Parece una película triste que ya vimos y que vuelven a pasar otra vez, seguramente con otros personajes y escenas, aunque con un guión muy similar. Pero la segunda ola de casos de coronavirus en Argentina no es una película sino una realidad entre nosotros y nuevamente debemos prepararnos para situaciones que se avizoran muy difíciles en los próximos meses. 

San Francisco llegó esta semana a una cantidad de casos activos similar a las máximas que registró a fines de octubre y a comienzos de enero, que fueron los picos máximos en la ciudad hasta el momento. La diferencia es que las restricciones ahora son menores que el año pasado, por lo que las actitudes personales para evitar las situaciones de riesgo de contagios serán, como siempre, fundamentales. Al haber menos restricciones, aumenta la circulación y los contactos personales. Y por ende más posibilidad de que circule el virus y más personas se enfermen.

Se podrán discutir las restricciones, pero tampoco se puede esperar que los casos bajen de forma mágica sin ninguna medida. Nuevamente habrá quienes lo sufren más que otros, ya sea por la cuestión sanitaria, psicológica como en la parte económica. Las restricciones afectan el trabajo de muchas personas y la economía de muchas familias. Hay que insistir en que depende mucho de todos nosotros en que sea una ola o un tsunami, adoptando las medidas de protección que ya conocemos: barbijo, ventilación permanente en lugares cerrados, distancia e higiene de manos. 

La llegada de más vacunas será decisiva para mejorar la situación de esta segunda ola y proteger a quienes tienen más riesgo. Se necesita que este mes el ritmo de vacunación pueda acelerarse, aunque ya se sabe que la escasez de dosis es un problema a nivel mundial. Es un hecho que las promesas del presidente Alberto Fernández allá por diciembre del año anterior no se cumplieron y a esta altura se esperaba tener a mucha más cantidad de personas vacunadas. Los laboratorios no entregaron las dosis acordadas, algo que pasó en todo el mundo. Ni siquiera las principales potencias en Europa pudieron cumplir la vacunación como lo habían previsto. Sin embargo, aún con errores no menores, Argentina no es el mejor ni el peor en cuanto a su gestión de la vacunación. De hecho, todas las estadísticas lo ubican de mitad de tabla para arriba en todo el mundo. El problema es que todavía se está lejos de inmunizar aunque sea a todos los grupos de mayor riesgo.

Pasando por alto que en gran parte del mundo se adoptan medidas excepcionales de restricciones y toques de queda, en Argentina la oposición política parece que seguirá rechazando toda medida para tratar de evitar los contagios, sea la que sea y por la razón que sea, mientras después seguramente van a criticar precisamente los problemas por el aumento de casos. Ya intentaron boicotear una vacuna, con la ayuda de un coro de comunicadores poco profesionales en los grandes medios, y les salió mal. Ahora su principal propuesta es privatizar la compra de vacunas, algo que no se hizo en ningún lugar del mundo. Evidentemente que su juego es otro: cavar la grieta, buscar indignación con falsedades e intentar sacar provecho electoral. Hacer política de esa manera no acerca solución alguna.

Lo que no es bueno para la colmena, tampoco lo es para la abeja. Los casos están en aumento y de acuerdo a cómo evolucione la situación en las próximas semanas podrían endurecerse. En otros países, la segunda ola ya fue mucho peor que la primera. Es cierto que la vacunación pone una luz de esperanza y tranquilidad, pero aún no alcanza. Por eso, nuevamente tendremos por delante una película bastante amarga, con situaciones ya conocidas y para la cual tendremos que prepararnos y poner mucho de nuestra parte en la prevención.