Sin clases y con las actividades del Baby Fútbol aún interrumpidas, los niños deciden asistir a lugares públicos para no perder el vicio y poder patear una pelota junto a sus amigos.

Cuando el sol comienza a caer, las plazas y las canchitas barriales se comienzan a poblar por decenas de grupos de jóvenes que juegan a ser Lionel Messi o Carlos Tevez, en algunos casos, por unos momentos.

El Periódico recorrió algunas plazas de la ciudad como Vélez Sarsfield, General Paz y 1º de mayo y todos los pequeños consultados coinciden en algo: no hay nada más lindo que un buen partidito por la coca.

Milton, uno de los presentes en la Vélez, reconoció que tratan de patear todos los días pero a veces no se puede porque faltan chicos. “No siempre tenemos pelota, por eso dependemos de los chicos que la puedan traer”, agregó.

Franco, otro pequeño deportista, admitió que durante las vacaciones algunas tardes se hacen interminables y tediosas. “Cuando no venimos a jugar nos mata el aburrimiento, no sabemos qué hacer ni a dónde ir. Utilizamos el fútbol para poder divertirnos y pasar el tiempo”, contó.

Como el patio de la casa

Mateando

A los más chiquitos se los suele ver acompañados de sus padres, que también en grupo aprovechan para reunirse al calorcito de la tarde para tomar unos mates mientras sus niños corretean por aquí y por allá.

A medida que transcurren las horas se van reduciendo los espacios utilizables debido a la cantidad de gente que se acerca a las plazas activas, que promueve un estilo de vida saludable, garantizando el derecho y el acceso al deporte, la recreación y la actividad física.

A pesar de los incesantes avances tecnológicos, hay muchos chiquilines que aún conservan las raíces de los más grandes y deciden jugar al fútbol antes que encerrarse con la play. Ante esta situación, Franco aseveró: “Me gusta estar con los jueguitos, pero también a veces es preferible venir a la plaza y patear un rato. Personalmente me siento más libre acá”.

Los equipos

El armado de los “planteles” es siempre tema de controversia en la mayoría de los grupos. En la gran cantidad de casos, son determinados mediante el clásico “pan y queso”, que son realizados por los más habilidosos, o bien, por los dueños de la pelota. En la elección, mayoritariamente el último en ser escogido es el más chiquilín. En este caso, Thiago reconoció que siempre es el último en ir a un equipo. “Nunca me dan un pase y me hacen ir al arco, pero vengo igual”, resumió, mostrando su fastidio.

Su hermano mayor, Milton, aseguró que lo tiene que cuidar y que lo lleva porque lo obliga la mamá. “Lo traemos obligadamente y él no entiende, pero durante el partido, si bien protesta, no trae problemas”, afirmó risueñamente.

Como el patio de la casa

Gol gana

Los partidos no son cronometrados, terminan cuando el dueño de la pelota se tiene que ir o cuando la mamá de alguno llama para volver a casa. Aunque el partido está empatado o haya una goleada, el ganador se define mediante el siempre valedero “gol de oro”. En ese momento todos se convierten en delanteros e intentan la heroica para quedarse con el imaginario trofeo de la jornada y, cómo no, cargar a sus rivales, que se irán enojados del lugar pero con la certeza de saber que al día siguiente “la placita” será testigo de una nueva revancha.