Una de las noticias más importante y esperanzadora de la última semana en esta época de pandemia fue la publicación en la revista británica The Lancet, considerada una de las más prestigiosas en el ámbito de la ciencia a nivel mundial, en la que se presentaron los esperados estudios de fase tres de la vacuna Sputnik V, hasta la fecha la única que se aplica en Argentina. Y los datos más relevantes señalan que tiene nada menos que una eficacia del 91,6 por ciento en la prevención del desarrollo de la enfermedad por coronavirus (COVID-19) y que además no registra efectos adversos graves. 

La publicación vino a cerrar la discusión avivada por dirigentes opositores y comunicadores que, sin la menor prudencia respecto a los resultados que ya habían sido revisados por la Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica (Anmat), optaron por denostar la vacuna y cuestionar de antemano su eficacia o seguridad como una forma de crítica al Gobierno nacional. Ahora, la información que publicó esta importante revista científica, que cuenta con la revisión de expertos independientes en la materia, ratificó la evaluación de Anmat. 

Uno de los referentes sobre el tema de vacunas en Córdoba y el país es Gabriel Morón, quien lleva más de 25 años investigando sobre la materia. Investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas de Argentina (Conicet), docente y secretario académico de la Facultad de Ciencias Químicas de la Universidad Nacional de Córdoba, subrayó que además de los datos conocidos esta semana sobre su eficacia, tanto la Sputnik V como otras vacunas de su tipo han mostrado una alta protección incluso con una sola dosis. Se trata de un aspecto que podría cobrar relevancia en un contexto de problemas de producción en las vacunas y un escenario futuro de mayor escasez para los países menos desarrollados. 

¿Cuáles son los datos que considera más importantes de la publicación sobre Sputnik V?

Lo que más destaca es la confirmación de la seguridad y la eficacia de esta vacuna, que llega a ser una de las tres con más eficacia y con un perfil de seguridad excelente, la máxima que uno podría esperar para cualquier tipo de vacuna. El 91,6% de eficacia en distintas edades desde 18 hasta mayores de 60 años es una eficacia muy alta. Hace prever que va a tener mucho éxito a medida que se comience a vacunar más gente.

¿La publicación dice algo acerca del tiempo que otorga inmunidad?

No, porque se hace un punto de corte hasta un determinado momento de los ensayos clínicos para ver los resultados, y a partir de ahí se hacen los informes tanto para las agencias regulatorias como para las publicaciones. Pero ellos siguen con un período mínimo de 180 después de la aplicación de la segunda dosis. No ha dado más los tiempos, el máximo que han estudiado son unos 70 días y ven que la protección se mantiene. Así que por lo menos por dos meses.

Todo eso es lo que se irá viendo de ahora en más con el comienzo de la vacunación y que se podrá medir más adelante. 

Sí, con todas las vacunas se mantiene el seguimiento a los pacientes a través de entrevistas para ver si tuvo la enfermedad. Recordemos que por ahora no sabemos si protege de la infección y de la posibilidad de contagiar a otra persona, eso es algo que se está estudiando y que necesita mayor cantidad de datos. Lo que sí se sabe, como de las otras vacunas, es que protege de la enfermedad severa y de la muerte. En base a los resultados obtenidos con la vacuna del ébola, con la misma plataforma de adenovirus, hasta 12 meses se ha visto. Con esta seguimos esperando hasta que pase el tiempo.

¿Por qué no se muestran antes estas publicaciones y por qué son tan importantes para la comunidad científicas?

La autorización de medicamentos va por separado de las publicaciones científicas, y la publicación en una revista no constituye una condición para la autorización. Dependiendo del país y del tipo de interacción con los laboratorios, la información que se somete a las autoridades regulatorias para la aprobación del medicamento son confidenciales en la mayoría de los países. Porque justamente los estudios no están terminados, puede haber cambios. Por ejemplo, no está completada toda la información para la efectividad a largo plazo, que también se pide, o eventuales problemas de seguridad a largo plazo, que no se pueden saber hasta que no pase el tiempo. Como la autorización definitiva no está, sino una provisoria en condiciones de emergencia, las empresas no quieren que se sepa todo porque hay competencia con otras. Pero las agencias regulatorias reciben mucha más información que la que se vuelca en los papers científicos. Se escruta con muchísimo mayor detalle cada uno de los resultados. Podría haber salido antes, pero hay que tener en cuenta que cuando se envía a publicar un paper no se acepta inmediatamente. La mayoría de las veces se solicitan cambios o estudios, que producen un ida y vuelta entre la editorial, los científicos y los revisores hasta que están de acuerdo.

O sea que lo fundamental es que la Anmat ya tenía la información y por eso avala que se apruebe en emergencia.

Sí, aparte porque una cosa son los resultados científicos que afectan exclusivamente a las personas que participaron de los ensayos, pero la Anmat o cualquier agencia regulatoria no está viendo si eso se hizo bien, sino si eso es aplicable a los millones de habitantes del país. Entonces exige otra serie de cosas. Por ejemplo, si la vacuna es producida en buenas condiciones para que después se pueda distribuir. La Anmat tiene que saberlo. Y como Rusia no forma parte de los proveedores habituales de medicamentos en Argentina, viajaron hasta la fábrica. A mí como científico no me importa mucho eso, pero como institución regulatoria tengo que saber cómo se produce y ver si está en condiciones de inyectarse a millones de personas. Son muchas más condiciones y datos. Ahora va a ir a las fábricas en India y Corea, porque a Rusia ya no le da la capacidad de producir y ha delegado en farmacéuticas en esos países.

Hay investigaciones importantes conocidas en las últimas semanas que señalan que la mayoría de los contagios se producen por aeorosoles y gotas que se transmiten por contactos cercanos, y que raramente por tocar superficies. ¿Tenemos que preocuparnos más por ventilar y menos por desinfectar cada cosa?

No hay que despreocuparse por las superficies: es la vía menos frecuente, lo cual no quiere decir que no ocurra. La gente respira y emite aerosoloes, que son gotitas muy chiquititas. Cuando uno estornuda o tose emite gotas mucho más grandes que caen a una distancia que va hasta un metro y medio, aproximadamente. Pero el aerosol es muy chiquito y se expande, y si estamos en un ambiente cerrado se condensa. La vía más habitual de contagio es por aerosoles en lugares cerrados con concurrencia de personas que no están protegidas por barbijo. Eso es lo que está ocurriendo en Europa. Están en invierno y con escasa ventilación. Si una persona infectada entra a un sitio, respira y no tiene elementos de protección, eso queda en el aire. Para tener una idea, la dispersión de un aerosol se compara con el humo de un cigarrillo. En las superficies, cuando la persona tose o estornuda, y también con los aerosoles, las gotas caen y se acumulan en la superficie. Y la gente se lleva las manos a la cara constantemente. Eso hace que si en algún lugar hay una acumulación importante, puede haber un contagio. Pero no es tan frecuente.

¿Por qué no se habla de vacunar a los niños todavía? ¿qué es lo que sigue en los ensayos clínicos?

No está previsto porque no fueron incluidos en los ensayos clínicos y por lo tanto no hay criterios de seguridad o eficacia. Se están comenzando a hacer algunos estudios con niños, que van a llevar su tiempo. Básicamente no es que no se pueda, sino que no se sabe, no hay datos todavía para dejar en claro que no van a tener problemas. Y no se hicieron porque la población que más necesita con urgencia la vacuna no son niños. Las respuestas van a venir, como ha ocurrido con una multitud de otros medicamentos, en lo que se llama la fase cuatro. Es decir, en el seguimiento de todas las personas, no solo las que participaron del ensayo clínico.

Se habla de liberar las patentes de las vacunas, para que sean accesibles y baratas para todos los países, sobre todo por la inversión que hicieron los Estados en la investigación. ¿Es posible algo así?

Siempre en un medicamento se plantea esto, pero a nivel global los países más fuertes son defensores de los sistemas de patentamiento, que son Estados Unidos y Europa. Y China, de sus propias patentes. Son gobiernos que no están hablando de eso y más bien prefieren negociar precios más accesibles. Hoy lo que más se está discutiendo es el acceso en los precios, pero por ahora no se está hablando del patentamiento. 

Esto de que la vacuna rusa tiene buena revisión en la comunidad científica internacional es una buena noticia para Argentina, pero a la vez podría aumentar su demanda. ¿Cree que podría profundizar la competencia entre países por adquirirla, en un contexto de poca disponibilidad de vacunas?

Sí, totalmente. Esa publicación viene a calmar las aguas debido a la falta de información que había al principio. Antes era Argentina, pero ahora son unos 20 países los que autorizaron la Sputnik. Va a complicar, pero lo que uno lee es que Rusia a ha privilegiado a la Argentina y que se está comenzando a producir la vacuna en otros sitios. Al menos eso es lo que se lee. La escala de producción de las vacunas es sin precedentes. La de Astra Zeneca en Europa no se está permitiendo ¿en mayores de 65 años, entonces hay un vacío que Pfizer no lo puede cubrir todavía y algunos pueden tener que verse obligados a comprar la Sputnik. El mercado se va a poner “calentito” con esto.