de las pocas mujeres carpinteras que hay en San Francisco que le pone empeño y dedicación a cada pieza que crea, lo que asegura, es la clave de un buen trabajo.

“Hago lo que los carpinteros no quieren hacer”, sostiene con algo de gracia, ya que desde hace varios años realiza piezas para mujeres que se dedican al arte y a las artesanías.

Sus inicios

La mujer tomó contacto con el oficio hace más de 20 años cuando conoció a quien hoy es su marido, también carpintero. Él fue su mentor, quien le enseñó a trabajar la materia prima y le dio las herramientas que le permiten desenvolverse de manera autónoma.

Más allá de que no es su trabajo principal, Marta pasa en la actualidad varias horas en el taller, donde cumple en tiempo y forma con cada pedido.

Cuando la carpintería se convierte en arte

“Mi marido me enseñó muchísimo, yo empecé cuando él agarró un trabajo y no llegaba a hacerlo. Eran muchas cajitas de madera. Me enseñó y muy bien y de ahí me fui animando un poco más. La voluntad de aprender estuvo siempre, si te gusta aprendés rápido”, confesó.

Después de eso, Marta continuó ayudándolo, aunque con producciones a menor escala, principalmente destinadas a productos artísticos: “Empecé a tener contacto con varias mujeres que enseñan pintura y que no conseguían quién les hiciera los cuadros o los bastidores, porque no todos los carpinteros lo hacen”.

Durante una época estuvo trabajando a gran escala para un comercio: “Les trabajaba mucho, hacía cajas de té, yerberas, marcos para fotos, bastidores para pintar, todo a pedido. Tuve negocio pero no me dio resultado porque la gente busca cosas a medida. Ahí conocí mucha gente, mujeres que pintan, profesoras que dan clases, y ellas pasan mi contacto”, comentó.

Dedicación

Pese a que bien la carpintería podría ser un empleo de tiempo completo, Linarez trabaja además en casas de familia: “Esto lo hago como un hobby, fuera de hora, mi marido sí vive de esto. Cuando lo conocí ya era carpintero, trabajaba en una fábrica y cuando cerró nos dedicamos a esto, gracias a ello pudimos vivir, criar a nuestros tres hijos”, dijo con orgullo.

Su pareja, su “mentor”. Así lo llama Marta, que aprendió el oficio de su marido. “Yo cortaba la madera, él me enseñaba cómo armarla, miraba que quedara en escuadra, que quedara bien lijada, esto se basa mucho en la terminación”.

Actualmente trabaja sus obras a partir de fotos que les envían como modelo. Pese a ello, ella prefiere el contacto cara a cara: “Yo quiero que la gente venga, que hablemos, que me digan qué quieren y de qué medida, para no hacer algo que no les sirva”.

Su buena atención y la calidad en sus trabajos hacen que tenga actividad todo el año. “Siempre tengo trabajo, a veces más, a veces menos. Compré una caladora de banco exclusivamente para mí, pero también hay una cortadora de sierra, una garlopa, máquinas de banco. Manejo todas las herramientas, siempre con el cuidado y el respeto que se merecen las máquinas. Gracias a Dios nunca tuve un accidente”, señaló.

Disfrutar de lo que se hace

Dentro de todo lo que hace, Linarez destacó que lo que más disfruta hacer son los bastidores, aunque a lo largo de los años realizó cosas muy variadas: “He hecho mesitas, sillitas, baúles y carros de juguetes con rueditas, pero me encanta hacer bastidores”.

También hubo un trabajo que hizo hace poco y que la llenó de satisfacción, no solo por el desafío que fue realizarlo, sino porque con él pudo hacer felices a varios chicos, ya que decidió donarlo a una escuela. Se trató de un mariposario, un espacio dedicado especialmente a la cría de mariposas.

No solo clientes. Marta también se hace sus propios muebles. A modo de ejemplo, junto a su marido realizaron una mesa para que quepa cómoda toda la familia. También hicieron una de camping y otra para apoyar el mate al lado de la pileta.

“Nunca lo había hecho, resulta que después, gracias a eso, me llamaron por teléfono y me pidieron un mariposario para una niña para fin de año. Es un bastidor con malla plástica, con una puertita donde ellos ponen plantas y ven la vida de la mariposa desde que es oruga. Cuando se transforma, la largan. Lo que menos pensaba era que me iban a encargar eso”, contó risueña.

Cuando la carpintería se convierte en arte

La mujer aseguró que fue uno de los trabajos que más le gustó realizar: “Me encantó. Con el primero, como no sabía hacerlo, renegué un poquito. Ya cuando tuve que hacer el segundo sabía cómo lo tenía que hacer y fue rápido”.

Mujeres empoderadas

Ser una de las pocas mujeres carpinteras de la ciudad, a Marta la llena de orgullo. Pero más la satisface que haya cada vez más mujeres incursionando en oficios tradicionalmente masculinos.

En carpintería, de todos modos, sostiene que es un rubro complicado para empezar de cero, por lo que agradece haber contado con las herramientas y el asesoramiento de su pareja. “Ahora hay cursos de toda clase, el tema son las herramientas que son caras. En construcción, por ejemplo, sabés que tenés unos baldes y unas cucharas, y es ganas de aprender y de trabajar. En mecánica de moto también, las herramientas las vas comprando. Acá si no tenés herramientas no hacés nada”, manifestó.

En ese sentido, destacó el trabajo de Mujeres con Oficios, la institución que capacita en trabajos tradicionalmente realizados por hombres. “Las mujeres aprenden, por eso me parece muy bueno lo de Mujeres con Oficios porque le están dando la oportunidad a muchas que quieren hacer algo y no lo saben hacer. Hay que darse idea, aprender y después invertir”, cerró.