Algunos de los resultados de los peritajes en la carne secuestrada luego de allanamientos en distintas carnicerías de la nuestra ciudad y también de Frontera, confirmaron lo que se pensaba: que la carne no era apta para consumo y que se encontraba manipulada con sulfito, aunque pese a ello se encontraba a la venta al público.

Fuentes de la justicia federal confirmaron que sobre finales de este mes conocerían los resultados completos del informe, que son mucho más complejos.

A mediados del mes de mayo, Gendarmería Nacional allanó de forma simultánea nueve lugares entre domicilios y carnicerías ubicados en las ciudades de San Francisco, Colonia San Pedro y Frontera. Los procedimientos permitieron decomisar 2.771 kilos de carne de origen animal en avanzado estado de descomposición y no apta para consumo, según informó la fuerza que depende del Ministerio de Seguridad de la Nación.

El Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (Senasa) colaboró en el procedimiento llevado adelante por la Fiscalía Federal de nuestra ciudad.

Fuentes oficiales aclararon que inspeccionaron en la ciudad de Frontera dos carnicerías, que fueron clausuradas, y un presunto "centro clandestino de almacenamiento y distribución".

Dentro de las tres toneladas de productos cárnicos decomisadas se encontraban especies bovinas, porcinas y aviar sin documentación que ampare su procedencia. “La mercadería estaba en malas condiciones de conservación e higiene, características organolépticas alteradas y sin signos de inspección veterinaria”, explicaron a El Periódico en esa oportunidad fuentes allegadas a la investigación.

La causa se encuentra bajo secreto de sumario y los análisis son realizados por Bromatología de la Municipalidad de San Francisco y el gabinete técnico de Bioquímica la Universidad Tecnológica Nacional (UTN).

Una vez que se tenga el resultado final de los estudios, el fiscal federal Luis María Viaut estará en condiciones de resolver la causa, que tiene al menos cinco personas investigadas.

Desde la justicia federal indicaron que no se estaba en condiciones de hablar de una “mafia de la carne”, aunque sí se reconoce que se desbarató una organización dedicada a la faena y distribución de animales, los cuales lavaban y les aplicaban supuestamente sustancias para adulterar el color y evitar su descomposición para poder ser comercializados en carnicerías.