Cada año, la escuela nocturna J. B. Iturraspe, que funciona en las instalaciones de la escuela Yrigoyen, recibe a numerosos alumnos que llegan para empezar o terminar la primaria. Si bien la edad base para poder completar los estudios es de 14 años, hay alumnos de más de 30 que se le animan, contra todo prejuicio, a las carpetas y los libros.

Según explica Claudia Pioli, la directora, el número de personas en situación de analfabetismo representa entre un 25 y un 30 por ciento de la matrícula.

Los cursos se dividen en alfabetización inicial, para los que no saben leer y escribir, en el que hay seis personas; primer ciclo, que supera la etapa de alfabetización; y segundo ciclo, que es la de finalización.

Hacer la primaria, después de los 30

La directora aclara que la educación de adultos se maneja con módulos. Los docentes hacen una secuencia didáctica en la que los alumnos no advierten el cambio de asignatura. Las evaluaciones no son las tradicionales, sino que se va evaluando el trayecto, de manera diaria, a modo de ejercitaciones.

Perfil del alumno

Los alumnos que pueden encontrarse son personas de entre 14 y 65 años. “No nos sorprenden estas edades, es algo habitual. Generalmente terminan de estudiar. Respecto al tiempo que tardan en finalizar los ciclos, depende de la realidad de cada uno y de su avance”, añade Pioli.

Hay quienes asisten con sus familiares. “Tenemos dos hermanos por un lado, y tres hermanas por otro, una de ellas viene con el novio. Hemos tenido también madres que vienen a acompañar a sus hijos y ambos terminan la primaria”, cuenta Claudia.

“Hay mucho prejuicio”

La directora asegura que hay mucho prejuicio detrás de estos alumnos. “Existe cierta violencia psicológica y nuestros alumnos normalmente son víctimas de ella. Hemos escuchado por ejemplo que dicen ‘es verdad lo que dice mi papá, soy un burro’ o ‘nunca voy a aprender nada’, y cuando son conscientes de su avance, es impresionante su alegría. Eso paga todo sacrifico que podemos hacer los docentes”, relata.

“Los jóvenes tienen historias muy difíciles, problemas con la droga, familias violentas, ellos nos cuentan su vida y se nos pone la piel de gallina. Por eso nos alegra mucho el que a pesar de las problemáticas familiares vengan”, subraya.

Educación física

Gustavo Cravero, profesor de educación física que trabaja en la escuela desde hace 27 años, nos recibe en el aula.

Hacer la primaria, después de los 30

“Empecé por un reemplazo –cuenta. Las prácticas son diversas por la diferencia en las edades. Tenés que ir adaptándote y dar actividades que les guste a cada grupo. Se suele hacer una clase teórico-práctica, a veces  más práctica que teórica. Particularmente, con el grupo mayor hacemos juegos, caminatas, gimnasia. En cambio los jóvenes juegan al vóley o básquet”.

Los alumnos

Javier (37) cuenta que decidió estudiar, a pesar de tener una dificultad para leer, porque es lo que más desea. El hombre asegura que el grupo “es muy lindo” y que su objetivo es terminar de estudiar. “Si se puede, quiero seguir trabajando, a mí me gusta la repostería”, revela.

Francisco (61) es albañil y es el más grande. “Vengo porque nunca pude ir a la escuela. Quiero aprender a leer y a escribir. En mi casa tengo a mis hijas que me ayudan cuando tienen un tiempo, pero yo me defiendo demasiado”, confiesa.

El hombre, que tiene cuatro hijos que terminaron la secundaria, uno de las cuales siguió la carrera de enfermería, explicó que se anotó en varias oportunidades. “Pero siempre daba la circunstancia que conseguía trabajo y tenía que abandonar la escuela”, manifiesta.

María Rosa (45) sueña con poder concluir sus estudios primarios. “Fui a la primaria pero no la terminé. Ahora decidí empezar porque me gusta enfermería y necesitaba terminar esta etapa para seguir con eso. Hace 25 años que trabajo con gente grande”, detalla.

La mujer destaca que un gran apoyo es su familia: “Me ayuda y me acompaña. Mis hijos me fueron a comprar las cosas para la escuela y mis nietos me preguntan qué hice y cómo me fue”.

Para Sandra (41), estudiar es una meta que quiere cumplir. “Yo fui a la escuela hasta los 12 años, pero por cosas de la vida no pude seguir. Esto lo hago por mí, porque quiero defenderme, independizarme. Tengo un proyecto y lo pienso seguir. Me gusta costura y mi sueño es hacerle el vestido de 15 a mi nieta”, asevera.

Hacer la primaria, después de los 30

Sandra cuenta que tiene un hijo de 13 años con el que a veces estudian juntos. “Me gusta la escuela y voy a seguir hasta tener algo logrado”, asegura.

Por último, Verónica (38), cuenta que su aspiración es poder enseñarle a su hija más chica, que va a cuarto grado, y poder desenvolverse sola. Sobre el apoyo familiar, revela que tiene dos hijas: “La más grande, cuando tiene tiempo me ayuda a estudiar un poco”, dice.

“Me gustan mucho los números. Los profesores son muy buenos. También se está formando un buen grupo y una linda amistad”, finaliza.