En medio de una profunda crisis espiritual, donde –según un reciente informe del Conicet- el catolicismo disminuyó en 2018 al mismo tiempo que creció la religión evangélica, en la Iglesia local observan una situación para celebrar: hombres que se forman como diáconos, entre ellos estando casados y teniendo familia.  

En San Francisco, diez hombres acaban de finalizar su etapa de discernimiento, es decir, la primera parte de un proceso que los convertirá en diáconos, y el año próximo comenzarán la etapa de formación específica. En tanto, otros cinco culminaron el primer año y se espera que la tendencia siga en auge, se ilusionan desde la Iglesia local.

Como sucede con un sacerdote, un diácono también recibe el sacramento de la Orden. Sin embargo, este no es un cura aún y, por lo tanto, no puede llevar a cabo todas las potestades sacramentales. Pese a ello, suele ser el elegido para leer el Evangelio en misa y otras funciones similares, como bautizar, casar a una pareja, distribuir la eucaristía en la misa, llevar la comunión a los enfermos, celebrar las exequias, entre otras cosas. Lo que no tienen permitido hacer es presidir la misa y menos consagrar la eucaristía; tampoco confesar, confirmar, ni administrar la unción a los enfermos.

El sacerdote Mario Ludueña, a cargo de su formación, explicó que los diáconos permanentes son hombres casados o célibes a los cuales Dios “llama a su servicio”. 

“Ese servicio no es solamente lo litúrgico, sino que se dedica especialmente a la animación de la caridad, al servicio de los más pobres y con una fuerte presencia misionera tratando de llegar a los más alejados. Se sirve a Dios sirviendo a los hombres”, detalló en diálogo con El Periódico.

A su vez diferenció a los diáconos permanentes de los diáconos transitorios. Estos últimos, sostuvo, son los que buscarán a futuro consagrarse como sacerdotes.

Quién puede ser diácono

Ludueña comentó que cualquier hombre puede ser diácono, aunque hay ciertos requisitos. Por ejemplo, que tengan entre 35 y 55 años, aunque esto no es excluyente.

“Los diáconos aparecen al inicio de la vida de la Iglesia”, contó el sacerdote y citó un pasaje de la Biblia donde se menciona su misión.

Así, refirió que a lo largo de toda la historia hubo momentos en que desapareció el diaconado por distintos motivos. Y que es después del Concilio Vaticano Segundo, en la década del ‘60, en que comienza a resurgir.

“En otros lugares ya ha resurgido y en otras diócesis va resurgiendo, como en nuestro caso. Hay diócesis en Argentina que tienen diáconos de hace muchos años. Aquí en San Francisco hubo solo dos permanentes, pero eran de congregaciones religiosas. Uno era el hermano Anselmo en (parroquia) Santa Rita y otro era el hermano Cepeda en el hospital (tiene una capilla). Eran hombres célibes consagrados de un instituto religioso. Pero nunca hubo diáconos que fueran casados, que este es el camino que estamos haciendo ahora”, agregó el párroco.

En ese sentido, una duda frecuente es qué pasa si un diácono casado enviuda. “Antes de ser ordenado diácono, el candidato abraza libremente el celibato. Por lo tanto, en caso de morir su esposa, permanece célibe”, refirió Ludueña.

Escasez de sacerdotes y diaconado

El presbítero reconoció que escasean los sacerdotes en la Diócesis San Francisco, pero negó que eso motive a fomentar la formación de diáconos. 

“Es verdad que en nuestra diócesis escasean los sacerdotes, pero los diáconos tienen su perfil propio. Así hubiera 10 sacerdotes por parroquia, lo mismo debe haber diáconos”, resaltó.

Luego aclaró: “El diácono comienza su discernimiento, llega a la formación y ahí queda. De hecho, si es casado sigue teniendo su esposa, sigue teniendo su trabajo habitual, educa a sus hijos, tiene sus nietos, pero es diácono”, remarcó.

Rol de la esposa

Para Ludueña, en diáconos casados, un rol clave es el de la esposa: “Para hacer la formación y para ser ordenado diácono hace falta el consentimiento escrito de la esposa, porque el diaconado es una vocación junto a otra vocación: la de la vida laical como esposos es una, después puede surgir la vocación de ser diácono. Pero esa vocación cae en un hombre que ya tiene su señora, sus hijos, sus nietos, entonces es fundamental el consentimiento de la mujer”, explicó.

Buenos números

Que sean 15 los aspirantes a ser diáconos no es un mal número para la Iglesia local, sino todo lo contrario: “A mí me parece, y lo hemos charlado con sacerdotes y laicos, que tras la oración y la insistencia pidiendo vocaciones, en este momento Dios está respondiendo por aquí”.

“Me parece –continuó Ludueña- que son buenos números porque comenzamos el año pasado y ya tenemos 15. Significa que varios varones junto con sus familias han visto la posibilidad de decir ‘yo puedo estar llamado’. Entonces que ya comiencen el discernimiento es ir haciendo un camino altamente positivo, porque incluso en las respectivas comunidades, donde son más conocidos, por ahí alguien les pregunta ‘cómo es esto’. Entonces se va extendiendo una concepción correcta de lo que es el diaconado”, reveló.