En pleno Valle Calchaquí de Salta se ubica la localidad de Cachi, un pueblo de unos 5 mil habitantes situado a unos 2.531 metros sobre el nivel del mar. A unos pocos kilómetros se impone el reconocido Nevado de Cachi, que tiene como cumbre el cerro Libertador General San Martín, de 6380 metros de altura.

Hasta allí llegó días atrás un grupo de montañistas de Las Varillas, para cumplir con un impactante desafío en la naturaleza: hacer cumbre en el 19ª pico más alto de la Argentina.

Cristian Rivera (44) fue el único del grupo de 10 personas que intentó hacer cima y relató la experiencia. El hombre contó que desde el año 1999 afronta este tipo de desafíos, comenzó en las sierras de Córdoba y de a poco -por su cuenta- fue aprendiendo y se fue sumergiendo en una actividad que tiene mucho que ver con lo espiritual, más allá del desafío físico que significa.

“El Nevado de Cachi yo lo hice en unas 7 u 8 oportunidades previas y siempre había entrado por la Quebrada Las Pailas, que es una ruta que va más al este, pero para aprovechar la experiencia con un grupo grande dijimos de ir por primera vez por la Quebrada de las Cuevas, la ruta normal de este cerro que es un macizo de 50 km. lineales, con 13 cumbres que superan los 6 mil metros y la más alta es el cerro Libertador San Martín, fue al que apuntamos desde arranque”, explicó a El Periódico.

La experiencia de un montañista de Las Varillas: “En cada expedición, la montaña te pone los valores de frente”

La preparación

Rivera contó que el grupo no desarrolla una preparación en particular en conjunto, sino que cada uno por su cuenta entrena, corre o usa bicicleta como una manera de hacer ejercicio y mantenerse en forma, siempre con el objetivo de afrontar este tipo de experiencias.

“No es una competencia contra alguien, es una competencia contra uno mismo, las metas te las pone la montaña cuando vas ascendiendo, por lo tanto, la preparación física no está determinada, cada uno hace lo que puede y es la montaña que te dice hasta donde llegás”, señaló.

Y agregó: “Había gente de todas las edades, fuimos 10 y al primer campamento llegamos 8 -otros dos se volvieron-. Seguimos como grupo sólido y al llegar a los 5300 metros, el último campamento, fue un día de cumbre muy particular porque hacía frío, salimos las 4 y fuimos trepando la ladera, pero los chicos fueron regresando al campamento y a los 6 mil metros había quedado solo. Decidí ir solo a la cumbre y volver”.

Para Rivera lo más difícil de estos desafíos son las inclemencias del tiempo. “Uno sabe que lo único impredecible es eso, no sabés si el día de cumbre va a hacer frío, si va a haber viento. Pero después hay factores fijos como la altura que no depende del clima, siempre está y es fundamental el deterioro físico a medida que vas ascendiendo. Los metros hacen mella en el cuerpo y si te toca un mal clima es determinante para llegar o no”, indicó.

80% mente. “Con las experiencias que tuve desde el 99 compruebo de que un 80% de esto es factor mental, la parte física te hace subir más rápido o no, pero lo mental es lo que te hace llegar a la cumbre. No corrés con nadie, dos o tres horas más que otro no hace la diferencia. La parte mental es la que te hace llegar a la cumbre y no volverte antes”, dijo Rivera.

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“Me hace sentir muy libre”

El varillense contó que ha repetido varias veces las mismas experiencias, pero las sensaciones no son las mismas. “La geografía es la misma, pero las sensaciones son diferentes, con los años vuelvo a otros cerros y son expediciones que me han dejado muchas experiencias de vida”, comentó.

“Me hace sentir muy libre el hecho de sentir la naturaleza, me da la sensación de valorar las cosas que uno tiene en casa, de encontrarse tan primitivo, sin baño, sin cama, sin el calor del hogar y te hace ver y sentir en carne propia lo que tenemos día a día y uno no se da cuenta. Vuelvo de la montaña y esos valores los tengo muy a flor de piel, ya no es lo mismo un plato de comida caliente cuando venís de cocinar dentro de una carpa, una cama o una ducha caliente. Son valores que la montaña te los pone de frente en cada expedición que hacés”, indicó Rivera.

Por otro lado, agregó: “Si a esto uno lo toma fuera de lo deportivo, fuera del plano físico hay una parte que tiene que ver con la experiencia de vida que para mí es mucho más importante que llegar a una cima y cumplir con un objetivo. Yo valoro mucho la enseñanza que me deja llagar a casa, encontrarme con la familia, tener todas las cosas que uno no se da cuenta que tiene porque las ves a diario y cuando uno las pierde por una semana o por unos días, cobran otro valor”.

“En esta etapa de pandemia pude ir tres veces a la montaña. En diciembre estuve en Mendoza, en el cerro Mercedario de 5400 mts. de altura, unos días después volví al cerro Mercedario (4ta montaña más alta de Los Andes. Después surgió el Nevado de Cachi”, comentó Rivera.

Lo que viene: Catamarca o Perú

Entrado el invierno Rivera explicó que se complica seguir con estos desafíos y se frena la actividad, principalmente en la Cordillera de Los Andes, sin embargo, hay alternativas. “Está la posibilidad de ir en julio al volcán Walter Penck en Catamarca (6.660 m), casi al límite con Chile en el paso de San Francisco. También en junio, si se abren los vuelos, queremos ir al Cerro Huascarán en Perú (6.768 m), pero estamos limitados con las disponibilidades de vuelos”, explicó.

Y agregó: “De todos modos, cuando pase el invierno, vamos a volver al Nevado de Cachi a intentar una cumbre cercana a la que fuimos, también queremos ir al Nevado de Chañi (5.896 m) en Jujuy”.