Por Nicolás Albera

“En el colegio San Martín, los chicos, con su cariño, y todos los profes fueron un ejemplo de la democracia”, sostiene Eusebio “Tito” Lamberti (77), quien no puede disimular las lágrimas en sus ojos.

Enérgico, de cabeza calva y de sonrisa bonachona, Tito fue reconocido el pasado jueves en el Concejo Deliberante como ciudadano ilustre de San Francisco. Allí estuvieron sus amigos, compañeros de la escuela primaria y las profes y alumnos del jardín de infantes del club El Tala (donde es bibliotecario), a los que cada día -llueva, haga frío o calor- espera con una golosina en la puerta.

“Estoy muy agradecido por este homenaje”, expresa entre lágrimas este hombre nacido en nuestra ciudad el 9 de noviembre de 1936.

Multirubro

Lamberti llevó adelante en su historia diversas actividades. De joven fue jugador de básquet, árbitro y director técnico. Se desempeñó durante 14 años en la fábrica Tampieri; luego pasó por una fábrica de muebles metálicos.Es fanático del cine y autor de numerosos artículos.

Pero, todos lo recuerdan por su paso por el colegio San Martín donde trabajó 22 años. Entre lampazo y plumeros, Tito se hacía tiempo cada noche para escribir una frase en el pizarrón de cada una de las aulas, que eran leídas al día siguiente por los alumnos.

“Me parece que como portero podés andar bien”, cuenta que le dijo su amigo Luis Rossi días después de quedar sin trabajo. Por ese entonces, el San Martín, que necesitaba un portero, funcionaba en el viejo edificio ubicado en la esquina de Cabrera y Pueyrredón. “La verdad que creía que iba a andar bien pero nunca supuse que iba a tener la relación que tuve con los chicos”, recuerda.

La primera

Lamberti comenzó a escribir las frases en los 90. Fue un día en que mientras pasaba el escobillón por el salón grande del colegio (ya ubicado en el centro) observó que unos alumnos de tercer año que estaban en hora libre “escribían un montón de pavadas” en el pizarrón.

“Me freno y les pregunto por qué escribían esas guasadas. Una chica me responde preguntándome si conocía alguna frase. Le dije que sí y se las escribí”, aseguró en una entrevista con El Periódico.

Su primera frase escrita fue un proverbio japonés extraído de la película “El viento no sabe leer” que decía lo siguiente: “Si tienes penas de amor no se la escribas al viento, recuérdalo siempre que el viento no sabe leer”. Por este entonces corrían los primeros días del mes de julio, donde se festeja la Semana de la dulzura.

Y luego, lo que empezó siendo un desafío de la alumna hacia Tito se convirtió en una rutina ya que por pedido de los demás empezó a escribir diariamente la frase en los pizarrones de las 25 aulas.

“Venía todas las noches y hacerlo me llevaba 40 minutos”, afirmó, agregando que “esto influyó en mi relación con los chicos”.

El cine, una gran pasión

“Soy muy amante del cine, tengo gran memoria y cuando era adolescente los grandes libros eran de películas”, reconoció quien fue durante una década asesor en un videoclub.

Tito aclaró que tiene amigos que hoy le bajan películas por internet: “Veo clásicos ypelículas nuevas. Antes iba siempre al matiné”, contó, explicando que sus amigos de joven le decían “Carlitos” por Charles Chaplin: “Hablaba siempre de cine”, aseguró. Hoy mira tres películas por semana y en algunos casos repite títulos. Lo mismo hace con los libros.

Sueños

El sueño de Lamberti es que la gente lea, en especial los jóvenes. “Cuando era adolescente era un orgullo que te regalen un libro, hoy te lo tiran por la cabeza”, dijo entre risas. De todos modos expresó que hay excepciones, chicos y padres se acercan a la biblioteca de El Tala a buscar novelas o libros de aventuras.

¿Qué cosa le hubiera gustado hacer y no hizo?

“El sueño mío era ser profesor de educación física. No me pongo como ejemplo, aunque sí de la ética, soy decente y honrado. Pero podría haber estudiado de otra forma”, respondió Lamberti, quien debió salir a trabajar en edad adolescente para ayudar a sus padres.

Pese a todo no pierde el tiempo en lamentos: “Desde mi punto de vista tuve una vida bastante positiva; soy popular, me sigue mucha gente que me aprecia”, reflexiona.

La bici lo espera apoyada a un árbol. Tito recoge su nuevo título de ciudadano ilustre y se sube.

¿Hasta cuándo la bici Tito?

Y…nunca aprendí a manejar.