Crónica de una noche de “sensaciones” con el Sandro local
Todos los jueves por la noche, un bar espera a mujeres y comensales en general con música en vivo. Allí, Luciano Acosta caracteriza y canta los temas de Sandro en un show unipersonal que divierte y asombra a los presentes.
Son las 23 de un jueves y la música se enciende en el resto-bar Mía, recientemente renovado en la esquina de Iturraspe y Mitre. El interior se encuentra repleto de mujeres que festejan diferentes cumpleaños. En un momento se bajan las luces y en el entrepiso del local, otro bullicioso grupo de chicas baja la voz y mira expectante hacia abajo.
Detrás de una columna de la barra se lo puede apreciar a Luciano Acosta con una fulgurante bata roja, una especie de toalla de seda al tono, y en la mano derecha el legendario micrófono Shure 55, uno de los más famosos de la historia, que usaron entre otros Marilyn Monroe y Elvis Presley. Una versión de Sandro, el “Gitano” está a punto de aparecer.
“Además de cantar las canciones que amo del Gitano, lo que intento es vender una ilusión, poder bajar un ratito a Sandro y depositarlo arriba de un escenario frente al público”, cuenta en la previa Acosta, DJ y reconocido por sus tributos al emblemático cantante argentino.
Nuestro Sandro local hace entonces su aparición frente al público que responde con aplausos, algunos gritos y los primeros flashes de celulares. Así comienza el show.
El personaje
Luciano insiste en que Sandro siempre fue parte de su vida: “Hace unos seis años me dije que quería trasmitir todo lo que me dio el artista y llevarlo a un espectáculo”, dice. Por eso, con el paso del tiempo ha ido transformando y perfeccionando al personaje que representa.
“Fui aprendiendo que hay cosas que no se pueden evitar, como por ejemplo maquillarse, tonalizar el pelo, ir buscando variedades en el vestuario, es decir, tratar de lograr un equilibrio que le agrade al público”, admite el showman. Y luego refiere: “No se trata de que porque a mí me gusta Sandro me pongo a cantar sus canciones y listo. Hay una preparación, hay que estudiar, diagramar y después transmitir de la mejor manera ese amor que uno siente por el artista”.
Luego de que la pandemia truncara la continuidad de La Rolo Medina Band -la agrupación que había armado para rendirle tributo al Gitano-, Acosta decidió apostar por presentaciones como solista, con pistas de calidad, escenografía con efectos lumínicos y una pantalla gigante: “Todas cuestiones que hacen más lindo al espectáculo a la hora de verlo”, asegura.
De esta manera, cada jueves, un par de horas antes de su presentación arma su valija -de considerable tamaño- con los más variados trajes que tratan de replicar los que utilizó el propio Sandro, una cajita de maquillajes, varios perfumes y unos pétalos de rosa que utilizará durante la noche cuando suene, claro, el himno “Rosa, Rosa”.
El showman
El personaje irrumpe en el local mientras los mozos continúan atendiendo y en algunas de las mesas se degustan postres y tragos.
La primera selección de temas elegidos son una serie de enganchados melódicos entre cuyos títulos suenan: “Así”, “Porque yo te amo”, “Te propongo”. El público acompaña tímidamente y Sandro, que se percata de ello, busca romper el hielo y darle más calor a la noche. Entonces, en el estribillo de la última canción que dice: “Tampoco yo te ofrezco un castillo de ilusión/ Yo tengo para darte tan solo cosas buenas/ Triviales y sencillas las cosas de este amor”, le acerca la toalla de seda a una de las cumpleañeras de la noche, simulando acariciarla, despertando la ovación. Es ahí cuando nuestro Sandro comienza a provocar un “mundo sensaciones”.
Luego, en un movimiento rápido que coincide con el arranque de una música más movida, el “Gitano” sanfrancisqueño se arranca la bata roja y se queda con el mítico traje de una pieza bordado -también conocidos como “jumpsuits”-. En ese preciso momento, “las nenas” -como se conocía a las fanáticas del artista- dejaron atrás la timidez y comenzaron a subir el tono de los festejos.
Los temas corren y Sandro también corre por un estrecho pasillo por el cual también los mozos hacen piruetas para esquivarlo. Pero el cantante ya está en su salsa, y baila, se agita, repiquetea, se tira al piso y “las nenas” lo celebran.
Recorre una a una de las mesas interactuando con su público, inclusive sube al entrepiso del bar y desde allí continúa arengando por palmas y más coros. Las canciones suenan y todos corean “Tengo”, “Amarte es mi castigo” hasta que la noche estalla de emoción con “Rosa, Rosa”, que finaliza con el artista arrojando cientos de pétalos sobre las mesas del lugar.
“Al tratarse de un unipersonal, el ambiente me permite jugar y hago canciones de otros grandes cantantes”, había anticipado Acosta. Entonces se escuchan recordados temas de Emmanuel, Camilo Sesto, Franco de Vita, Eros Ramazzotti, entre otros.
Cuando la canción lo requiere, el cantante jadea en un fraseo típico de Sandro e imita los pasos de Elvis. Ya transpirado por el trajinar nuestro Sandro ríe y sigue jugando con las espectadoras ya cómplices que celebran sus bailes y su animación.
Con “La vida sigue igual” de Sandro y con las mujeres sumadas al unísono repitiendo el estribillo y marcando el acento en “al final la vida sigue igual, ey”, Sandro le da cierre a la primera parte del show.
Karaoke para ellas
“La verdad que no me esperaba esto, estuvo muy lindo y fue como un regalo más para nuestra amiga”, cuenta Norma, una asistente a uno de los cumpleaños que se llevó la sorpresa con el show de Luciano.
Ya con camisa negra y un elegante saco rojo, el Sandro local le baja los decibeles a la noche. Es el momento de darle lugar al animador que hay en él y que las mujeres se diviertan y canten. Frente a una pantalla comenzarán a pasar las letras de diversos temas y Luciano va invitando a las distintas cumpleañeras con alguna amiga para que canten.
“Cada jueves termino la noche muy feliz porque es algo que me apasiona, que lo hago con mucho amor pero también con profesionalismo para que el espectáculo salga lo mejor posible. Y también termino muy cansado, es un desgaste importante, creo que quemo algunas calorías”, cierra entre risas Acosta, quien cada jueves baja a Sandro por un ratito para que “las nenas” se diviertan.