La foto de Dardo Llanes reposa en un portarretrato sobre una pequeña mesa. Para quien cruza la puerta y se adentra en la casa de María Ernestina Villarreal, su madre, es una especie de bienvenida de parte de un vecino de la ciudad, pero no de cualquier vecino.

Bien cerquita de la foto se encuentra un diploma de honor del Ejército Argentino, que reconoce la participación de este joven en las operaciones de guerra del Atlántico Sur en resguardo de la soberanía argentina de las Islas Malvinas, Georgias y Sandwich del Sur, y otro que recuerda el Juramento a la Bandera un 26 de abril de 1982, en Bahía de los Zorros. También hay una foto junto a sus dos hermanos y otra, a modo de collage, con la bandera nacional. Una capilla se halla en el patio de la casa y un recorte de diario rememora su muerte.

Llanes fue un héroe de Malvinas que, con 26 años, se convirtió en un caído posguerra al suicidarse. Lo atormentaron los recuerdos del conflicto bélico que la Argentina mantuvo con Gran Bretaña por las Islas Malvinas.

Pese a que pasó mucho tiempo de ese suceso, María aún sufre como lo haría toda madre, y recuerda: “Todos los años lo vivo mal, todos los días en realidad”, asegura en la fecha en que se conmemora el Día del Veterano y de los Caídos en la Guerra de las Malvinas.

“Era muy compañero mi hijo. Era mellizo. Los dos fueron a revisación médica. Cuando vinieron me preguntaron ‘los dos somos aptos, ¿quién hace el servicio militar?’. Para mí ninguno, pero eso lo tienen que decidir ustedes, les dije. Al otro le faltaba terminar de estudiar, entonces me dijo ‘no mami, voy yo’. Y fue Dardo sin saber todo lo que se venía”.

Cartas a mamá

Cuando el 2 de abril de 1982, Argentina desembarca en las islas, a Llanes lo destinan al Regimiento 8° y de ahí a Bahía Fox en Gran Malvinas.

Desde la isla, el 14 de abril, el joven le escribía a su madre: “Ya hace más de una semana que salimos del cuartel hacia el aeropuerto, y de allí nos transportaron en avión hasta las Islas Malvinas”. Más adelante añadía: “También te hago recordar que sigo trabajando en la cocina. Las provisiones son las que dona la gente (…) Todo eso llega al rancho donde hacemos de comer. Mamá, lo que te pido urgente es que me mandes la cámara de sacar fotos con uno o dos rollos. Mami, por el momento no pasa nada, pero estamos muy alertas de entrar en combate”. Cerró la carta con precisiones climáticas y dejando besos y abrazos para la familia.

Vuelta a casa

Villarreal conserva latentes los detalles del final de guerra y la incertidumbre de saber si su hijo estaba con vida o no. El mayor de los hermanos era quien iba a la espera cuando se daban los desembarcos: “Cuando empezaron a llegar los chicos, él iba a todos los desembarcos y no llegaba su hermano. Un superior le dice que ellos (por los soldados) están tan perdidos, lo que tenés que hacer cuando empiecen a bajar es llamarlo por su nombre’. Así que empezó a llamar, pero terminó el barco. Le dice el superior ‘esta noche vienen los últimos de la guerra, si tu hermano no está, es porque quedó allá’”, narró la mujer.

Por fortuna, Llanes llegó, aunque en un estado muy distinto al de la preguerra. De entrada no reconoció a su hermano, lo que tardó algunos minutos.

“Ahí nomás lo agarró, lo llevó en el auto, lo hizo bañar, le compró ropa, lo llevó al peluquero. Tenía el cabello largo, ondulado. Me llamó y me dijo ‘mami quedate tranquila, Dardo está conmigo’. Yo ya no creía que volvía. Fue una angustia muy grande la que pasé”, relató.

Dardo Llanes, el héroe que volvió de Malvinas pero no pudo soportar el dolor de la guerra
María Ernestina, mamá de Dardo, junto a su hermano mellizo en un homenaje en 2015.

La posguerra

Nada fue igual para Dardo ni para su familia después de la guerra. Previo a Malvinas, el joven era “muy cariñoso y compañero”, remarcó su mamá: “Solía, cuando era chico, dormir en el cuarto de su abuela por si le pasaba algo durante la noche. ‘Si a la nona le llega a pasar algo a la noche, quién la auxilia’, se preguntaba”.

Pero al regreso, ya junto a su mujer y su pequeña hija, se volvió un hombre callado. “Cuando yo no trabajaba hacía la comida y comíamos todos juntos, pero él no hablaba”, rememoró María.

Sobre la guerra, al principio Dardo contaba apenas algunas cosas relacionadas a la falta de alimentos y de abrigo. Luego, ya nunca más tocó el tema: “Contaba que no comían, que usaban unas camperas que eran unos trapos. En la noche se arrastraban a las carpas de los oficiales y les robaban lo que había. Ya a lo último apenas había un poco de polenta, entonces la mojaban y comían eso. Él lo contaba y después me decía ‘mami, no me preguntes nunca más de la guerra porque me hace mal pensar en mis amigos que quedaron allá. Y se aferró a su hija’”.

Una de las actitudes que María más recuerda de su hijo, tras su regreso, tenía que ver con una especie de homenaje que él les rendía a sus compañeros caídos en combate. “Él agarraba el plato y la cuchara para irse a comer a pieza, hacía vida de prisionero. Se sentaba en el suelo y comía. Yo le decía que no estaba más en la guerra, pero me respondía que era su forma de recordarlos”.

El 25 de diciembre de 1985, en Buenos Aires donde había ido a pasar Navidad con parte de su familia, Llanes decidió acabar con su vida en un balneario de Tigre. Su desaparición fue física, ya que el verdadero Dardo nunca pudo volver de las islas.