Guillermo Windholz (23) pudo cumplir su tan ansiado anhelo: convertirse en paleontólogo. Es el primero en nuestra ciudad y se suma a un selecto grupo de los pocos que existen en el país.

Desde pequeño, a Guillermo lo fascinaban las imágenes de los grandes dinosaurios, tanto era así que se leía cuanto información al respecto surgía. Y tras finalizar sus estudios secundarios en el IPEM nº 315, estaba tan seguro de su futuro que la Universidad Nacional de Río Negro fue el destino elegido para estudiar paleontología.

El 18 de febrero realizó la defensa de su trabajo final de tesis que le permitió recibirse de licenciado. A partir de abril comenzará a cursar su doctorado con una beca del CONICET bajo la dirección del reconocido paleontólogo Rodolfo Coria, una eminencia a nivel nacional e internacional.

¿Cómo nace tu interés por esta carrera poco común?

Desde muy chico, creo que desde que tengo uso de razón. Siempre fui leyendo artículos de divulgación que comprendía dependiendo mi edad. Cuando terminé el secundario mi familia realizó un esfuerzo muy grande para ayudarme. Vengo de una familia laburadora que me apoyó siempre y me vine para la Patagonia, a la ciudad General Roca provincia de Río Negro, donde cursé mi carrera de grado.

Cuando se habla de paleontología se lo relaciona a alguien desenterrando dinosaurios. ¿Cómo explicás de qué se trata tu carrera?

Es el estudio de la existencia de vida que hubo en nuestro planeta hace millones de años, por lo que no se limita sólo a los dinosaurios. Es una carrera que abarca las ciencias exactas y de la naturaleza. Se estudian con mucho detalle las distintas ramas de la paleontología y geología. Tuve la suerte de poder llevar la carrera muy bien, casi al día, y en 5 años la finalicé. Fue mucho esfuerzo pero es lo que me apasiona y por eso pude llevarla a cabo bien.

¿Fue complicado superar las distancias?

Se hizo difícil el hecho de estar tan lejos de casa, hay 1300 kilómetros de distancia. Para mí eso fue lo más complicado. El estudio como me fascina lo hago con gusto. Tuve algunos conflictos económicos pero por eso trabajé desde el primer año.

¿Qué trabajos hiciste?

Desde que me vine estuve buscando empleo para poder ayudar a mi familia. Lo que más hice durante la carrera fue pasear perros (dice entre risas). Acá había una gran movida en ese sentido, yo no lo sabía y por cuestiones de azar me ofrecieron para cuidar un perro, después se fueron sumando otros y me resultaba rentable. Además podía manejar mis tiempos y eso me permitía estudiar.

Es una carrera que tiene mucho trabajo de campo, ¿cuál fue alguna de las experiencias más ricas que tuviste?

En la carrera hemos estado por muchos lugares trabajando en campo. Uno de los más importantes en los que participe fue junto a Rodolfo Coria en el descubrimiento de un nuevo yacimiento cerca de la localidad de Las Lajas, en el centro neuquino. Allí se encontraron numerosos restos de dinosaurios de distintos grupos. Se trataba de una fauna de dinosaurios muy amplia y te comento de este ejemplo porque de ahí surgieron los materiales con los que estudié para mi trabajo final de licenciatura y de ahí surgen con los que voy a realizar mi doctorado. Uno se recibe y se da cuenta de que es tan amplia la ciencia y que no se termina nunca de aprender.

¿Qué te dice el común de la gente cuando se entera que sos paleontólogo?

(Ríe) En general se asombra, me imagino que por la rareza de la carrera y porque no somos muy abundantes. Y creo que además también se sorprenden por mi edad.