El 44° Campeonato Nacional de Baby Fútbol tuvo una previa con un hecho que, lejos de generar conciencia, marcó el camino y el desarrollo de la competencia en las tribunas. Los padres de la categoría 2007 de Deportivo Sebastián fueron sancionados y no pudieron ingresar por estos días a los estadios donde se disputa el torneo, tras la agresión del familiar de un jugador al entrenador del equipo.

Este hecho violento había generado indignación no solo en el ámbito deportivo sino en la comunidad. Las demás instituciones respaldaron la resolución y celebraron la medida tomada por el club de Frontera con el fin de protegerse y sentar un precedente ante esta problemática. El Periódico además publicó las maniobras que los dirigentes deben realizar a diario para controlar a los adultos, control que a la larga termina siendo escaso por la imprevisibilidad de los hechos que terminan desbordando a los clubes.

Pese a este llamado de atención, poco cambió. Cuando se esperaba que los adultos tomen conciencia de que esto es un juego de niños, los episodios de violencia -en distintas magnitudes- se repitieron en algunas canchas mientras se disputa el Campeonato Nacional que culmina este sábado. Claro está que este comportamiento no puede generalizarse, ya que los inadaptados no son mayoría en cada cancha, pero los hechos tampoco pueden ocultarse.

Pese a esto, el torneo tuvo igualmente a una gran mayoría del público viviendo una fiesta, con niños felices por poder despedirse del Baby corriendo detrás de una pelota y con jornadas que pudieron completarse con normalidad en tiempo y forma. Y por la amistad entre los niños locales y visitantes que se forja en toda la semana.

Expulsados y llamados de atención

En más de una ocasión en estos días, los árbitros tuvieron que detener el juego en algunas canchas para pedir a los delegados que retiren a distintas personas que insultaban. Esto sucedió al menos una vez en las sedes de Deportivo Oeste, Tiro y Gimnasia, General Savio, Freyre y Belgrano.

En reiteradas ocasiones, los árbitros también tuvieron que solicitar a los delegados calmar a las hinchadas que se excedían en los reclamos.

Los entrenadores también fueron protagonistas. No todos. Pero algunos de ellos recibieron el llamado de atención de quienes imparten justicia dentro del campo de juego para que mermen sus protestas. La idea era preservar a los niños.  

Los menos respetados

“¡Burros!”, el calificativo en común y reproducible que se escuchó desde la tribuna hacia los árbitros, los menos respetados y más criticados del torneo.

En más de una ocasión tuvieron que lidiar con “partidos chivos”, pero no porque los niños hayan complicado el desarrollo del juego. Al contrario, ante cada infracción la tribuna enardecía reclamando tarjetas. Allí se producía una catarata de insultos contra el árbitro, que lo único que pretendía era desdramatizar la situación. Afuera de la cancha muchos no lo entienden y se estuvo lejos de eso.

Los otros perjudicados. Son  los colaboradores de los clubes. Padres, madres, hermanos, abuelos que trabajan en las canchas para que la fiesta sea completa y deben lidiar con estos problemas. Con derecho de admisión, los violentos no ingresarán a las canchas, pero las multas y la quita de localía la pagarán los clubes.

El colmo

El miércoles, en horas de la madrugada, la madre de un niño de Los Andes denunció que su hijo fue agredido tras un encuentro con Barrio Jardín. Ante esta situación, la Liga inició una investigación para conocer lo sucedido y acompañó a la madre a realizar la denuncia correspondiente en la Departamental San Justo de Policía.

No hay dudas de que el contexto que rodea al fútbol es un reflejo de la sociedad, pero lo grave es que se vive de igual manera en ámbitos donde participan los más chicos.

Así y todo, no hay que soslayar la labor de los clubes y su gente, el esfuerzo de los dirigentes, familias y colaboradores de cada club para que todo salga bien y que los chicos tengan su fiesta, y también el de los hinchas que fueron a acompañar pese a cualquier resultado.

Algo debe cambiar

La presión a la que estuvieron expuestos los niños en este Campeonato Nacional fue muy fuerte. En al menos dos ocasiones, según presenció este medio, hubo niños que salieron llorando de la cancha. En otras, los propios menores manifestaron la incomodidad de jugar con tribunas que coreaban más insultos que aliento.

Las advertencias fueron varias. Desde la Liga, desde los clubes y hasta hubo una denuncia de por medio. Los árbitros se pueden equivocar, los técnicos y los hinchas también; pero cuando la situación se repite y máxime en un corto lapso de tiempo, pese a todas las advertencias, queda claro que algo debe cambiar y que algunos no entienden que se trata de un juego.