El sol está bajando, son las 19 de un miércoles pero ellos no se mueven del campito. Son cerca de 50 hombres, pero aseguran que a veces pueden ser más.

“Cuidado que va a tirar” se escucha, uno toma carrera y lanza la bocha con todas las expectativas.

Como todos los días, desde hace siete u ocho años, se reúnen a jugar a las bochas. “De lunes a viernes jugamos acá”, explica Maxi en referencia al predio que ya se convirtió en su segunda casa-ubicado sobre Rufino Varela, a metros de Sabattini- y agrega que los sábados y domingos el grupo se traslada hasta otro espacio verde, sobre López y Planes y Camino Interprovincial.

Oscar cuenta que también se juega “en los ferroviarios, por Caseros” y que se trata de un juego libre. “Al que le gusta jugar a las bochas en el campo juega acá. Vienen también los jubilados”, asegura.

Otra pasión que convoca: las bochas en el “campito”

No sólo vecinos de San Francisco participan de ese ritual, sino que llegan a diario jugadores de la zona, como Devoto, Brinkmann y Freyre. Y así como lo juegan adultos, también lo hacen los chicos. “Viene gente joven y mayor para distenderse, es un juego muy bueno porque es sencillo, acá se juega para pasar el momento. Podés encontrar a chicos de cinco o seis años, hasta hombres de 80”, agrega Héctor, otro bochófilo.

“Por honor o por dinero”

Siempre hombres, cada uno lleva sus bochas. Las parejas se arman durante el día y se van desafiando. “Cada jugador tiene su forma de jugar,entonces una vez que llegan empiezan a desafiarse, uno juega con uno, el otro con el otro, y así”, cuentan.

Cada partido es distinto, puede terminar en veinte minutos o extenderse por una hora. Y hasta puede haber cuatro, cinco o seis partidos e simultáneo.

A veces es por el honor, otras por dinero. Si bien explican que se reúnen para pasar el momento, de vez en cuando uno o dos billetes le dan valor a la jugada. Los fines de semana, cuando se improvisan campeonatos, se suele apostar hasta 100 pesos por cabeza, llegándose a juntar, a veces hasta 4 mil pesos.

Y los que no juegan, o los que esperan por su turno, se reúnen alrededor de una mesa en la que se arman partidas de cartas. No es el truco, sino la mosca, el juego preferido.

Otra pasión que convoca: las bochas en el “campito”

La segunda casa

Para muchos, el campito es su segunda casa. Quienes se llegan al lugar a diario, cuentan que es el destino elegido al final de la jornada laboral. “Terminamos el horario corrido de trabajo y venimos, arrancamos más o menos a las tres y media y estamos hasta que oscurezca. O hasta que nos coman los mosquitos”, bromea Maxi. “A medida que van saliendo de trabajar se acercan acá. Después recién van a su casa”, añade Oscar.

Pero no todos, ya que cuentan que algunos, al caer la noche, siguen con su ritual en distintos clubes.

Todos coinciden en que el predio siempre está en condiciones, un poco por el mantenimiento y un poco por el uso intenso. “Como se usa todos los días el pasto se mantiene bajito” dice Oscar. “La municipalidad lo corta siempre, ahora el pasto está un poco largo pero ya lo van a cortar”, agrega Maxi. Lo cierto es que cuando llueve, el juego no se suspende, sino que se traslada sobre ese césped.

Entre el deporte y la amistad

“Es un deporte sano, la gente viene a mirar, se distiende. Nos encontramos a mucha gente amiga, charlamos de todo un poco. Nos conocemos de todos lados, la mayoría somos gente de trabajo y nos encontramos acá”, cuenta Oscar.

Vos te hacés mucha amistad acá, es muy lindo esto. Los fines de semana, cuando terminan los campeonatos, se divide y se come o se toma algo, se hacen asados. Este es uno de los deportes más lindos”, cierra Maxi.