Casi como una cacería de brujas, en estos días de padecimientos económicos son muchos los que en medio de una pandemia que golpea a todo el mundo culpan de mala gestión y apuntan con el dedo al Gobierno, al sistema de salud, a los empresarios y hasta a los trabajadores. Pero hay un sector que se mantiene impoluto, expectante, y que solo parece frotarse las manos esperando mayores ganancias: el sector financiero, los bancos. 

En un contexto en donde el 80% de las empresas y comercios permanecen con sus puertas cerradas, nuevamente el sistema financiero se muestra alejado de la coyuntura, dejando sin cobertura a numerosas unidades productivas, que no solo no tienen flujos comerciales con la cuarentena, sino que, además, ni siquiera pueden desplazarse por la calle para llegar presencialmente al banco, también cerrado.

A diferencia del gran esfuerzo y contribución del sector cooperativo y entidades públicas o de participación estatal, los bancos privados y el sector financiero una vez más le dieron la espalda a las pymes, principales hacedoras de la economía del país. En realidad, hace unos cuantos años que aquellos que le ponen el hombro al país son los más castigados. Sin acceso al crédito, las empresas pequeñas y medianas son parte de un sistema nefasto que los mantiene siempre persiguiendo la zanahoria y caminando hacia el precipicio. 

Algunos números marcan en detalle las ganancias del sector en cuestión. La Comisión Nacional de Valores (CNC) y la Bolsa de Comercio de Buenos Aires presentaron hace unos meses los balances contables de cuatro bancos privados. El grupo Galicia mostró una ganancia de $42.515 millones, resultado que fue un 191% superior al ejercicio anterior. El Banco Macro obtuvo una utilidad en 2019 de $ 40.800 millones, en tanto que el resultado neto del último cuatrimestre del 2019 fue de $ 13.265 millones. En tanto, Banco Patagonia registró ganancias por $ 18.221 millones y el ejercicio económico 2019 finalizó con un resultado positivo que representó un incremento del 229.5 % con respecto al balance anterior. Por su parte, el Grupo Supervielle mostró una rentabilidad de $ 4.261 millones en el 2019.

Está claro que a la banca privada mal no le está yendo ni parece sufrir ajuste alguno. Pero al igual que siempre, le dan la espalda a la sociedad incluso en una crisis sanitaria y social como la que estamos viviendo. Y no hay campaña de marketing ni publicidad que pueda cambiar eso.

La situación real

Queda claro que la acción del Gobierno pasa por cuidar la salud de la población mediante el despliegue de un Estado activo. Y lo está haciendo. Los bonos para beneficiarios de AUH y jubilados, el Ingreso Familiar de Emergencia, la suspensión de cortes de servicios públicos por un período de tiempo de tres facturas impagas para los sectores más afectados, la nueva reglamentación en materia de alquileres, entre otras medidas, le van dando forma al rol de un Estado presente. Pero claro que falta.

A partir de la reanudación del clearing bancario, y ante la inminencia del pago de salarios, hay miles de micro, pequeñas y medianas empresas que se encuentran en grave riesgo de cerrar sus puertas como consecuencia de lo que ya es una ruptura en la cadena de pagos. 

Las disposiciones anunciadas (aún no operativas) de créditos con tasas del 24% sólo pueden alcanzar a un bajo porcentaje de empresas, ya que el sector viene intentando recuperarse tras años de políticas recesivas. Es más, sacar créditos para pagar sueldos a una tasa del 24%, o incluso del 5% o del 1% anual no es negocio para ninguna pyme. Seguirán siendo migajas para un sector destruido. 

El Gobierno y el sistema financiero deberán coordinar medidas efectivas en esta emergencia. El dinero está en los bancos, en otro lado no queda más nada. Y también revisar definitivamente el paradigma, que no siempre se imponga el de la económica especulativa, sino el que piensa en la gente, en la solidaridad y en la economía real.