‘¿Usted mujer va a empezar karate?’, fue la pregunta con la que recibieron a Amelia Mendoza en el Sport Automóvil Club hace unos 45 años atrás. Con su timidez a cuestas, la vecina de barrio 9 de Septiembre que en ese momento tenía 22, llegó al club para anotarse en esta disciplina plagada de hombres. Ante su afirmación, le dijeron que se busque una amiga para poder hacer los trabajos en pareja, lo que finalmente hizo.

Hoy, a los 67 años Amelia no duda de su decisión porque este “arte” le dio valores, la cambió como persona, la ayudó a afrontar problemas y como yapa la cruzó con el hombre de su vida, el maestro karateca Julio César Bustos (77) con quien se terminó casando. Sumado a esto, actualmente se destaca como la alumna más antigua a nivel mundial en la especialidad 'Kyudokan Higa Te' y también la de mayor graduación, siendo 8º Dan o para ser más exactos "ocho veces cinturón negro".

Según se define Mendoza, “de chica ya tenía sangre guerrera” heredada por parte de su padre, quien la apoyó siempre en su decisión de ser karateca. Esto –aclara- tenía una explicación: “Mi papá quería tener un hijo varón para que sea boxeador, le encantaba el boxeo. Por eso siempre me apoyó en esto”, sostuvo a El Periódico la instructora del instituto de Karate-do que lleva su nombre.

Demostrar que se puede

Amelia consiguió una amiga con la que practicaba anteriormente yudo por recomendación de un primo hermano. Esta actividad no era lo que buscaba, por eso intentó con el karate.

“Se ve que pensaban que dos chicas podían trabajar mejor, pero yo demostré con el tiempo que se puede trabajar tranquilamente y bien con un varón”, recordó sobre sus primeros pasos en el club donde se inició.

Asumió que no sentía “miradas raras” en ese momento pero que sí “era mal visto” afuera que una mujer practique esta disciplina. Eso no la detuvo, todo lo contrario: “Sentí que debía ganarme el respeto porque era una actividad exclusiva de hombres. Tenía que demostrar que valía. Mi filosofía era practicar y veía a los que andaban bien y me fijaba cuánto practicaban, entonces me planteaba entrenar más para ser mejor y así me ganaba el respeto. Siempre fui bastante fuerte”, aclaró.

La actividad fue ininterrumpida y exitosa, con varios premios hasta 2012, donde por un problema de hipertensión le debieron colocar un marcapasos. Por esta patología que ya arrastraba de joven, por ejemplo, no pudo tener hijos. La intervención médica se dio en plena preparación para un Nacional que se iba a realizar en San Luis, donde Amelia iba a ir por su primera medalla de oro: “Estaba confiada que la iba a ganar, pero estuve 25 días sin poder entrenar porque me debieron poner un marcapasos. Siempre fui de tensión alta. Me dieron de alta un sábado y el miércoles viajé a San Luis. En un momento no aguanté y no pude seguir, pero necesitaban un juez y me sumaron. Así terminé ganando una medalla de oro pero como árbitro”, recordó.

Empoderada

Mendoza siente felicidad que las mujeres hoy puedan desenvolverse en distintas disciplinas que históricamente fueron para hombres. En su salón, el 40 por ciento de sus alumnos son de sexo femenino y eso la reconforta. “A mí no me importó que fuese mal vista una mujer que practique karate y hoy veo que hay una apertura y me parece bárbaro y lo apoyo”, reflexionó.

Si bien dice no coincidir en ciertos modos del movimiento feminista, sin dudas Amelia es una mujer empoderada y su vida lo avala: se vale por sí misma y supo admitir debilidades en algún momento convirtiéndolas en fortalezas.

Sobre por qué las mujeres deciden practicar este arte, Mendoza contó: “Son varias cosas. Muchas mujeres llegan para bajar de peso, como actividad física, porque es una rutina diferente a la gimnasia y de a poco van entrando a esta filosofía y transforman su vida, se empiezan a sentir bien de la cabeza. Acá te dicen ‘andá a la clase de Amelia y te olvidás de los problemas, no necesitás psicólogo’”, señaló entre risas.

Amelia Mendoza, una mujer empoderada dentro del karate

Esto es continuamente práctica, la defensa debe salir instintivamente. Yo enseño la defensa de calle y con una escoba una mujer que está barriendo y es atacada te puede dar una gran paliza”, aseguró.

Forma de vida

“El karate es una forma de vida, es una pasión. No simplemente aprendí a pelear, a defenderme sino a ayudar y ser humilde, entre otros valores. Y reconocer lo que es la palabra, algo que hoy no se respeta tanto”, remarcó Mendoza.

Aclaró que se requiera llevar una vida con buenos hábitos y saludable. “Muchos han dejado de fumar, o una adicción y mejoraron su personalidad sin volver a recaer”, aseguró.

Además, Amelia sostuvo que el karate le dio cosas que nunca pedí, como por ejemplo conocer Okinawa, la isla japonesa de la “vida eterna”, lo que hubiese sido imposible realizar en forma particular.

- ¿Todavía hay Amelia para rato en este arte?

Mi marido deja la vida acá y yo pienso que también lo voy a hacer.