Sin dudas fue el año donde el teléfono celular y la computadora se convirtieron en herramientas más que importantes para la educación. El virus, que ingresó también de manera intempestiva a las aulas provocó su vaciamiento desde mediados de marzo hasta hoy, con la promesa de que vuelvan a llenarse en 2021.

La educación pasó a ser remota, los docentes debieron ingeniárselas para dar clases de otra forma y mantener incentivados a sus alumnos. Así se pusieron de manifiesto las diferencias en la disponibilidad y el acceso a bienes y servicios digitales, razón por la cual el aprendizaje fue distinto para cada estudiante.

El cierre de las escuelas iba a ser por dos semanas, pero luego, a medida que el virus iba ganando terreno en el país, se decidió que los docentes echaran mano a las clases virtuales. Y así llegaron a las vacaciones de julio.

María Azucena Sánchez, inspectora de Educación Primaria, reconocía el “agotamiento” que habían sufrido en ese primer cuatrimestre los docentes, aunque remarcaba la expectativa por la posible llegada de la presencialidad que nunca existió.

Para los padres, el aprendizaje en casa supuso una carga horaria superlativa a la hora de acompañar al niño en el proceso de aprendizaje. También ellos debieron enfrentar desafíos que fueron variando también con las flexibilizaciones del aislamiento y el regreso a sus trabajos.

La segunda etapa y los que quedaron afuera

En septiembre, desde nuestras páginas dábamos cuenta de aquellos alumnos que podían ir quedando afuera del sistema educativo al no tener servicios básicos como la energía eléctrica y el wifi.

Marita Vergnano, directora en el IPEM Nº 96 “Prof. Pascual Bailón Sosa” dio un panorama de lo que sucedía en algunas escuelas de nivel medio.

“Al comienzo de la pandemia planeamos unas actividades sencillas, simples, con un mensaje de que a la vuelta las corregíamos. Luego nos dimos cuenta de que en realidad no volvíamos y de que había situaciones muy complejas, porque no todos los chicos tienen internet, incluso en Bailón Sosa hay chicos sin luz, se hacía todo muy complejo”, detallaba.

El profesor de Lengua y literatura en el nivel secundario, Pablo Sánchez, fue categórico al responder sobre lo que puso de manifiesto la pandemia: “Era algo que los que estamos en la educación pública ya lo sabíamos, pero por ahí otros sectores desconocía y es la enorme inequidad, la desigualdad en materia social, económica y cultural que tienen los chicos y sus familias. No todos tienen el acceso a las mismas posibilidades tecnológicas y culturales, en ese sentido hay chicos que tienen conectividad y pueden aprovechar al máximo la virtualidad y en otras familias la conectividad es reducida o nula. Hay hogares en los que tienen un solo celular para todos y el papá se lo tiene que llevar al trabajo, o tienen problemas para cargar y enviar los trabajos”, resaltaba.

Asimismo, para el docente, nada reemplaza al contacto con los alumnos en las aulas. “Han colapsado muchos de los recursos de los docentes”, decía crítico.