La Fazenda de la Esperanza es una comunidad sin fines de lucro que trabaja con jóvenes que desean recuperarse de las drogas, el alcohol y demás adicciones. Cuenta con un programa de recuperación basado en tres pilares fundamentales tales como el trabajo, la convivencia y la espiritualidad.

En nuestra ciudad, desde hace casi seis años el grupo "Esperanza Viva de San Francisco" desarrolla una importante tarea en la recuperación de personas adictas a las drogas y otras sustancias, en estrecha colaboración con la Fazenda de la Esperanza. 

Cecilia Galli, del grupo local, informó que cada miércoles se reúnen a las 21 en las aulas ubicadas al costado de la iglesia Catedral. “La idea de Esperanza Viva es el de vivir el mismo carisma que se vive en La Fazenda pero una vez a la semana, realizar un encuentro en familia y compartir experiencias”, indicó.

Testimonios 

A la reunión de este miércoles por la noche asistirán Marcos Junior, de Brasil, y Gabriel Candia, de Paraguay. Ambos pertenecen a la Fazenda y contarán sus historias, las adelantaron a El Periódico. 

Junior sostuvo que la misión que llevan adelante actualmente es llevar su testimonio de vida: “Yo siento en mi corazón que la bondad va ayudar a las personas, yo un día estuve en el fondo del pozo y hoy tengo siento que puedo ayudar”.

“Quienes pasamos por la experiencia de recuperación hacemos misiones afuera junto al grupo Esperanza Viva. Yo tuve 15 años de consumo de droga, tuve dificultades muy grandes en mi familia, que era normal pero tenía muchos conflictos con mi padre. Él tenía una forma, era militar, tenía crianza muy rígida. Fui creciendo con muchos sentimientos malos en mi corazón, entonces todo lo que hablaban yo hacía lo contrario”, indicó.

Junior agregó que al caer en la droga tuvo experiencias malas, estuvo preso por robo. A la Fazenda llegué destruido, sin ganas de vivir”, afirmó.

Gabriel Candia también tuvo una historia similar. Contó que tiene padres adoptivos y señaló que creció en el rechazo y en la inseguridad. “Me sentía inferior y eso me dejaba un vacío muy grande adentro, entonces llené ese vacío con alcohol, drogas, malas actitudes, así fui pasando mi adolescencia”. 

Un día pensó –contó- en quitarse la vida. Pero fue solo eso ya que se internó en la Fazenda: “Allí comencé a sentir felicidad en un abrazo, en una persona que me escuche, que me quieran sin que yo pudiera darle nada a cambio, en esas pequeñas cosas de la vida, una felicidad que me llena por completo y por eso quiero seguir este camino. Ahora tenemos la misión de llevar esa esperanza de que se puede salir de ese problema”.

Ambos contaron que luego llevarán sus experiencias a Chile y que una de las vías de recaudación es la venta de diferentes productos como rosarios, libros con testimonios de la Fazenda, cremas hidratantes, para dolores, entre otras cosas. También aceptan donaciones.