Gamaliel Galván (32) a los 16 ya desfilaba por el cuartel de bomberos voluntarios de Freyre, donde nació. Cuenta que su madre lo mandó allí porque se estaba volviendo un adolescente “dañino”, de mal comportamiento. Allí lo recibió su padre, con más de 20 años en esta profesión.

Hasta cumplir la mayoría de edad, Galván lavó camiones y limpió la sala de máquinas de cuartel freyrense. A los 18, en tanto, empezó con una carrera que lo apasiona.

“Mi madre no me podía tener. Me mandó a bomberos para que me controlen un poco. Allí había una muy buena disciplina, te enseñan valores y eso sirve también para sacar a los chicos de la calle”, analizó en diálogo con El Periódico.

Por cuestiones personales, en 2007 se vino a vivir a San Francisco. Fue allí que dudó si seguir o no con esta actividad. Según contó tenía un preconcepto del cuartel local: “Tenía miedo de ingresar acá porque iba a ser un cambio brusco de un cuartel a otro, pero lo intenté, pedí el pase y me aceptaron”, recordó. Aclaró que lo atrapa el “compañerismo” que hay en la institución porque allí dentro son una “familia”.

Sobre su trabajo desinteresado hacia la sociedad, Gamaliel analizó: “Es muy grande lo que se siente al ayudar a la comunidad, no hace falta recibir algo a cambio. Con el simple gracias o ver que está bien la gente a la que ayudaste alcanza y es gratificante”.

Luego reconoció momentos tristes como alegres, aunque aseguró que los segundos son mayoría.

Apoyo familiar

Galván trabaja en el Hospital Iturraspe en el sector de insumos. Indicó que tiene un horario accesible que le permite ser bombero y además poder estar con su familia, ya que tiene dos hijas, de 9 y 5 años. Pero, así y todo, no puede evitar muchas veces algún reclamo, de su madre o novia, al que califica como “sano”.

“Hay que hacer un equilibrio entre la familia, el trabajo y bomberos y a veces se dificulta. Recibo quejas a veces de mi madre de Freyre, que viene a visitarme y por ahí estamos comiendo y suena la alarma y debo salir. Me dice ‘estoy viviendo a comer con vos y te estás yendo’. Pero es un reclamo sano, ella sabe lo que es porque viene de familia y el apoyo es incondicional”, afirmó.

Su dedicación lo llevó a ser en algún momento el voluntario más premiado ya que supo ser el de mayor asistencia al toque de sirena por incendios de campo y estructurales: “Esos premios se los ganó más que yo mi familia por aguantarme día a día”, confesó.

Sobre qué lo motiva de la profesión, Gamaliel respondió: “La motivación cada vez crece más. Los otros días mi novia me preguntó qué haría cuando me jubile y no pude responder. Seguro iré al cuartel a cebar mates. Las ganas se generan día a día y no lo podés contener”, definió.