“Tiene que existir la pena de muerte…Por mí que los pongan contra un paredón y los fusilen a todos…Yo no tengo nada que ver con estas lacras…”, esas son algunas de las tantas frases que muchas personas mencionan a diario ante hechos delictivos menores en la ciudad. Las mismas frases que la docente jubilada Silvana María Mandrile (60), repudia e intenta contrarrestar desde hace muchos años.

La mujer de San Francisco ya está retirada hace algunos años, pero sigue haciendo docencia desde su lugar. A partir de su vasta experiencia, escribió dos libros referidos a la educación en contextos de encierros, en los que busca plasmar la realidad de muchas personas que llegan a los penales tras un pasado, en varios casos, de abandono, desigualdad y estigma social. Además las obras sirven para los docentes que tienen intenciones de ser educadores en estos establecimientos cuenten con una referencia pedagógica y análisis del mundo al que se enfrentan e intentan dar herramientas a través de la educación.

La docente se desempeñó durante 27 años brindando clases en la Unidad Correccional de San Francisco, primero como maestra y luego como jefa del área de educación del establecimiento. Conoció la realidad de muchos reclusos y afrontó el desafío de ser una de las pioneras en darle herramientas para salir adelante a personas que ya fueron condenadas y están pagando su castigo mediante el encierro.

“El joven desorientado que llega a la cárcel es porque no encontró ningún límite antes. Nadie nace delincuente, van aprendiendo dependiendo del contexto en que van creciendo. Si alguien nació en un entorno delictivo es lógico que sea un delincuente”, consideró la maestra.

En este sentido, Mandrile explicó que “si el recluso sabe aprovechar la  escuela en la cárcel puede obtener herramientas que realmente necesitan para poder el día de mañana cuando egresen y sean ciudadanos responsables”.

El regreso de la democracia

La maestra, que también se desempeñó durante varios años en la Escuela Hipólito Bouchard de San Francisco, explicó que su inicio en la cárcel local se dio con la vuelta de la democracia en 1983, al restituirse el respeto a la Constitución Nacional por ende el derecho a la educación como derecho para todos.

-¿En qué momento decidiste dar clases en la Penitenciaría?

En realidad no lo decidí yo. En el año 1983 me estaba desempeñando como docente en los centros de adultos pero en aquel momento éramos contratadas. No me renovaban el contrato en los centros de adultos, solamente me aceptaban en la cárcel porque en ese momento es donde surge el sistema educativo en la penitenciaría con la vuelta de la democracia. Allí surgió la necesidad de la figura de un psicólogo, de una asistente social y una docente que dependan del Ministerio de Seguridad.

-¿Cómo fue esa experiencia?

Era muy joven. Tenía solo 21 años. Venía de estudiar un magisterio común en la Escuela Normal. Fue un lugar difícil al principio como lo es para todos. Además fui la primera mujer en dar clases en el establecimiento cuando solamente funcionaba el nivel primario. Después con el tiempo se fueron incorporando otras actividades no formales como talleres de manualidades, música, coro, hasta que finalmente se incorporó el nivel medio. Actualmente tienen la posibilidad de estudiar nivel superior a distancia.

Silvana, ya jubilada continúa con su pasión de escribir.
Silvana, ya jubilada continúa con su pasión de escribir.

-¿Pueden estudiar en universidades?

Sí. Hay convenios establecidos con la UTN de San Francisco y la con la Universidad Nacional de Córdoba. Ellos lo pueden hacer en calidad de libre si no pueden salir. Hubo un caso en la UTN que se recibió de programador.

-¿El "qué dirán" de los primeros años fue fuerte?

Estamos lidiando con una sociedad que a veces se cree exceptuada de algún día estar en un lugar como ese. Personalmente hasta yo que fui empleada del Servicio Penitenciario me sentí en algunas ocasiones discriminada, asique imagínate un interno o personal penitenciario. En mi libro escribo un capítulo por la necesidad de hacer algo con los guardiacárceles porque son los que están 24 o más horas con los internos.

-Es un servicio muy complejo.

Sí. Necesitarían mayor formación y contención. Así como hay un equipo profesional que atiende al interno debería haber un equipo que asista al guardiacárcel.

 -¿Alguna vez tuviste un inconveniente por una mala nota o alguna situación violenta?

No, para nada. Tanto en la escuela primaria como en el secundario no hay problemas. Tienen clases todos los días y van con voluntad a estudiar aunque debería ser obligatorio por ley. Todos tiene derecho a recibir educación, lo dice la propia Constitución.

La educación, la clave

-¿Qué querés decir con el título “La prisión último límite o primero”?

Es para que el lector lea y llegue a su conclusión. Como seres humanos vamos transitando por diversas instituciones y la familia es la célula fundamental para nuestra conducta, valores y hábitos. En el último tiempo apareció un nuevo grupo que a partir de la falta de contención de una familia responsable se transforman en los “Ni-Ni”, que no trabajan y ni estudian. El joven desorientado que llega a la cárcel es porque no encontró ningún límite antes. Nadie nace delincuente, van aprendiendo dependiendo del contexto en que van creciendo. Si alguien nació en un entorno delictivo es lógico que sea un delincuente.

- Es clave la educación en la cárcel…

Sí. Por eso le doy mucha importancia a la escuela en la cárcel porque es un espacio donde si ellos lo saben aprovechar podemos brindar herramientas que realmente necesitan para poder el día de mañana cuando egresen sean ciudadanos responsables y no tener que retroceder como pasa muchas veces.

- Muchos dicen que la cárcel es una escuela de delincuentes.

Lo que veo en este último tiempo y lo comparo con la época en que entré a trabajar es que ahora hay muchos jóvenes de 18 años. Me preguntó qué lleva a eso jóvenes a llegar a una cárcel y realmente hay una falla educativa, estamos fallando como sociedad, somos una sociedad enferma en el sentido en que nos volvimos totalmente individualistas y cero compromiso con el otro.

- ¿Escuchás muchas veces frases de pena de muerte o “paredón”?

Es muy fácil decir que el que comete un delito que lo maten. Pero no todos los malos están adentro y no todos los buenos están afuera. A veces la gente se equivoca en el pedido de hacer justicia por mano propia. Ese no es el camino, nunca sirvió ese método, se ha matado a gente inocente a lo largo de la historia.

Además de escribir le gusta pintar.
Además de escribir le gusta pintar.

El reencuentro

Como suele pasar con este tipo de desafíos, donde una persona se propone ayudar a otros que están atravesados por malos hábitos o incluso hasta historias espantosas, hay experiencias frustrantes y enriquecedoras.

- ¿Conociste historias fuertes?

Sí, hay gente que cometió todo tipo de delitos. Desde robo, homicidio, violaciones. Por eso una parte de este libro está dirigido a los docentes porque para trabajar en un lugar como ese hay que tener una preparación diferente. Nace más de cómo sos como persona, no hay que tener prejuicios.

- Hay que estar preparado para dar clases en ese contexto…

Una vez una estudiante de maestra me dijo que quería dar clases en la cárcel pero no a los violadores. Y le dije que no vaya porque no se puede ir con esos prejuicios. Porque estas personas ya fueron juzgadas y están cumpliendo su condena. Y el rol de los docentes no es volver a juzgarlos o volver a condenarlo, sino todo lo contrario, es brindar las herramientas que requieren para poder recuperarse.

- ¿Te reencontraste con algún recluso en la calle?

Sí, incluso en mi primer libro hay testimonios de alumnos que estaban viviendo ya en libertad. Uno de ellos estuvo para presentar mi libro “Mentes abiertas en espacios cerrados” en el Teatrillo Municipal de San Francisco. Eso es un orgullo porque si podés salvar a uno, ya te sentís realizada.