A Gonzalo Giuliano Albo la curiosidad por saber más sobre aquellos alumnos que pasaban por momentos difíciles, algo que notaba en las aulas, lo terminó llevando a asumir un rol más protagónico en su vida. Lleva dos décadas como docente de Historia e Inglés y aproximadamente una como voluntario social. La docencia, considera, fue un trampolín que lo llevó al interior de los barrios y en la actualidad integra el merendero La Amistad, de la ciudad de Frontera, también la Red Solidaria.

En una entrevista con El Periódico, Giuliano Albo reflexionó sobre el rol de los gobiernos ante la situación que atraviesan merenderos y comedores comunitarios, muchos de ellos reconvertidos en ollas populares durante la pandemia del coronavirus. Categórico, afirmó que existe un desencuentro entre estos espacios y los gobiernos municipales; además se refirió a la estigmatización que existe hacia la periferia y la necesidad de que se renueve, lo que denominó como “pacto económico”.

- Días atrás escribiste una carta abierta donde analizás el desencuentro que existe entre los espacios comunitarios y solidarios con los gobiernos municipales de Frontera y San Francisco. ¿Por qué se da?

La situación de pandemia es nueva y todos improvisamos, por eso hay ensayo y error y la realidad se nos vino encima. La crisis económica, sanitaria y este tembladeral creó cambios en las conductas, mentalidades y los sectores reaccionaron de distinta manera. Los más afectados, las familias humildes, los barrios periféricos son los que más conciencia tomaron de que salvarse es un asunto colectivo, sino no habrá ningún tipo de salvación. Las ollas populares fueron una muestra concreta de amor, hechas con tiempo, insumos y pensadas en el prójimo que está caído. Me pareció algo conmovedor, la ciudadanía en general se sensibilizó mucho y eso se vio en la cantidad de donaciones que hubo. Pero no encuentro el mismo eco, reflejo, la misma respuesta en los sectores que deben garantizar derechos y promover el ejercicio de derecho a la alimentación, al abrigo o a un medioambiente o entorno saludable. Hay preguntas que surgen solas.

- ¿Cómo cuáles?

Si tenemos que buscar verduras que no están en estado óptimo en los negocios para poder armar las ollas: ¿por qué no tenemos difusión y promoción de quintas? Algo que no requiere de tanta inversión, sino palas, carretillas semillas, presencia del INTA. Esta crisis puede ser la oportunidad para generar un cinturón de agricultura, horticultura, que haga más liviana la crisis alimentaria y permita acercarnos a algo tan trillado como la soberanía alimentaria, porque sería plantear una agricultura sin el uso de agroquímicos y acercarnos al hecho de qué sembramos y qué queremos consumir. Por otra parte estamos buscando pan de ayer en las panaderías, pero existe la posibilidad de promover la construcción de hornos que sirvan para alimentar y para hacer microemprendimientos. No tenemos barbijos, los podemos hacer, podemos reparar ropa que nos entregan para el invierno pero no tenemos máquinas para coser. Hablamos de formas de presencia inteligente del Estado que creo todavía no ocurre. Ojo, no estoy en contra del bolsón que es asistencia necesaria y urgente, pero a largo plazo no genera promoción social, no hace a un ciudadano un productor independiente.

- ¿Es difícil canalizar este mensaje y llegar a los gobiernos para que se genere el encuentro que falta?

Es un déficit también, que debo reconocer, de nuestro sector social que es el de no estar organizados y el de haber naturalizado la ausencia de ayudas o pensar que las ayudas esporádicas bastan. En realidad, no son visibilizadas como una negligencia o incumplimiento a los deberes públicos, porque son derechos, que en determinada coyuntura política se perdieron y se llega al extremo actual. Se cayeron las changas, hay frío, no hay vivienda digna, hay falta de servicios, un entorno degradado. Por eso se necesitaría la ayuda para que sea una especie de trampolín y que cuando las condiciones económicas lo permitan también se produzca el despegue económico de quienes están postrados. A mí personalmente la escuela me muestra que el ser humano es perfectible y que vale la pena porque se puede cambiar para mejorar. La historia también presenta ejemplos que no se van a repetir, pero pueden servir como ayuda y en épocas de crisis la presencia del Estado es clave.

- ¿Cuán fundamental fue la docencia para meterte en el trabajo social?

La curiosidad de cosas extrañas que pasaban en la escuela me hizo pensar que debía entrar al barrio y ver el entorno de ese chico para entender qué estaba pasando. A veces desarreglo, hambre; me hizo pensar que eso era nada más que la punta del iceberg, que había algo atrás. En los barrios hay realidades ocultas, en algún otro momento fue más fácil el contacto entre la periferia y el centro, pero en este momento están estigmatizados como sitios de delito, de pobreza y peligro. Eso hace que no haya ninguna información más que prejuicios.

- En tu carta hablás de la necesidad de un “pacto económico renovado”. ¿A qué te referís?

Tiene que ver con la necesidad de comprender que nuestras autoridades están para satisfacer las necesidades de sus representados, hacer cumplir derechos, no están para dar dadivas o pensar que las cosas suceden y no se puede hacer nada. Hay mucho para hacer, la presencia de tanta tierra, residuos y basura para reciclar no solo se trata de algo ecológico sino de un negocio lucrativo que puede ser aplicado. La botella, el cartón, el papel, el confinamiento de pilas en el cemento… Y hay reservas humanas para trabajar, voluntarios en universidades, iglesias, instituciones; presencia juvenil que quiere participar y ofrecer soluciones, que hoy están sin uso.

- Se dice que esta pandemia no puede pasar desapercibida, que debe generar una sociedad más empática. ¿Tenés confianza que suceda?

Para profeta nunca serví (ríe). Debería ser la conclusión común, la salvación es colectiva o no es salvación.