Cuando el momento de subrirse al avión que lo depositaría en los XVI Juegos Olímpicos de Helsinki 1952 llegó, Oscar Pezoa tenía 18 años y algunos meses. Se había subido a una bicicleta con el afán de competir por primera vez en 1948. Cuatro años después era uno de los cuatro integrantes del equipo argentino de ciclismo que se alistaba para competir en la prueba de persecución.

Una foto de Ambrosio Aimar (el primer sanfrancisqueño olímpico) en el diario local era acompañada por una nota que decía que luego de Londres 1948, los próximos juegos olímpicos se desarrollarían en Helsinki, Finlandia. Pezoa no sabía dónde quedaba Finlandia, y nunca había competido; pero miró a su papá en la sastrería, que era el negocio familiar, y le dijo que él iba a estar compitiendo en Helsinki arriba de una bicicleta. Su papá, le cuenta Pezoa a El Periódico, lo miró sin prestarle mucha atención y le dijo que sí. Que bueno.

Pezoa, hoy a los 83 años, sigue pedaleando y lo hace en la pista de Tiro y Gimnasia. Ahí es donde se cayó hace unas semanas atrás y por eso ahora le duelen las costillas. En su casa de barrio Sarmiento, sobre la mesa de la cocina están desplegados una serie de recortes de revistas que muestran quién fue Pezoa en la patria deportiva en la década del 50.

El “cordobesito que era sensación”, según las notas de El Gráfico, ahora explica las fotos y las mucha notas que muestran el camino que el sanfrancisqueño hizo para ir a los JJOO, que justifican por qué debía tener el honor de ser olímpico.

Olímpicos de acá: Oscar Pezoa
Pezoa a la derecha, charla con Ambrosio Aimar (izquierda) y el hermano de este (centro). Nota de El Gráfico escrita por Dante Panzeri.

Los comienzos

Puesto el objetivo, se dio cuenta que no tenía una bici y que no tenía la menor idea de cómo pedalear de manera profesional, competitiva. Agarró una bici que tenía su papá, una bici para competir, pero no de las mejores. Y empezó. Cuando salía de la fábrica de tornos de su tío, donde trabajaba seis horas; y antes de ir al colegio Normal, donde había comenzado el secundario a la noche. Lo primero que hizo fue ir hasta Josefina: como pudo, narra Pezoa.

Un día cuando volvía de su habitual trayecto hasta Josefina se cruzó con un ciclista, que iba rápido, en una buena bici y equipado propiamente. Y lo siguió. El ciclista se metió a Tiro y Gimnasia. Ese fue el momento en que Pezoa descubrió la pista y a un grupo de 20 personas como él que pedaleaban por lo menos tres veces a la semana. Ahí comenzó el camino de Oscar Pezoa como ciclista, que hoy perdura, y que tuvo a Helsinki como uno de los grandes mojones en su carrera.

“Pezoita” era rápido. Se lo decían sus compañeros en Tiro. Lo demostró en la primera carrera que compitió en San Jorge, cuando terminó segundo a los 15 años después de andar más de 100 kilómetros y donde casi abandona tras caerse. A “poroto”, como le decían en su casa, lo empezaban a conocer. Porque donde iba se metía en el podio

Olímpicos de acá: Oscar Pezoa
Pezoa a la derecha, junto a Salas (izq.) y Coccavo (centro), tres de los cuatro integrantes del equipo argentino de persecución argentino en Helsinki. 

Los Panamericanos

Ese derrotero de triunfos hizo que la Federación de Ciclismo de Argentina lo invite a las pruebas del Panamericano del 51, el primer Panamericano de la historia y que se realizaba en Buenos Aires.

Ya adentro de este Panamericano, le siguieron competencias en Brasil y en todo el país, donde demostró que era bueno en serio, uno de los mejores del país. Saber mantenerse en ese alto rendimiento por dos años más fue el sello que necesitaba su boleto para los Juegos Olímpicos como uno de los integrantes del equipo de persecución nacional.

Un error caro

Pezoa relata que en Finlandia vio cosas que hasta ese tiempo sólo había visto en películas. Luego de un viaje largo desde Buenos Aires, con escala en Amsterdam, Pezoa se bajó del avión de cuatro hélices junto a sus compañeros y la selección argentina de básquet, y comenzó el proceso de preparación previo a los juegos en tierras finlandesas. Desfiló junto a la delegación nacional en la apertura, pero para Oscar lo más importante pasaba por el velódromo de Helsinki donde tenía que competir.

Y estaban bien. A buen nivel. La cuarteta argentina de persecución había logrado marcas olímpicas durante las preparaciones. En la clasificación, el juego que es el deporte, hizo de las suyas. El santafesino Coccavo, minucioso al detalle del cuidado de la bicicleta, armó mal su máquina antes de la carrera ante los holandeses y cuando promediaba la prueba, la cadena de Coccavo se cortó. Las ilusiones de Oscar y el equipo quedaron en aquel velódromo de la capital finlandesa. Pezoa no volvería la ciudad con medallas o diploma

En una de sus primera idas a Josefina, cuando comenzó a darse cuenta que eso de andar en bici no era nada fácil, frenó, miró al cielo y le pidió a Dios que si lo ayudaba a llegar a los Juegos Olímpicos él iba a llevar una vida sin pecados. Su sueño, como esa promesa, se cumplió y cuatro años después a esa foto de Aimar, la foto fue de Pezoa. El segundo olímpico de la ciudad, que cuando embalaba con su bicicleta sentía que no había metas, sino felicidad y pasión para meter una pedaleada detrás de otra.

Olímpicos de acá: Oscar Pezoa
El fenómeno Pezoa. Tapa y contratapa de El Gráfico en el año 53.

Con bici de cartero

Pezoa protagonizó una anécdota cinematográfica durante las pruebas para los Panamericanos de 1951. En una competencia sobre la avenida General Paz donde se probaban todos los ciclistas argentinos, los mejores, el sanfrancisqueño, que hacía dos años que pedaleaba y había demostrado que era rápido, se medía ante la elite nacional.

Y no se amedrentó. Aquella tarde, cuando la carrera ya había pasado la mitad del kilometraje establecido, Pezoa embaló y se cortó del pelotón junto a otros dos ciclistas. Cuando estaba cerca, cuando ya veía el cartel de llegada antes que todos, se le corta el pedal. Ante el sopor de quedar en una pata, divisó entre el público a un espectador con una bici de cartero y no dudó en sacársela. Tenía que terminar. Y terminó, segundo, en una bici de paseo. Con el pasaje a los Panamericanos.