“Hoy no, vení mañana”. Patricia Gamo no duda ante el reponedor de hielo. Lleva más de 40 años haciendo de todo en el “Bar de Gamo” y si cree que ese día tiene hielo suficiente en el freezer para hacer frente a la demanda de los parroquianos por el calor, es porque efectivamente ese día hay hielo suficiente en el freezer para hacer frente a la demanda de los parroquianos por el calor. El reponedor de hielo se va y vuelve al otro día. Y así, entre proveedores que van rotando, minutas que salen como rayos de la cocina, asiduos jugadores de dominó y clientes que pasan un buen rato en las mesas, transcurrirá otro día de puertas siempre abiertas en el tradicional bar ubicado en la esquina de Libertador Sur y Paraguay.

El histórico sitio del barrio Catedral se acerca a sus 42 años de vida, desde que Roberto Gamo lo abriera junto a su esposa Josefa “Fina” Rossi el 1 de junio de 1978, el mismo día en que en el estadio del Club Atlético River Plate comenzaba en Buenos Aires el Mundial de Fútbol. En esos días, Gamo, que ya tenía experiencia en bares, se da cuenta que tiene que pasar los partidos y para eso consigue un televisor prestado, según recuerda hoy su hija Patricia.

Pero la que en verdad empieza en el rubro es la “Fina” Rossi, que antes de toda esa época pone un bar con sus hermanos en Pellegrini y Larrea. La familia narra que cuando se casa con el “Gallego“ Gamo, emprenden otro bar como negocio familiar en la esquina de Dante Alighieri y General Paz. Ese bar se llama Santa Rosa y lo concretan en sociedad con Ernesto Vidal, el recordado futbolista. Cuando Vidal muere en 1974, queda su esposa con la parte del negocio y en ese menester no hay demasiado acuerdo con Gamo, por lo que éste decide abrirse por su cuenta.

En ese tiempo la fortuna también le echa una mano a la familia gastronómica: Roberto se gana en una rifa un Fiat 128 color rojo. Al auto lo vende y con ese dinero, más otro que aportaron amigos, levanta el bar en el lugar donde sigue abierto hasta el día de hoy. Atrás de las mesas y la barra estaba la casa donde vivía la familia.

Un chopp en lo de Gamo

Siguen sus hijos

Roberto, Laura y Patricia, tres de los hijos del matrimonio, poco a poco toman las riendas del negocio familiar y para la época del Whatsapp ya suman largas décadas a cargo del lugar, tras la muerte de Gamo en enero de 1994 y de su esposa varios años después.

Hoy el bar Mis Amigos, como se llama desde el vamos, sigue siendo el buque insignia familiar, al que se subieron algunos de los nietos de los fundadores.

En lo de Gamo la jornada arranca a las 8 de la mañana. A esa hora ya llegan los más tempraneros de la clientela. Son los que juegan al dominó, un grupo de unas 20 personas. Algo más tarde comienzan a pisar los de los naipes, que comparten espacio con los primeros. Después, la parroquia es de lo más variada: los cafeteros, los que almuerzan, los que cenan o los que pasan a tomar algo o picar a cualquier hora del día, porque en Gamo no se baja la persiana hasta bien pasada la medianoche. De lunes a lunes.

Patricia explica que en los meses de calor trabajan más. No hay misterios: platos clásicos que salen rápido, buena atención y buenos precios. Mayoría de pastas y minutas, aunque también a veces se hacen comidas especiales en invierno.

“En otra época se hacían peñas. Lo que pasa es que el público de aquellos años envejeció y ahora viene gente nueva”, dice Patricia.

La mujer cuenta que todavía hay charlas espontáneas entre las distintas mesas, sobre todo en cada cambio de gobierno. Pero que ya no hay peleas ni discusiones fuertes. “En otra época sí, ahora ya no, es gente grande”, aclara.

Un chopp en lo de Gamo

Desde el Santa Rosa

La hija del matrimonio fundador explica que todavía hay clientes que permanecen de la época del bar Santa Rosa. “Está el señor Roggero, que todavía viene con su esposa a tomar un chopp. De Grandis también viene del otro bar. Y Bailo, de la Casa Bailo, que lo ayudó mucho a mi papá para que pudiera poner el bar”, asegura la mujer, que comenzó de adolescente detrás de la barra, haciendo “los bancos” y lo que hiciera falta. 

¿Por qué de entrada funcionó el bar? “Mi papá tenía muchos amigos, había buena atención y además estaba siempre abierto. El tema es ese, estar siempre abiertos. Ahora está el apellido, la gente nos conoce y pasa. No todos los bares están abiertos a toda hora, hay algunos que a media mañana están empezando, acá pasan temprano y ya hay gente”, argumenta Patricia.

También destaca que es importante servir rápido. “Viene gente que nos dice que en algún lugar tienen que esperar 40 minutos para comer, acá es muy raro que pase eso”, resume.

Un chopp en lo de Gamo

Hay Gamo para rato

Al negocio familiar le queda cuerda. Patricia espera que los más jóvenes de la familia quieran continuar, si bien también estudian o tienen otras ocupaciones. “Seguiremos hasta que alguno se canse”, dice.

Para la mujer, los clientes de tantos años ya se vuelven parte de la familia. Apunta que detrás de la barra aprendió muchas cosas y que en tantos años vio de todo, pero se toma su tiempo antes de responder si elegiría nuevamente una vida en el bar. Al final afirma que sí. “Sí, lo elegiría, uno vivió acá adentro. Si no, no seríamos lo que somos, creo que aprendimos para bien”, justifica.

¿En un bar es cuestión de abrir temprano, tener buenos precios y atender bien? Patricia se ríe: “No, hay que estar por detrás todo el día”.

El chopp, tradición de Gamo

Es uno de los puntos fuertes de la casa. Se sirve en liso o balón. En Gamo no hay cervezas artesanales, prefieren mantenerse con el chopp de toda la vida. En un mes de verano, corre como la espuma.

Un chopp en lo de Gamo