Por Mariana Comba - Licenciada en Educación Inicial

La inteligencia emocional no es lo opuesto a la inteligencia,
no es el triunfo del corazón sobre la cabeza, es la intersección de ambas. 
David Caruso

En la actualidad, enseñar a los niños a reconocer, expresar y gestionar sus emociones se ha convertido en un aspecto fundamental de la educación. La educación emocional es tan importante como la instrucción de contenidos porque ambas dimensiones —la emocional y la cognitiva— están profundamente entrelazadas en los procesos de aprendizaje y desarrollo integral de las personas.

¿Qué se entiende por educación emocional? Según Rafael Bisquerra “es un proceso educativo, continuo y permanente, que pretende potenciar el desarrollo emocional como complemento indispensable del desarrollo cognitivo, constituyendo ambos los elementos esenciales del desarrollo de la personalidad integral, para ello se propone el desarrollo de conocimientos y habilidades sobre las emociones con el objeto de capacitar al individuo para afrontar mejor los retos que se planten en la vida cotidiana. todo ello tiene como finalidad aumentar el bienestar personal y social.”*

En el escenario escolar actual se observan con preocupación situaciones de violencia, abuso, bullying, grooming y otros problemas cuya raíz común, muchas veces, suele ser una inadecuada gestión emocional. Diversos estudios vinculan estas problemáticas con la falta de competencias emocionales en niños y adolescentes. Por ello, resulta urgente y necesario incorporar la educación emocional en el aula y abordarla de manera transversal en todas las áreas de conocimiento.

Uno de los objetivos centrales de la educación emocional es ayudar a los niños a generar emociones positivas, ya que estas favorecen el aprendizaje, la convivencia y el bienestar personal. Para lograrlo, es fundamental promover una mejor calidad de vida a través del desarrollo de habilidades personales como el autoconocimiento, la autorregulación emocional, la automotivación, la empatía y las competencias sociales.

Desarrollar las competencias básicas para la vida supone conocer y comprender las propias emociones y las de los demás. No se trata de poner afecto en el proceso educativo sino de educar el afecto. Las emociones son educables, pero para ello necesitan un espacio y un tiempo para hacer posible este aprendizaje. Esto supone generar un clima de trabajo adecuado en el aula.

Nos apura la acción para dar lugar al cambio. La enseñanza de habilidades emocionales no es un complemento de la educación, estas competencias son fundamentales para mejorar la calidad de vida y prevenir conductas problemáticas. Enseñar a los niños a generar emociones positivas implica brindarles herramientas para construir una vida más plena, con sentido y bienestar. Es una responsabilidad compartida entre la escuela, la familia y la comunidad.

*Rafael Bisquerra es presidente de la Red Internacional de Educación Emocional y Bienestar (RIEEB) director del Posgrado en Educación Emocional y Bienestar (PEEB) y del Posgrado en Inteligencia Emocional en las Organizaciones (PIE) de la Universitat de Barcelona.

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