A mediados del siglo pasado, el ganado en San Francisco y la región se trasladaba por algunas arterias de las afueras de la ciudad hasta la feria ubicada en lo que hoy es la Sociedad Rural y donde también funcionaba el matadero municipal.

Parece insólito para muchos de los que hoy vemos esas calles ya pavimentadas y urbanizadas que ese camino, como el de avenida Chile, haya estado repleto de animales guiados por troperos a caballo.

Odilio Miguel Bulla fue uno de los que trabajó en aquellas épocas guiando al ganado en una profesión que heredó de familia y que recuerda con añoranza. Hoy la actividad es distinta, casi delimitada dentro de la feria o también en la zona rural. “En la década del 60 se tropeaba acá la zona, a los colonos que compraban en la feria, se les llevaban los animales a Luxardo, Freyre. Éramos los que trabajábamos en la feria, había camiones, pero convenía que los lleváramos a caballo, arriando al ganado”, contó.

“Mi papá fue capataz de la feria y falleció cuando yo tenía 11 años. Terminé la escuela primaria y me anotaron para el secundario, pero no quise ir, entonces mi mamá y mi hermano me dijeron: “Bueno, entonces vos tenés que trabajar” y entré a trabajar a la feria como portero unos tres años y un día necesitaron un tropero, le preguntaron a mi hermano y él me dio permiso. Tenía 16 años. Trabajé en la feria Ganadera San Francisco, en Angeli y Cerminatto -donde se hizo un sindicato de troperos- y de Gilli Hnos; esas eran las tres ferias. También vi muchos rematadores: Litta, Guillermo Gilli, Barrale, Don Carlos Gilli y “Cacho” Cerminatto”, este último lo destaca como uno de sus grandes maestros.

Según contó Bulla, en aquella época -década del 60-, también se compraban muchos animales pesados de 450 o 500 kilos y se vendían en La Quiaca. Los animales eran conducidos por los troperos hasta el ferrocarril Belgrano y desde allí se cargaban unas 14 jaulas para llevarlos hacia el norte, junto a un tropero que acompañaba al ganado. Era una época dorada.

Bulla destacó que en aquella época se remataban unos dos mil animales de conserva y de consumo; y para remate especial había unos cuatro mil. “Era una época de oro”, comentó. En ese sentido, contrastado con la actualidad, remarcó que en la actualidad el número ronda en unos 300.

“Los días lunes veníamos por calle Salta, doblábamos por calle Chile y se entregaban los animales en el Matadero Municipal -que estaba aproximadamente donde hoy está el Salón de los Piamonteses- para todos los carniceros de San Francisco, después los domingos había remate especial que después se entregaban a los colonos y teníamos que llevarlos tropeando a la zona”, narró el entrevistado.

“A Jujuy iban dos troperos, Cornelio Vargas y un señor de apellido Palacios, se cargaban los animales en el Ferrocarril Belgrano y los acompañaban. Paraban en Deán Funes a alimentar a los animales y seguían”, relató Bulla.“A Jujuy iban dos troperos, Cornelio Vargas y un señor de apellido Palacios, se cargaban los animales en el Ferrocarril Belgrano y los acompañaban. Paraban en Deán Funes a alimentar a los animales y seguían”, relató Bulla.

Odilio Miguel Bulla, un tropero desde la cuna

Trabajo sacrificado y el amor por los caballos

Bulla sostuvo que para llevar adelante este trabajo había que tener mucha capacidad, siendo importante no “flaquear” porque las jornadas comenzaban alrededor de las 5 de la mañana y muchas veces terminaban a las 10 de la noche. “Se ganaba bien”, afirmó, aunque remarcó que había que tener también una relación muy especial con el caballo que montaban.

“El caballo tiene que ser dócil y despierto; y el que va arriba también. En aquella época había muchos, yo digo que eran los campeones porque había muchachos muy buenos. Yo tenía uno que se llamaba el Gauchito, era de mi padre y lo cuidábamos con mi hermano. Fue una vida arriba de los caballos, me crié arriba de los caballos y después de un tiempo comprendí que el caballo es como una persona y me duele mucho que les peguen”, comentó.

Y agregó: “Yo le tengo mucho cariño a este animal, hoy no tengo caballos y como uno está en otra cosa… por ahí miro y digo, ¿por qué los harán sufrir tanto?”.

Bulla trabajó como tropero hasta sus 22 años (1971), luego comenzó a trabajar con los colonos de la región, al poco tiempo se mudó a Anisacate y luego a San Marcos Sud donde se desempeñó como cuidador de caballos de polo. Sin embargo, no cambiaría por nada su trabajo como tropero, una etapa de formación en plena adolescencia que le dio las herramientas para seguir afrontando la vida.

“Había que conocer los caballos buenos que trabajaban en la pista, había gente que tenía muchos caballos buenos: Félix Saluzzo, Elvio Escudero, Ramón Zabala, Martín Díaz; eran los destacados, los buenos”, recordó.