Por Juamps Lídiam, especial para El Periódico

Yo no me quedo en casa porque estoy lejos. Eso pensaba días atrás caminando por Dublín, ciudad a la que llegué con algo de suerte. Expiraba mi visa en UK en la misma semana en que Charles Michel, presidente del Consejo Europeo, anunciaba la decisión “coordinada para restringir los viajes no esenciales a la UE durante treinta días. A mi país no podía regresar y sabía que muchos argentinos estaban en esa especie de letargo. Pero en realidad yo no quería volver.

Y buscar un lugar no lejano me llevó a apuntar el dedo hacia Irlanda, y compré un pasaje para el día siguiente.

En el avión nadie viajaba con sujetos a su lado. Como éramos pocos las azafatas se encargaron de repartir las piezas. No obstante, desde nuestros confines, no faltaba alguna mirada fugitiva, sin dudas inquisidora, en busca de alguna señal de la peste.

No tardé asimismo en arribar al aeropuerto donde, como motivo de viaje, improvisé en palabras una visita a un amigo irlandés (que realmente existe). Qué cuándo fue la última vez que vi a Brian. Tres años, le respondí a la voz detrás de la ventanilla. No sé qué relevancia tenía eso, si hubiera dicho seis meses: ¿otra sería la historia que estaría escribiendo? Lo cierto es que no fue necesario responder mucho más. La amistad se ubicaba así en el umbral de lo esencial.

Como cuando niño bajo las sábanas

Si al menos no vacío esperaba encontrar al hostel con poca gente. Pero no. Hasta había un grupo de argentinos en una mesa lejana, con un mate solitario y que aventuré no compartir. Y la habitación de seis camas, ahora con mi presencia, estaba completa. Por ende, si en la noche alguno tosía -como pueden imaginar- me tapaba como cuando niño bajo las sábanas.

El riesgo era tal si me quedaba dentro del hostel como si salía, entonces elegí lo segundo a la mañana siguiente.

Pero, ¿qué esperaba estando allí? Pues un mensaje en Workaway que no repitiera -palabras más, palabras menos- que, dada la situación, no reclutaban viajeros. Y en esas idas el viento frío no ponía las cosas más fáciles.

También pensaba, sí, o divagaba, y en esa alternancia más bien difusa le di vueltas nuevamente a la ocurrencia de Bruno (otro sanfrancisqueño), cuando días atrás, en un local inglés de KFC, deslizó la idea al mismo son en que su mano esparcía el kétchup sobre una pata de pollo:

- ¿Y si todo esto es una reacción del planeta para defenderse de lo que le estamos haciendo?

La premisa, que no es nueva, no me resultó del todo descabellada, y ahora sazonaba a los nudos gordianos que se entretejían en mi interior. ¿Tirar todo por la borda del río o seguir? Era entonces como si en cada rincón, así de repente, una figura con traje y lentes oscuros pudiera aparecer: un Smith sonriente (*), al acecho, para atacar al virus, que sería yo, que seríamos nosotros.

Homeless, yonquis y no pocos más

Una Guinness (cerveza negra seca del tipo stout) ayudaría, vaya que sí, pero Dublín estaba partida con las puertas cerradas de sus tradicionales pubs.

-Como siempre está lloviendo vamos a los pubs y bebemos -me dijo alguna vez un inglés. También corría eso para los irlandeses, y quizá todavía más.

Pero si creen que solo homeless y yonkis estaban por las calles se equivocan. Lo más llamativo fue ver a algunas madres paseando con sus pequeños en los alrededores del National War Memorial Garden, donde también entusiastas del ejercicio seguían con sus rutinas.

¿Tirar todo sobre la borda del río o seguir? Y es lo segundo lo que parece ser una condición natural.

No fue hasta el día siguiente cuando una vibración en el celular no resultó ser más de lo mismo. Era una propuesta para ir a una granja; en realidad era una respuesta positiva a los tantos mensajes enviados de mi parte. Y el sujeto llamado Nick no mencionaba a la peste. Solo lo haría con un último mensaje momentos antes a mi llegada a la granja, como acaso sacándose una duda: doy por sentado que estás sano, ¿no? Contesté que sí.

Y han pasado siete días desde entonces; no obstante, ahora (en este nuevo y último ahora), sé que la afirmación pudo ser ilusoria (vaya palabra esa última; también esencial. Y no me olvido de natural. Creo que las voy a buscar en el diccionario).

  (*) La referencia es a la película The Matrix (1999), dirigida por los entonces hermanos (ahora hermanas) Wachowski.