La situación sanitaria por la pandemia de coronavirus es preocupante en todo el país y particularmente grave en la provincia Córdoba, que en estos días presenta una ocupación de camas críticas en torno al 85% y muestra cifras récords en muertes por COVID-19 y contagios. Sin embargo, el mayor ritmo que tomó la campaña de vacunación pone un manto de esperanza para que este duro escenario comience a revertirse y se pueda volver poco a poco a cierta normalidad. 

Con el avance de la campaña de vacunación en Argentina y en el resto del mundo, también comienzan a verse informaciones de personas ya vacunadas que se contagian con el virus e incluso unos pocos casos en que pueden fallecer o tener síntomas graves de la enfermedad. Algo que, si bien especialistas habían advertido desde el vamos que era algo esperable, en algunas personas puede llevar a creencias equivocadas sobre las vacunas.

Y así como a nivel nacional se difunden inverosímiles casos de personas que dicen estar "imantadas" tras vacunarse, en San Francisco en los últimos días se hicieron conocidas las erróneas palabras de una docente de la ciudad que expuso en su perfil de Facebook que se había enfermado de COVID por culpa de la propia vacuna que le habían colocado, ya que dijo que un médico le aseguró, supuestamente, que en la misma inyección le habían inoculado el virus. La falsa información no solo se difundió por redes o mensajes de Whatsapp, sino que también fue publicada por algunos medios de comunicación de la ciudad, sin reparar en el impacto negativo que puede tener en el contexto sanitario actual.

Gabriel Morón lleva más de 25 años investigando sobre vacunas y es uno de los referentes en la materia en Córdoba y el país. Actualmente es investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas de Argentina (Conicet), docente y secretario académico de la Facultad de Ciencias Químicas de la Universidad Nacional de Córdoba. En diálogo con El Periódico, advirtió que es fundamental avanzar lo más rápido posible con la vacunación pero que además las personas vacunadas deben mantener los cuidados preventivos frente al virus. Y que si bien hasta el momento las vacunas disponibles en Argentina protegen contra las variantes del virus que se conocen en circulación, llegará un momento en que esas mutaciones puedan ser capaces de superar la protección de las vacunas, por lo que se debe evitar lo más que se pueda llegar a ese punto.

Por otra parte, destacó que si bien se registraron algunos casos de enfermedad o fallecimiento por COVID-19 en personas ya inoculadas, las vacunas son altamente efectivas y protegen a la gran mayoría de las personas. Incluso, detalló que en Israel ya se está midiendo el llamado efecto de rebaño, es decir, la protección que otorga la vacunación incluso en quienes por distintas razones no recibieron ninguna dosis, ya que en algunas personas las vacunas logran desarrollar una protección tan fuerte que son capaces de “cortar” la entrada del virus en el organismo e impedir que se transmita a otra persona.  

Hemos visto en las últimas semanas algunos casos de personas que contraen la infección a pesar de estar vacunadas e incluso que fallecen. ¿Por qué pasa eso?

Ninguna de las vacunas, tanto las que se aplican en Argentina como en otros países del mundo, confieren lo que se llama inmunidad esterilizante. Las vacunas anti COVID que hoy están disponibles permiten inducir una respuesta inmune que contiene en la mayor parte de los casos el virus. En algunas personas impide totalmente el desarrollo de la enfermedad y en otras evita el desarrollo de la enfermedad severa. Esto depende de aspectos relacionados a la genética de la persona, a su estilo de vida o al nivel de exposición que tiene al virus. Después, por este conjunto de variaciones, algunas personas, pese a toda la protección que confiere la vacuna, pueden desarrollar una enfermedad severa e incluso morir. Lo que logran las vacunas, al activar el sistema inmune antes de que llegue el virus, es reducir la posibilidad de que una persona desarrolle una de esas manifestaciones leves, severas o muerte. Pero no lo impide.

Es decir que aunque la protección no sea al 100% no significa que una vacuna no sirva.

Exacto, la vacuna confiere una protección a la mayor parte de la gente, a distintos niveles según cada persona. Los ensayos clínicos en fase tres, que permitieron las autorizaciones de emergencia de las vacunas, son con números grandes de personas pero limitados. Con esos números daba una eficacia de entre un 70 y 95 por ciento de disminución de la posibilidad de generar una enfermedad con síntomas. Pero quedaba un porcentaje que iba a enfermarse con síntomas y en los números de esos ensayos se reducía a cero la posibilidad de muerte. Ahora ya no estamos hablando de un ensayo, sino de la aplicación en el mundo real a millones de personas con posibles situaciones que se puedan plantear, como personas que sean inmunodeficientes y no lo saben, o tienen una dieta pobre en proteínas y desarrollan menos anticuerpos, o tiene comorbilidades demasiado fuertes, por poner ejemplos. En la aplicación en el mundo real ya no se habla de eficacia sino de efectividad, que es distinto. Y en ese caso comienzan a aparecer, en muy baja proporción, algunas personas que se salen de lo que esperamos que ocurra. Lamentablemente, por algún defecto en su sistema inmune, por mala alimentación, por alguna comorbilidad o por la combinación de estos factores, hace que algunas personas por más que estén vacunadas tengan enfermedades severas y lamentablemente mueran. Pero es una fracción muy pequeña e inferior respecto a las personas que están vacunadas. 

Lo fundamental a comprender es que sirven a la inmensa mayoría, ¿correcto?

Sí, y de hecho lo estamos viendo. Es minúscula la cantidad de gente vacunada que lamentablemente fallece. Pero no es tan minúsculo el porcentaje de gente vacunada que igualmente se infecta y en la inmensísima cantidad de casos los síntomas son leves. El Ministerio de Salud incorporó el síntoma de resfrío asociado a un poco de fiebre y otros síntomas. Ese cambio en los síntomas es casi una característica general de las personas que han tenido la vacunación y se han contagiado. Desarrollan una enfermedad muy similar a la que una persona no vacunada tiene con un coronavirus común. Los seres humanos hemos estado expuesto a varios coronavirus, no solo a este, y siempre hemos tenido un resfrío que no sabíamos que era por un coronavirus. Y son esos mismos síntomas. 

Con el avance de la vacunación en el mundo, ¿ya hay más estudios que permitan conocer cuánto reducen las vacunas la transmisión del virus?

En Argentina no, pero acaba de aparecer en una revista internacional, Nature, una publicación sobre una población con una alta cobertura de vacunación, como Israel. Y han visto que cuanta más gente vacunada hay, menos gente no vacunada se contagia. ¿Con esto qué quiero decir? Que cuando se busca que la mayor parte de la población se vacune, este sistema frene la diseminación del virus y que no llegue a las personas que por alguna razón no están vacunadas y están desprotegidas. Esto es el famoso efecto de rebaño. Y ha sido cuantificado en Israel: cada 20 puntos de incremento en la cantidad de gente vacunada disminuye a la mitad el riesgo de que una persona no vacunada se contagie. Y eso implica que un porcentaje de personas, no todas, desarrollen después de la vacunación una respuesta inmune lo suficientemente fuerte no solo para no desarrollar la enfermedad sino directamente para no contagiarse, es decir que el virus entra pero rápidamente es neutralizado, no se puede multiplicar ni contagiar a otras personas. Esto ha ocurrido en Israel, con una masa de personas vacunadas importante y que permite hacer cálculos con fuerte valor estadístico. 

¿Esto sería el principio fundamental de toda la vacunación? Nos vacunamos todos los que podemos para protegernos y proteger también a los que no pueden vacunarse.

Exacto. Porque si las personas vacunadas solamente se protegieran a sí mismas, nunca frenaríamos la infección. Y cuando estas vacunas, en algunas personas, detienen la entrada del virus en el organismo, es cuando se ve este efecto de frenar la diseminación y el famoso efecto de rebaño.

¿Cómo se logra ese efecto de rebaño si vemos que incluso en algunos casos personas vacunadas se pueden contagiar igual? 

Algunos se van a contagiar con el virus, el virus se va a multiplicar y vas a poder contagiar a otra persona, aunque los anticuerpos te van a proteger contra una enfermedad severa. Pero hay gente que va a tener una respuesta inmune muy buena y el virus ni siquiera va a llegar más allá de las vías respiratorias. Ese virus no se va a poder dividir en las células que infecta. Virus que entra, virus que desaparece y entonces no se puede contagiar a otra persona. ¿En qué porcentajes pasa eso? Todavía no está claro con ninguna de las vacunas. Estudios señalan que con la de Pfizer un 30 o 40 por ciento no puede contagiar una vez que se infecta. Ese es un número muy interesante, porque le quita ese porcentaje de posibilidades al virus para diseminarse. Cuanta mayor cantidad de gente que se infecte pero no contagia, mayor va a ser el efecto de rebaño. 

En estos días se difundieron en medios de comunicación supuestamente serios noticias que hablan de personas que dicen estar imantadas tras recibir la vacuna y repitiendo la idea de que las vacunas tienen metales. ¿Es posible eso?

No existe eso. Primero, no tienen metales. Algunas vacunas en el pasado supieron tener cromo para conservación, en cantidades mínimas, que fueron retiradas en el mercado. La vacuna Sinopharm utiliza sales de aluminio para estimular el sistema inmune en cantidades muy pequeñitas. Al igual que muchas otras vacunas que son aplicadas, no solamente de COVID. Y esto no da ningún efecto tóxico ni menos un efecto imantado. Eso no existe, es una fake news que no sé de dónde salió ni cómo lo respaldan. No hay elementos magnéticos en ninguna vacuna en Argentina ni en el resto del mundo. 

¿Y en cuanto a reacciones adversas? Se mencionan, si bien muy poquitos casos en relación a los millones de personas vacunadas, de trombosis asociadas a las vacunas de AstraZeneca y miocarditis en Pfizer.

No se ha establecido que la vacuna de AstraZeneca pueda provocarlo en algún caso raro ni el mecanismo. Dentro de esos casos muy raros, se ha visto una proporción un poquito mayor de personas que han recibido la vacuna de AstraZeneca. Quedó claro que aun si fueran provocados por la vacuna son casos muy raros y es lo mismo que ocurre con cualquier medicamento. Si uno toma el prospecto de cualquier medicamento puede ver la cantidad de contraindicaciones y efectos adversos, pero eso no significa que lo va a tener el 100% de las personas, sino algún caso. Con las vacunas es lo mismo, es un medicamento y algunas personas serán particularmente sensibles a algún componente. Es totalmente esperable, lo importante es que sean casos raros, porque si no ya amerita una investigación más profunda. Lo mismo pasa con la vacuna de Pfizer, que comienzan a reportarse más problemas de miocarditis, principalmente en gente joven más recientemente vacunada con la segunda dosis. Pero está en investigación si existe la asociación y en qué frecuencia, que es muy baja. Y al mismo tiempo, en la inmensa mayoría de los casos se revierten y la gente se recupera de esa situación. Todavía no sabemos si han sido provocadas por la vacunación. Se han vacunado decenas de millones de personas y muy poquitos han manifestado alguna trombosis y la mayor parte se ha curado. Son efectos mínimos, esperables, cada persona tiene reacción distinta, y en millones de personas siempre vamos a encontrar a alguien a la cual un medicamento o una vacuna le puede traer una consecuencia adversa severa.

Respecto a la nueva variante Delta del virus, más peligrosa, ¿escapa a la protección de las vacunas actuales? 

Hasta ahora, ninguna de las variantes escapa a la protección de las vacunas. Sí se ha visto que en Inglaterra, donde está más presente esta variante Delta, podría haber más cantidad de casos que desarrollen la enfermedad que con las otras variantes que se pudiera infectar. No está calculado si eso implica mayor mortalidad en las personas vacunadas. Aparentemente hay una mayor posibilidad de que desarrollen enfermedad. Por eso se insiste tanto en que las vacunas sean extendidas lo más rápidamente posible a todos, porque estas variantes como otras que puedan aparecer se dan porque hay una gran cantidad de gente infectada. Cuanta más gente infectada hay, hay más virus circulando y más posibilidad de una mutación. Cuando el virus se multiplica, igual que las células humanas, se copia el material genético con un altísimo grado de perfección. Pero algunas fallan y generan una mutación, que puede ser una que no cambie nada o que sea mala para el virus; o bien que permita una mejor invasión, como en estos casos. 

¿Es posible entonces que en algún momento aparezca una variante que sea capaz de saltarse la protección de las vacunas? 

Sí. El concepto general es que tenemos que ampliar lo más que se pueda la vacunación. Por eso Estados Unidos, que le sobran vacunas, comienza a donarlas a los países pobres que no pueden comprar vacunas. No solo para ayudarlos, sino porque al ayudarlos se están protegiendo ellos mismos, para cortar la diseminación del virus en los países pobres. Si no, veremos aparecer variantes peligrosas como la Delta o todavía peores. Y en algún momento sí van a escapar de la vacuna. Por ahora en Argentina se hace un control en Ezeiza, lo que pasa es que los positivos quedan a cargo de los ministerios de Salud en las provincias y a veces no se hace un seguimiento de si cumple la cuarentena, lo que es fundamental. Si la persona que entra en el país se quedase en su casa 14 días, tenga o no COVID, sería mucho más simple y se evitarían estas variantes poquito a poquito más peligrosas. Por ahora las vacunas que tenemos en Argentina cubren y protegen bastante bien, incluso la variante Manaos.

Se trata entonces con la vacunación y los cuidados de evitar ese riesgo de una mutación grave.

Yo tengo pavor con los números de la provincia de que tengamos una mutación Córdoba, porque cuando más casos hay de personas más se divide el virus y más posibilidades de que tenga un error se exprese y esa mutación sea lesiva para nosotros. Hay que luchar para disminuir la circulación del virus con las vacunas y además con las cansadoras pero inevitables restricciones a la circulación.

¿Cómo evalúa el desarrollo de la campaña de vacunación en el país?

Pese a la situación de Córdoba, con la cantidad de casos, tengo una luz de esperanza ahora que la vacunación ha tomado un mayor ritmo después de dos o tres meses lentos, después que se han destrabado algunas cuestiones. Incluso con la fabricación en Argentina augura un ritmo de vacunación alta y esperemos que pase como en Israel, Estados Unidos e Inglaterra con el decrecimiento de las infecciones, y no como en Uruguay o Chile que todavía no han podido controlarlo.

En Argentina ya se realiza parte del proceso de fabricación de dos de las vacunas que se aplican. Se ha destacado que son muy pocos los países en el mundo que pueden hacer estos procesos y fabricarlas. ¿Es así esto? 

Es así. En esto hay política partidaria y de medios que se alinean para un lado o para el otro, para traer agua para su pozo, pero eso es banalizar la historia. Porque incluso si fuera solo envasar un medicamento, no es como envasar cualquier cosa que uno haga en la cocina. Requiere condiciones específicas de pulcritud y de controles. Es mucho más que un envasado, se recibe un reactivo, hay que purificarlo, hacer controles de calidad, mantener las temperaturas y un montón de cosas. Una cosa es producir el principio activo y otra es hacer todos los pasos necesarios para que eso se convierta en una vacuna. Esos son pasos complejos y no cualquiera lo hace. No solamente por el equipamiento y la infraestructura, sino por el personal altamente calificado para realizarlo y también en los organismos regulatorios para controlar lo que hace esa farmacéutica. Y Anmat es uno de los mejores del mundo. Con la expectativa de que el laboratorio Richmond en un años y medio o dos podrá fabricar también el ciclo completo de la vacuna. Eso no se puede hacer en cualquier lado. No cualquier país puede hacerlo y Argentina es uno de los pocos que lo puede hacer. 

Se supone que al fabricarlas en el país podríamos tener más vacunas y en menos tiempo, para dar un impulso mayor a la campaña. 

Sin dudas, tengamos en cuenta que los países que fabrican son los que están más protegidos. Ahora también es probable que la segunda parte de la vacuna Sinopharm se pueda hacer también en Argentina. Ya se hace con AstraZeneca y con Sputnik. Y no fueron a buscar a gente y pasaron cuatro o cinco años para sacar un producto, sino que en dos meses hicieron un acuerdo rápido. Eso porque hay gente que puede hacerlo; si no, no se puede.

Con el avance de la vacunación, ¿es posible pensar que esto se va a acabar pronto y que ni siquiera tengamos que vacunarnos todos los años?

Es muy temprano para decir si se podrá o no permanecer con la vacunación o si hará falta vacunarse cada tanto con alguna variante que se escape. Comienza a haber indicadores de que la protección que se logra con las vacunas actuales por lo menos uno o dos años va a durar. No está probado, es lo que se estima, hay elementos que permiten avizorar esta situación. Con el paso del tiempo se podrán hacer más estudios para ver si la protección se mantiene o de acá a cinco años habrá que hacer un refuerzo con otra dosis. Todo parece indicar que no hará falta una tercera dosis de acá a cinco meses en la mayor parte de las vacunas. Hay que dejar pasar el tiempo. El otro día un profesional cometió un error al decir que al haber tenido la enfermedad y tener una dosis de vacuna se puede lograr una inmunidad permanente. Eso nadie lo puede demostrar todavía. Hay laboratorios que buscan convenios para producir durante varios años, con lo cual es probable que ya tengan alguna estimación de que haya que volver a inmunizar. Pero todavía es muy temprano, hay que ser muy precavidos de decir cosas que no se puedan probar y también de cualquier interés de las farmacéuticas en estimular un uso excesivo de la vacuna.

¿A qué se refiere con eso?

Por ejemplo, ya estoy escuchando que Pfizer dice que al cabo de un tiempo los niveles de anticuerpos en algunas personas disminuyen y que por eso será necesaria una tercera dosis. Y me extraña que una empresa como Pfizer, que tiene científicos de primer nivel, diga eso. Porque frente a cualquier vacuna los niveles de anticuerpos al cabo de un tiempo caen, necesariamente, porque ya no está la vacuna ni el virus dando vueltas. Lo que quedan son las células de memoria, que es lo que busca la vacuna. Es decir, células que durante el tiempo que dure la protección reaccionen rápidamente ante la entrada del virus y produzcan anticuerpos. Cuando entra un virus o la vacuna al organismo por primera vez, el organismo tarda entre dos y tres semanas para dar una respuesta fuerte. Y en ese tiempo, el virus tiene la capacidad para hacer mucho daño en algunas personas, como lo está haciendo ahora con el COVID. Cuando uno tiene respuesta de memoria y reacciona bien, por más que los anticuerpos estén bajos, en dos o tres días ya está reaccionando contra el virus y no le da tiempo para hacer daño. Ese es el concepto fundamental de la vacuna y por eso me extraña que Pfizer diga que caen los niveles de anticuerpos cuando es una reacción totalmente esperable, y no por eso vamos a estar vacunando todos los años. Por eso también hay que estar atentos a ciertas apetencias de las farmacéuticas.