Hubo un tiempo en que los festejos de carnaval eran organizados por los clubes de la ciudad. De los más convocantes colaboraban decenas de personas allegadas a la institución anfitriona. Así, entre varios otros, Asociación El Ceibo y Antártida Argentina supieron ponerse al hombro la coordinación de este tipo de eventos. 

El Ceibo, el primero

Luis Abbá, quien fuera presidente durante muchos años de El Ceibo, recordó que este club fue el primero que los empezó a hacer luego de varios años de encontrarse suspendidos. Los carnavales se llevaron a cabo en la década del 80, previa autorización municipal. “Como San Francisco no tenía ninguna fiesta, salvo los bailes de Bomberos, pensamos en algo nuevo”, detalló.

El Ceibo los realizó durante cerca de diez años consecutivos. Se hacían en el bulevar 25 de Mayo entre Pasaje Champagnat y Garibaldi, y se extendían durante varios fines de semana. Además de la conocida comparsa “Yaciberá”, oriunda de San Cristóbal, participaron “Marumbá”, de Tostado, y “Copacabana” de Corrientes, la número uno del país en aquella época, entre otras.

Abbá explicó que se les daba participación a todos los clubes, y que a algunos de ellos se les facilitaron carrozas, que habían sido adquiridas en Pozo del Molle, para que fueran preparadas y utilizadas para desfilar.

Entre algunas de las características más resonantes de aquella época, el hombre contó que todos los colaboradores eran allegados al club, quienes entre otras cosas se encargaban de cobrar las entradas, mientras que las cantinas eran manejadas por distintas organizaciones de bien público.

El expresidente agregó que había nieve loca, serpentina y que también se tiraba agua. Además, recordó a un hombre que se subía a una bicicleta de dos metros de altura a quien los chicos intentaban voltear, y a otro que se disfrazaba de gorila. “Era un espectáculo ver eso”, aseveró.

Entre todo lo lindo, el hombre también relató un triste episodio. Es que un año, el club donó tres autos, un Fiat Spider, un Citroen y un Renault Duffin, para que fueran sorteados. Luego de notar que los primeros dos curiosamente habían sido ganados por colaboradores del club, descubrieron que hubo trampa. La anécdota tiene final feliz, porque finalmente los vehículos fueron donados al Cottolengo Don Orione para la realización de una rifa solidaria.

Antártida Argentina

Otro de los casos es el del Club Antártida Argentina, que los realizó durante 17 años consecutivos, comenzando en la década del 90.

El escenario de la convocatoria fue variando: Hubo un tiempo en que se hicieron sobre bulevar Roca, entre Río Negro y Ecuador. En otro momento se llevaron a cabo sobre Urquiza, entre Independencia e Iturraspe.  Asimismo hubo ediciones sobre bulevar 25 de Mayo y otras frente a la Sociedad Rural. 

De acuerdo a lo que recordó Roberto Podadera, integrante de la comisión directiva, los festejos, que solían realizarse viernes, sábados y domingos, llegaban a reunir a cerca de 15 mil personas.

Entre muchos otros grupos, se destacó la participación de comparsas traídas de Corrientes así como otras de la región.

El presidente del club resaltó que cerca de cien personas del club colaboraban en la organización. Asimismo, viejas crónicas de la época afirman que a quienes trabajaban se los recompensaba con un choripán y un vaso de gaseosa.

El destino de lo recaudado durante esos años fue aplicado a obras de infraestructura en el predio de Juan de Garay al 4500. También se utilizaba para pequeñas inversiones que se destinaban a estos mismos eventos.

Como siempre colaboraba el municipio, personal policial y de Bomberos Voluntarios, Cruz Roja, Defensa Civil y otras entidades.

Sandra Costamagna, una de las mujeres que colaboradora junto a su familia, agregó que los sábados el evento se tornaba más familiar mientras que los domingos había más juventud.

Como curiosidad, explicó que como solían haber problemas por golpes con los pomos de nieve loca, a quienes los recolectaban se les daba un número con el que participaban de un sorteo por una bicicleta.

Por último, relató que todos los años se hacía la quema del Rey Momo: “Era gigante, tenía como tres metros, le cosíamos la ropa y lo quemábamos el último día”.

Los esperados "Taxis Locos"

Podadera contó que en los carnavales de Antártida eran esperados los “taxis locos”, autos viejos que cuando llegaban al medio de la escena frenaban de golpe y simulaban explotar, desarmándose por completo. Los pasajeros simulaban caer a la calle y eran atendidos por una falsa enfermera. Asimismo se hacía el “trencito loco”, había carrozas, personas disfrazadas, y numerosas comparsas. Llamativos eran también los fuegos artificiales, que daban alegría y color a las noches.