Con el fallecimiento de su mamá, Fernando Galmarini supo que tenía que hacer algo para despejar la cabeza. Y si esa decisión favorecía también a Luis, su papá, acongojado con lo sucedido, mejor aún. Es así que hace un año, pandemia mediante, decidió volcar sus ahorros en un Ford Falcon con el ambicioso objetivo de restaurarlo.

“Era un sueño de chiquito que tenía yo, nos sentábamos con mi viejo a ver el TC. Es una pasión por el óvalo, por Ford, que tenemos ambos. Vio la posibilidad en época de pandemia en restaurar este auto, él me ayudó muchísimo a tomar la decisión, me ayudó en el armado, en todo, fue la pieza clave de esta restauración”, contó Fernando, quien sostuvo que fue un pasatiempo para ocupar la mente: “Lo compré también por mi viejo. Yo trabajo ocho horas, soy empleado de comercio y no tenía tiempo más que los fines de semana o algunas horas a la siesta o a la noche. Pero el que me ayudó y se ocupó mucho fue él, lo compré para él, para que ocupe la mente, y para ayudarlo un poco en este tiempo después del fallecimiento de mi mamá”, reconoció.

“Se desarmó íntegro”

Según contó Fernando, el trabajo para dejarlo en condiciones fue arduo: “Le hicimos desde el desarmado completo. Dirección, frenos. El motor es original, no se tocó absolutamente nada, se cambiaron partes exteriores, funciona excelente, Lo que es interior está todo original, tablero original, asientos originales, tapizados originales. Fue mantener la esencia por dentro”.

El proyecto de restaurar un auto los alejó del dolor

“Afuera tiene un color rojo caramelo, es un bicapa, ese fue un poco el toque mío, era algo que me gustaba a mí, pero en el interior todo es original. Las llantas son originales, el motor es original, todo restaurado por fuera, adentro no es necesario abrirlo porque anda perfecto. Se desarmó íntegro el auto, tengo fotos de la restauración en donde está prácticamente pelado”, recordó el joven.

Conseguir los repuestos no fue tan difícil, ayudados por la existencia de un local en Buenos Aires que comercializa autopartes antiguas de Ford. De todas maneras, algunos repuestos se consiguieron en San Francisco. “Se ha conseguido todo, hay cosas que tuvimos que armar nosotros de chacaritas y buscar y buscar y buscar. No es fácil la búsqueda de las partes, si bien hay muchos en chacaritas, hay piezas que renegamos en encontrar”, reconoció Galmarini.

Una pasión

La restauración es un sueño cumplido, aseguró el joven. “El dinero es una plata ahorrada que yo tenía y la fui invirtiendo ahí, en algo que me gustó, viendo que la pandemia no te dejaba disfrutar de otras cosas fue un poco decir ‘esa plata que no estoy gastando en tal cosa la invierto en el auto’. Es algo que me va a quedar como herencia y que voy a poder disfrutar el día de mañana”.

“Surgió de cumplir un sueño, de algo que no estaba en los planes me fui como interiorizando en el tema. Tengo un amigo que fue el que me metió el chip en la cabeza, él está haciendo restauración, lo planteé con mi papá, me dio el okey. Lo que sí llevó tiempo y obviamente dinero, por eso después de un año lo estamos terminando y ya estaría listo, saliendo a las calles”, agregó entusiasmado.

El proyecto de restaurar un auto los alejó del dolor

Con ganas de hacer ruta, por el momento lo probaron unos kilómetros en la autovía. “Fuimos a la autovía, tengo ganas de viajarlo, de ir a encuentros con mi papá, el día que esté habilitado el TC ir con el auto. A futuro, cuando esto se encamine, cuando la pandemia termine, quiero disfrutarlo con él y en el futuro con mis hijos”, cerró.