Dos amigos, docentes y lectores. Una bicicleta tándem que conduce Virginia Díaz (educación especial) y en la que Rolando Aiassa (nivel secundario y superior) acompaña en el asiento trasero, con la cual salen a los barrios el último domingo de cada mes. El propósito es leerle a los más chicos, a quienes convocan a la plaza de cada sector mientras ruedan por las calles dándoles aviso, como una forma de recuperar los espacios públicos e incentivar algo tan noble y necesario como la lectura.

Ambos conforman “Oliveria Girando” en honor a Oliverio Girondo, poeta argentino vinculado a la vanguardia porteña en la década del ’20 del siglo pasado. Y en ese girar es donde surge la convocatoria: “La idea nace de un interés personal. Con Rolo somos docentes y nos gusta la literatura y compartimos un domingo al mes en alguna de todas las plazas un rato entre nosotros, la literatura y los chicos. Luego de la lectura hacemos alguna actividad plástica para finalizar con un juego”, cuenta Virginia, quien entiende que la lectura “enriquece el intercambio porque nos invita a imaginar, despierta emociones, sensibiliza nuestra mirada del mundo, nos propone siempre nuevas maneras de decir y amplía los horizontes de lo que creíamos posible”.

Llegan en bicicleta a los barrios para contar cuentos: “Los pibes están sedientos de lectura”

En el mismo camino va Rolando, como en cada viaje: “Vir me propuso salir a leer cuentos. En noviembre pasado empezamos a desarrollar este proyecto donde salimos con una bicicleta tándem recorriendo los barrios y anunciando a los niños, niñas y niñes que nos juntamos en la plaza a leer”.

Los escritores elegidos son argentinos y también de otros países de Latinoamérica, porque de lo que se trata es hacer conocer nuestra cultura: “Lo tomamos como una batalla cultural, somos docentes y estamos convencidos de que hay que democratizar el acceso a la cultura, a la palabra; siempre buscamos leer cuentos que tengan que ver con efemérides, con situaciones que vivimos como sociedad. En marzo leímos los cuentos prohibidos de la dictadura, trabajamos sobre los pañuelos de las Abuelas de Plaza de Mayo y con ese objetivo vamos, con la idea de recuperar la lectura en un espacio de encuentro, de sociabilización, de igualdad”, reflexiona Aiassa.

El proyecto comenzó a girar en noviembre pasado y el primer escenario fue la plaza de barrio General Savio. En diciembre, los lectores visitaron barrio Jardín, luego desembarcaron en las plazas El Prado y Vélez Sarsfield.

Devolución de los chicos

En cada jornada, los chicos sentados frente a quienes narran miran admirados, sostienen la escucha ante cada palabra, cada uno a su manera. Virginia lo describe de esta forma: “Hay mensajes inmediatos en las miradas de los chicos mientras vamos leyendo, algunos abren grandes los ojos, otros escuchan muy concentrados, otros se ríen, otros dicen algo en medio de la lectura porque escucharon alguna cosa que relacionaron con las suyas. Eso es muy hermoso. También finalizados los encuentros se nos acercan a decirnos un simple ‘me gustó el cuento’, nos dicen ‘gracias’, nos preguntan cuándo vamos a volver. Hubo alguna vez que se han largado a llorar porque no querían que se terminara ese momento que estábamos compartiendo”.

Llegan en bicicleta a los barrios para contar cuentos: “Los pibes están sedientos de lectura”

Por ejemplo, un domingo de febrero que llovió mucho el dúo le hizo frente al mal tiempo y cuando el agua amainó salieron a leer, aunque suponían que no iba a encontrar oyentes. “Llegamos a la plaza y vimos acercarse a un niño, le dijimos que íbamos a volver el fin de semana que viene porque estaba el césped mojado y no nos íbamos a poder sentar y él nos respondió ‘no importa, me puedo quedar parado’. Lo que nosotros percibimos es una sensación de disfrute y diversión”, resalta.

Aiassa destaca también que la actividad va dirigida a niños a partir de los 4 años y hasta los 12, que ya puedan sostener la escucha: “En esta era de la digitalización, que torna un poco pasivo a los chicos detrás de la pantalla tratamos de sostener la escucha con cuentos cortos y un taller. Primero leemos y luego pasamos la posta a los chicos donde se construyen producciones a partir de lo que leímos”.

La actividad, claro, es gratuita y autogestionada por ambos docentes quienes van sumando otras manifestaciones culturales. En la oportunidad pasada los acompañó Sofía Cornaglia, estudiante del profesorado de Arte.

Convencidos

Para Díaz la previa de cada jornada de lectura es un disfrute que surge de la planificación del encuentro, la elección del lugar y los cuentos. Pero lo mejor viene después: “Cuando volvemos pedaleando compartimos cómo nos fue, analizamos qué mejoraríamos, qué notamos. Personalmente es un ejercicio de intercambio que me enriquece como docente, pero también como persona porque nos permitimos jugar entre todos y crear”. Pero además sostiene: “Hay algo particular que sucede, porque si bien ya hemos detectado a algunos seguidores plaza tras plaza, generalmente los chicos que llegan a la ronda no se conocen entre sí y a lo largo del encuentro comparten, juegan entre ellos, con nosotros, y somos todos iguales”.

Llegan en bicicleta a los barrios para contar cuentos: “Los pibes están sedientos de lectura”

Aiassa, por su parte, afirma estar “súper convencido” de esta tarea: “Los pibes se re copan, la devolución es hermosa. Dicen que los pibes no leen, pero en realidad somos los adultos quienes no les leemos. Ellos están sedientos de lectura”, concluye.

La bicicleta volverá a partir, si la pandemia lo permite, el último domingo de abril hacia el Parque Cincuentenario. Con ella llegará la magia de la lectura para ganar un espacio público más a través de los libros.