Esta semana se publicaron en la revista británica The Lancet, considerada una de las más prestigiosas en el ámbito de la ciencia a nivel mundial, los esperados resultados en los ensayos de fase tres de la vacuna Sputnik V, la única que por el momento se aplica en Argentina. Y los datos más relevantes señalan que tiene una eficacia del 91,6 por ciento en la prevención del desarrollo de la enfermedad por coronavirus (COVID-19) y que además no registra efectos adversos graves.

La publicación de estos estudios, los llamados papers científicos, es algo independiente y que tiene tiempos distintos a la autorización de un medicamento, aún en emergencia, por los organismos sanitarios competentes en cada país, como la Anmat, que reciben los datos directamente del laboratorio fabricante. Anmat ya había evaluado la Sputnik en diciembre pasado. Y la aparición en una revista de máxima importancia significa una forma de presentar el trabajo ante la comunidad científica y la población en general, y que esos estudios fueron revisados por otros expertos en la materia.

Por eso los desafíos principales para nuestro país no pasaban ni pasan ahora por la eficacia de la vacuna, que de eso se ocupó la ciencia y sus desarrolladores, sino en poder gestionar las cantidades que se necesitan y organizar un plan de vacunación que permita llegar a los ciudadanos de todos los rincones del país, con las prioridades ya conocidas de grupos de mayor riesgo. Y es claro que ningún país puede supeditar su plan de vacunación y recién empezar a gestionar sus vacunas según los tiempos y lo que diga una revista británica, por muy importante que sea.

Todas las vacunas fueron autorizadas en emergencia en todo el mundo con resultados preliminares. Sin embargo, no pocos dirigentes opositores y varios comunicadores, a los que se plegaron charlatanes variados, de antemano optaron por hacer todo lo posible para denostar a la vacuna Sputnik V como una forma de oposición al Gobierno nacional. Sin tener la menor prudencia sobre los resultados que podía exhibir un instituto científico ruso de reconocida trayectoria (Gamaleya) ni responsabilidad alguna en sus mensajes contra una vacuna (e, indirectamente, contra todas en general) en medio de la mayor crisis sanitaria que vivió nuestro país: una pandemia que ya tiene casi 50 mil muertes. Los resultados exhibidos en The Lancet ratificaron la evaluación de la Anmat y descolocaron a muchos que parecían desear lo contrario.

Claro que hubo quienes plantearon dudas razonables o quienes exigieron más claridad y menos errores en lo que se comunicaba desde el Gobierno. La cantidad de vacunas que llegó no fue la anunciada inicialmente y aún son pocas, por lo que el Gobierno no cumplió hasta ahora con los millones de dosis que prometió, aunque explicó que obedece a un retraso del proveedor en la producción y que sería subsanado en pocas semanas. Es el mismo problema que tienen otros laboratorios en el mundo.

Pero la acción política no puede degradarse hasta el nivel paupérrimo de militar contra una vacuna en una emergencia, sembrar dudas con su seguridad y llamar a no vacunarse. Una cosa es la crítica a una gestión, pedir explicaciones por lo prometido o exigir más información, y otra muy distinta es gritar a viva voz en una sesión de Diputados que no se sabe qué mierda tiene la vacuna. O que el Gobierno no tiene noción de lo que se está haciendo al vacunar. Incluso pedir que la gente no se vacune o que solo se coloque la Sputnik a votantes del Gobierno, declamar que no es una vacuna aconsejable y que no es la que pide el mundo entero. O ya directamente afirmar que la vacuna tiene malos resultados, que puede matar o que tiene agua del río. Por si faltaba algo, denunciar al presidente por envenenamiento. Parece increíble pero no es ficción, todo eso ocurrió y los protagonistas son bien conocidos, aunque ahora intenten desdecirse.

Una cosa es ser críticos en el marco de una democracia y otra es ser irresponsables que siembran dudas sobre una vacuna a quienes la necesitan. No les preocupa tu salud ni la de los tuyos, sino tratar de sacar votos, aun de forma miserable, o querer ser alguien en la tele o las redes sociales y facturar. 

Si bien la Anmat ya había dado el visto bueno a la vacuna con los estudios que proveyó el laboratorio, que eran confidenciales, el hecho de que ahora se conozcan en una revista científica de prestigio seguramente pondrá a la Sputnik V en vidriera para muchos más países, principalmente en Europa. Eso podría aumentar la demanda de este fármaco y crear mayor competencia para conseguirla, por lo que es importante para Argentina ya contar con acuerdos firmados por 20 millones de esta vacuna. Ahora hay que esperar que esos acuerdos se cumplan y se aumente la producción, como se prometió. También hay contratos firmados con otros laboratorios y por ahora hay comprometidas 51 millones de dosis para 2021.

Se sabe que las vacunas salvan vidas, aunque más concretamente lo que salva es la vacunación. El frasquito con el líquido por sí solo no hace nada, lo que salva es el líquido ya corriendo en el brazo. De eso se tiene que seguir ocupando el Gobierno: de traer lo más pronto posible la mayor cantidad posible de vacunas. Y ejecutar el plan para aplicarlas. Eso es lo que debemos exigir y vigilar como sociedad, porque está en juego la salud de millones de personas, en Argentina y en el mundo. Los que se dedican a sacar ventaja con discursos irresponsables seguramente buscarán otro argumento que les sirva a ellos, sin importarles nada más.

Mientras tanto, lo que ya sabemos: barbijo siempre, ventilar, distancia y lavado de manos. A cuidarse.

Faustino Rizzi
Jefe de Redacción El Periódico