María Paula Cabrera estudió abogacía, pero responde que su profesión es sindicalista. Le tira más el laburo de defensa a los trabajadores del gremio que representa, el maderero, donde las mujeres se cuentan con los dedos de una mano.

“No estudie para hacerme millonaria”, afirma a El Periódico y agrega que el conocimiento “te posiciona diferente”. Y ese es uno de sus desafíos hoy a los 35 años, seguir estudiando.

Al Sindicato de la Madera de San Francisco no llegó por azar, el apellido Cabrera está tallado en la historia del sindicato que previamente presidió su padre y que desde el 2017 la tiene como líder. Es una de las dos mujeres en todo el país que está al frente de una seccional gremial en este rubro.

Aclara que si podría volver el tiempo atrás elegiría otra profesión por diversas cuestiones. Y en ese retroceder es inevitable el recuerdo de haber sido víctima de violencia de género y llegar a temer por su vida: “Ante cada hecho te matan en vida, es mucho lo que pasás”, señala, pero asume que ese trayecto doloroso la hizo más fuerte.

Aunque no se sienta ejemplo, dice mientras la charla progresa, María Paula reivindica a la mujer y también la lucha que el género ofrece hoy en las calles.

- ¿Cómo fuiste ganando espacio dentro del sindicalismo, donde hay mayoría de hombres y en un gremio donde las mujeres escasean?

Es un gremio netamente de hombres, no llegamos a 30 mujeres dentro de la jurisdicción que son unos seis departamentos de Córdoba. Algunas trabajan en fabrica, otras en administración en algunos pueblos de la provincia. Al principio resulta raro ver a una mujer. Cuento siempre una anécdota de cuando empecé con las audiencias en el Ministerio de Trabajo. Con un empresario de una localidad vecina entramos en una discusión y no le gustaba los reclamos que estábamos haciendo y me pregunta: ¿‘Qué le pasa María Paula, con quién durmió anoche que está tan nerviosa’? En ese momento me puse mal, salí de ahí y no podía superarlo, lloré bastante. Estoy segura que a un hombre no se lo plantearían así. Esos chistes machistas se encuentran todavía en los congresos con las federaciones, el decir ‘bueno, ahora las mujeres a lavar los platos’.

- ¿No fuiste viendo evolución en el último tiempo?

Sí, algo. No sé si es hacia conmigo particularmente porque hace varios años que trabajo de esto, pero me respetan en el trabajo. Me fui ganando el lugar. No me animo a decir que lo mismo le pasa a otra mujeres que deben ingresar a este mundo en un gremio netamente de hombres, pero de a poco te acostumbrás a relacionarte con tus pares. En el sindicalismo me han respetado más allá de alguna anécdota como estas, pero nunca sentí de parte de los trabajadores falta de respeto o acoso laboral.

- ¿Y con las empresas cómo es?

No me quiere casi ninguno (ríe), quizás porque hago bien las cosas. No hace mucho corté una audiencia en el Ministerio de Trabajo al recibir un comentario de un abogado que representa a una empresa que me dice: ‘No tomamos la pastillita hoy, ¿porque está tan nerviosa?’. Estoy más armada, esta vez no me hizo llorar. Había cinco hombres y yo, entre los funcionarios del Ministerio. Les dije ‘si el doctor me va a seguir faltando el respeto y nadie va a decir nada, me levanto, hasta acá llegué’.

“Las mujeres ya no son más sumisas, saben de sus derechos”

- De todos modos, quien hace esos comentarios machistas no repara en lo que puede estar viviendo una persona. Suelen ser más graves que una simple chicana dentro de una discusión laboral.

Exacto. En esa época cuando me dijeron lo de con quién había dormido, yo vivía dentro de mi casa una situación complicada, tenía una carga emocional complicada. Entonces no se tiene en cuenta la dimensión que puede tener un comentario de este tipo.

- ¿Hablás de violencia puertas adentro?

Tuve siete años de novia y tres de casada, donde hubo violencia de género. Yo pensaba que era el amor para toda la vida pero de casada aumentó la violencia y luego de tres años me separé. Pero todo me fue formando… a su vez era difícil ver cómo alguien que cortaba una ruta para reclamar por los salarios de los trabajadores frente a una empresa o que siempre les hizo frente a los hombres podía vivir una situación así. Siempre digo que hay que ponerse en los zapatos de los otros y tener una inteligencia tal, que suelen denominar interpersonal, y desarrollarlo porque no sabés lo que puede estar viviendo en su casa una persona. Una es la María Paula que va a trabajar y otra la que está en su casa. Eso es lo que inculco a mis compañeros de trabajo.

- ¿Qué debe cambiar en estos ámbitos?

Hay ciertas personas que no tienen vuelta atrás. Confío en las nuevas generaciones que incursionan, que escuchan, te dan un lugar porque es otra visión la femenina en el sindicalismo, somos distintos por naturaleza. Pero hay casos perdidos donde deberían volver a nacer. Hoy la igualdad de oportunidades para los trabajos lo veo difícil, estamos en proceso pero va a tardar años lograrlo.

- ¿Qué aporta la visión femenina en el sindicalismo?

La sensibilidad que tenemos las mujeres y le falta al hombre. La práctica, siempre de cómo podemos hacer tantas cosas al mismo tiempo. Así como dicen que el hombre es muy visual, la mujer es muy auditiva, por lo que considero que tiene otra sensibilidad hacia el problema, las circunstancias y las soluciones.

8 de marzo: Día Internacional de la Mujer

- ¿Qué reflexión hacés de este día?

No le dije feliz día a nadie. Es una jornada de reflexión y conmemoración, se conmemora el Día Internacional de la Mujer trabajadora a raíz de las 129 mujeres que perdieron su vida defendiendo sus derechos y no hay que perder ese origen. Es un día para pensar en los derechos y la igualdad de género. Sabemos que fisiológicamente somos diferentes al hombre y hay ciertas cosas que no podemos hacer, pero hay puestos que se ocupan desde el lado femenino. Y al margen de ello hay que luchar porque las remuneraciones sean iguales al hombre. Pero también hay roles que pueden ser ocupados por mujeres sin que las discriminen, que a veces es algo encubierto. Nadie te a va decir ‘este puesto no lo vas a ocupar por ser mujer’. Pero sin embargo no estás, pero sí tenés capacidad.

- Reivindicás los movimientos feministas, el mensaje hacia la sociedad.

Que se visibilice es bueno, creo que habrá más víctimas de violencia, lamentablemente las mujeres están pagando con sus vidas porque ya no son más sumisas, saben sus derechos.

Hay que empezar a tratar al hombre, la masculinidad y eso lleva años. Por ahí escuchás frases como ‘ahora no hacen caso’ y decís qué difícil es.

- En tu caso pudiste salir de un contexto violento. ¿Se logra perder el miedo?

Sí. A mí no me da vergüenza contarlo, pero tampoco soy ejemplo. Lo cuento para decir que se puede salir de esta situación y que lleva su tiempo. Pero sí digo que te matan en vida porque es mucho lo que pasás. Y cuando salís y te recuperás después de lo vivido, no te para nadie. Entonces te preguntás: ¿miedo a qué? Si un montón de veces pensaste que era la última vez. Vivir esa locura de que te golpeen y que después sos la mejor mujer del mundo… Llega un momento en que no lo aguantás más.

- Las cosas pasan por algo, aunque no sean las elegidas: ¿te sentís más fuerte?

Te hace fuerte la vivencia. Yo estaba casada y me decían por qué no dejas de trabajar que no hace falta. Y nunca dejé de hacerlo, me casé a los 26 y gracias a Dios seguí trabajando porque la dependencia económica con tu pareja hace que aguantes un montón de cosas más.