De acuerdo a una reciente encuesta realizada en Inglaterra a más de 5 mil adultos, siete de cada 10 están motivados para estar más saludables en 2021 debido al coronavirus, es decir, apuestan por cambiar su estilo de vida durante este año. La encuesta arroja resultados en los que muestra como gran cantidad de personas planea comer más saludablemente, perder peso y hacer más ejercicio (41%).

Estas inquietudes tienen que ver con que los adultos, con determinadas afecciones, tienen mayor riesgo de enfermarse gravemente por el virus que causa la COVID-19. Así, a los factores de riesgo como el cáncer, el embarazo, la diabetes, una enfermedad renal crónica, el EPOC, las afecciones cardiacas o la inmunodepresión, se les suman la obesidad y el tabaco.

El Periódico consultó a profesionales de la psicología y la nutrición para conocer qué sucedió en los consultorios en San Francisco y si bien aún no se evidenció de forma marcada esta tendencia, sí quedó en claro que la pandemia y con ella el confinamiento acarreó malos hábitos en la población.

La cabeza

Mauro Moyano, licenciado en Psicología, marcó dos etapas. Una de cuarentena más estricta, en la que los efectos en la salud mental de las personas fueron más fuertes y otra más similar a la normalidad.

“Había una primera etapa de la cuarentena en la que fueron más intensos los sentimientos de aislamiento, de esta necesidad de salir, debido a que estaban todos los controles. En algunos pacientes, entonces, se agudizó la desestabilidad y la ansiedad”, explicó el profesional.

Sobre los cambios de hábitos, Moyano dijo: “La pandemia y el confinamiento marcaron malos hábitos, por ahí de consumos problemáticos que se evidenciaron y se pusieron a la luz. A veces con salidas, reuniones fuera de casa, bares y boliches, de alguna forma se entrelazaba más el consumo de una sustancia como el alcohol. Al faltar esos encuentros se empezó a consumir dentro de casa, por ejemplo. Y seguramente también haya pasado con la comida. La ansiedad, generalmente. Bajo cualquier consumo problemático hay un fondo de ansiedad. Todo esto incrementó los consumos problemáticos; hablo de alcohol, somníferos, marihuana y también comida”, detalló.

La salud es un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades, afirma la Organización Mundial de la Salud. En esa línea, Moyano explicó qué tan importante es una de sus patas: la salud mental.

“Es sabido que en todas las enfermedades la parte psicológica puede ser algo que potencie la capacidad de recuperación del paciente o que lo tire abajo. Cuando uno está deprimido, las defensas se bajan, hay falta de apetito, del deseo de salir, de hacer ejercicio. Eso de alguna forma fragiliza al organismo”, aseguró.

Para el licenciado en psicología no se puede hablar de salud corporal y mental como si fueran cosas distintas. Por el contrario, el ser humano debe pensarse integralmente: “La separación que se hace la hacemos a posteriori para poder entender un aspecto u otro, pero están muy entrelazados. Las enfermedades psicosomáticas tienen que ver con esto, el estrés mantenido en el tiempo genera problemas, como por ejemplo los gastrointestinales”.

“Con esto de la COVID-19, si un organismo está en un estado de estrés o depresión, probablemente tenga mayor impacto, porque el cuerpo y la persona están más frágiles, más vulnerables”, cerró.

En la nutrición

En la alimentación también se evidenciaron cambios de conducta como la prevalencia por los alimentos ultraprocesados o dañinos, muchas veces fomentada por la ansiedad del encierro. A ello se le sumó la imposibilidad, o al menos la dificultad, de realizar actividad física regular.

Pero hubo quienes lo notaron y decidieron cambiar: “Podemos decir que 2020 fue el año que nos sacudió para tomar conciencia sobre el área de la salud y nos marcó un antes y un después. Y uno de los pilares de la salud, como es la alimentación, comenzó a ocupar un lugar de interés en muchísima gente”, apuntó Laura Granado, licenciada en Nutrición.

El cambio de conducta vino con la toma de conciencia y, con ella, la elección de alimentos más saludables para la diaria. “Un porcentaje significante de personas tomó conciencia de la palabra inmunidad, que es el estado de resistencia natural o adquirida que poseen algunos organismos frente a alguna determinada enfermedad o al ataque de un agente infeccioso o tóxico. Estar bien nutrido es tener defensas, las herramientas necesarias para hacerle frente. En general la gente comenzó a familiarizarse con palabras como probióticos y prebióticos, capaces de mantener la microbiota sana, que es el equilibrio de la flora intestinal y el funcionamiento normal del sistema inmunológico”, dijo.

Tras ello, Granado sumó: “Aparecieron también en escena los oligoelementos, que son los micronutrientes como la lisina y el magnesio, que son químicos que se hallan en muy pequeñas cantidades en las células de los seres vivos y tienen un rol muy importante para el desarrollo normal del metabolismo. También se le dio un lugar de vital importancia a la vitamina D y C, indispensables como liberadoras de energía que desempeñan un papel importantísimo en los sistemas nerviosos, muscular e inmunitario”.

Por último, Granado dio algunos tips al momento de alimentarse y estar fuertes: cuidar el peso, que sea regular para mejorar los hábitos alimenticios; proveerse de alimentos vitalizados y disminuir el consumo de alimentos ultraprocesados. Todo, claro, sumado a la actividad física, la recreación y el fortalecimiento de la inmunidad emocional.