“Tengo una banda amiga que me aguanta el corazón,

que siempre está conmigo, tenga o no tenga razón.

¿Qué podemos hacer si todo sigue como va?

Hay que reírse un poco que la muerte siempre está.

Vamos a hablar de algo que nos haga divertir,

que de tanta sonrisa la muerte se va inhibir”.

No encontré mejor forma que empezar esta nota con un fragmento de una canción. El tema se llama Por la ciudad y pertenece a la banda uruguaya La Vela Puerca, que retrata en parte lo que pasa en un lugar especial de San Francisco: Specialized Gym. El gimnasio está ubicado en bulevar Buenos Aires 125, lugar donde los lunes, a eso de las 17, comienza a llenarse de voces estridentes, de gritos, saludos, abrazos y largas risotadas que contagian el ambiente y lo vuelven festivo. Esos son los días que los chicos de “La banda” -así bautizado-, un grupo de jóvenes y adolescentes con discapacidad, llegan al espacio para su hora de gimnasio bajo la dirección del “profe Coco”, que no es otro que Conrado Vallejo, quien hace varios años inició un humilde pero valeroso proyecto de inclusión y que, tras el parate por la pandemia de coronavirus, se puso en marcha nuevamente.

-Hoy viniste peinado, justo para la nota parece-, le dice Coco entre risas a José María mientras este lo abraza. José tiene síndrome de Down y es uno de los más grandes y “más antiguos” del grupo. 

Renato, Guada, Paz, José, Francisco y Agustín, los demás integrantes de la banda, se sientan en ronda junto al profe, todos distanciados, en una charla previa a lo que será el entrenamiento, que comienza con una entrada en calor sobre bicicletas fijas en la sala de spinning. En esta clase son seis, pero el grupo tiene hasta 15 integrantes, aunque algunos todavía no retomaron la actividad por el temor de sus familiares ante la pandemia.

La banda amiga del gimnasio que ríe mientras entrena

Ya en la entrada en calor, la charla sigue, en realidad nunca se detiene, y cada tanto estalla alguna risa por las ocurrencias de José María, de Agustín o de “Francis”. Entre ellos tres, “Coco” debate con el grupo cuál es el más famoso, al que más notas le hicieron.  

Al terminar en las bicis cada uno de ellos sabe que deben rociar el manubrio con un trapito empapado con lavandina rebajada, aunque según el profe, a veces a “alguno se olvida”. De allí, separados en tres grupitos de dos, comienzan a trabajar en distintos aparatos luego de las indicaciones pertinentes. 

Coco le indica a Renato que se siente en la máquina para hacer ejercicios de pecho.

-Hacés 10, no tanta cara de malo. Contás hasta 10 y no me hagas trampa-, le dice en tono festivo.

Rena, de 15 años, también tiene síndrome de Down y se dispone a hacer el ejercicio, no sin antes mirar a sus compañeros y sonreír con mirada cómplice. 

Por su parte, a Francisco y a Agustín les ha tocado hacer trabajos de piernas en camilla. Entre serie y serie, el primero cuenta: “Hace bastante que vengo, vengo desde mi casa caminando y la paso re bien acá. Más que nada me gusta hacer bicicleta y cuando hacemos circuitos para piernas”.

La banda amiga del gimnasio que ríe mientras entrena

El nacimiento de “La Banda”

Según Conrado, el grupo tiene sus inicios allá por 2009, cuando con su auto pasaba a buscar a algunos de los chicos para hacer ejercicios en alguna plaza o jugar a algún deporte. Después de la actividad, tomaban alguna gaseosa, charlaban un rato y luego los iba regresando a sus hogares. La apertura de su gimnasio fue el espacio ideal y la herramienta para congregarlos y que se fueran sumando otros más.

Este proyecto que tiene que ver con la inclusión de personas con discapacidad es un espacio para que ellos interactúen y sobre todo se sientan parte del gimnasio. Venimos dos veces a la semana, y cada día es especial, sobre todo porque venimos a celebrar la amistad, se formó un grupo de amigos donde la idea principal no es el gimnasio o los aparatos sino el compartir una charla, un momento y como efecto secundario está el gimnasio”, explica Conrado.

La banda amiga del gimnasio que ríe mientras entrena

“La banda” está integrada por chicos y chicas de las más variadas edades -desde los 12 a los 50 años-, como así también con distintas patologías y síndromes: desde neurológicas, físicas, una parálisis, hasta Asperger, Síndrome de Down, retrasos madurativos.  

Sin embargo, para el profe “la idea no es indagar tanto sobre las patologías de los chicos, sino trabajar sobre sus fortalezas, lo que pueden hacer e ir logrando”, reconoce.

“Creo que como este espacio se tendrían que crear en todos los ámbitos y lugares, no solamente en el gimnasio. Fomentar esto de que no es tan difícil de que un espacio se puede abrir y brindarse  para ellos, hacer la apertura para que puedan ir a todos los lugares y que tanto los profesores como otras personas tengan la capacidad, la actitud y aptitud de recibirlos y poder incorporarlos y darles el mismo poder de actuar, decidir y poder hacer las cosas como cualquier persona”, asegura Vallejo.

La banda amiga del gimnasio que ríe mientras entrena

“Normalizar” el contacto

Para el profe como para los integrantes de “La banda” cada día de entrenamiento es un día festivo, y es tan esperado por ellos que a veces los chicos llegan con 40 minutos de anticipación, solo para poder charlar entre ellos o con la gente que se encuentra haciendo ejercicios en el gimnasio.

“Es un aprendizaje mutuo y constante -reconoce Conrado-, para ellos con las otras personas y de las otras personas para con ellos, es un feedback que está muy bueno. Cuando normalizamos el contacto y el trato la convivencia se hace normal, como debería serlo en cualquier ámbito. Ante la discapacidad somos todos personas, por ahí está eso del miedo a acercarse o la incertidumbre de no saber cómo va a responder la otra persona, pero cuando el trato es constante esto se normaliza”, asegura.

Las actividades se van programando como para que los integrantes de “La banda” puedan trabajar todo su cuerpo en los diferentes aparatos, con los cuidados en las cargas y en los movimientos. “La idea es que puedan manipular todo tipo de máquinas para que ellos puedan hacer la transferencia a cualquier tipo de objeto que encuentren en su vida cotidiana”, refiere el profesor que como anécdota desliza: “Nos ha pasado de que hay personas que vienen al gimnasio a propósito a la hora que están los chicos, no solo para entrenar sino para compartir el momento con ellos y eso nos llena de alegría”. 

El deseo del profe es que fuera posible replicar este ejemplo en distintos ambientes sociales. Ojalá pueda ser posible ir por la ciudad encontrándose con “bandas” de amigos que disfrutan junto al resto de las personas “por así decirnos normales”, esto quiere decir que habremos crecido un poco como sociedad.

La banda amiga del gimnasio que ríe mientras entrena

El viaje postergado

Salvo en 2020, el grupo trabaja durante todo el año y para el verano organizaron un viaje de amigos para convivir juntos un par de días. “Son unas vacaciones pero que sirven también de aprendizaje, son unas vacaciones entre amigos. Vamos al súper, cocinamos, limpiamos, salimos es una convivencia de tres o cuatro días, dónde más allá de divertirse y aprender cosas, nos separamos de los papás, que es un montón para ellos”, cuenta Vallejo, que anhela para este 2021 poder repetir las experiencias anteriores.