Este sábado 5 de diciembre se celebra el Día Internacional del Voluntariado. La fecha busca reconocer el esfuerzo realizado por las personas voluntarias y sus organizaciones, así como promover sus valores y dar a conocer los logros que consiguen en sus comunidades.

En San Francisco son cientos quienes dedican horas al bien común. Es el caso, por ejemplo, de Pamela Robledo, que dona su tiempo a la comunidad a través de Bomberos Voluntarios, desde donde participa de siniestros para salvar la vida y los bienes de las personas.

En su caso, su deseo de ser voluntaria como bombera es algo que lleva desde pequeña. “Siempre lo supe, además que soy una mujer de oficio, entendí desde siempre que cuando se me diera la oportunidad tenía que ser bombero para meterme en ese campo del voluntariado. Me parecía lo más acertado a mí el ser bombero, era mi lugar. Cuando se me dio la oportunidad ni lo dudé, fui una de las primeras en llevar la planilla”, contó.

Si bien pasaron varios años, previo a ello había tenido ya una experiencia en el voluntariado haciendo misiones en el Instituto San Francisco de Asís.

Estar en actividades voluntarias implica resignar algunas cosas y, muchas veces, cambiar las prioridades. “Lo que más dejé de lado, pero no estaría molestándome, es tiempo de calidad para mí y para el resto de mis allegados. Creo que fue el sacrificio mayor. Decir ‘esta vez no vas a poder hacer esto porque tenés que ir al toque de alarma’. Fue algo que tuve que trabajar, supe organizarme y ahí entendí cómo funciona”, contó Robledo.

Si bien las horas de trabajo no son fijas, reconoce que hay días que son mucho más intensos que otros. “El bombero tendría que dedicar una hora mínimo por día a lo que sea, a llegarse al cuartel, a estar entre los equipos. Ni hablar de las horas de trabajo con respecto a los siniestros, te puede tocar un día en que fuiste a un primer incendio, terminaste cumpliendo en cuatro y volviste a tu casa nueve o diez de la noche. Perdés la noción de todas las horas que trabajaste, pero es algo que no lo medimos, es dedicarle un poco todos los días a Bomberos”, aseguró.

Dos historias en el Día de los Voluntarios

Por fortuna, destaca, cuenta con el apoyo entre sus allegados. “Gracias a Dios tengo un grupo de personas que entiendo que me quieren así y me bancan en todas. Alguno que otro me pide que sepa poner en la balanza el tiempo, pero es mínimo y era al principio. Yo también traté de entenderlo y es la parte más difícil, intentar organizarte e intentar que entiendan los demás, y vos también entender en qué situación dejás al resto porque es un poquito de empatía justamente con el tiempo de calidad y saber acomodarlo, saber diferenciar cuando sí y cuándo no, pero me bancan un montón y para mí se me hace mucho más fácil poder responder a todo”, sostuvo.

Pese al esfuerzo que demanda, Robledo insiste en que su rol como bombera la reconforta, y destaca los abrazos cuando todo sale bien y la satisfacción de la persona a las que se ayuda. “Es lo que paga tus horas de trabajo. Ni dudar el equipo con el que trabajo, haber conocido a estas personas a las que les pasa lo mismo que a mí y laburan a la par. Todos trabajamos en equipo, nos ayudamos. Entramos juntos, salimos juntos, no hay diferencias, ahí somos uno todos juntos”, destacó.

Ser voluntaria en pandemia

Otro ejemplo de voluntad es el de Daiana Michlig, que es voluntaria en el Centro de Operaciones de Emergencia (COE), el organismo creado este año para coordinar las acciones en el marco de la pandemia de coronavirus.

“Ya había hecho algunas experiencias y me gusta todo lo que es ayuda o comunidad. Ante algo tan nuevo, en que nadie sabía cómo actuar, es bueno poder brindar un poco de tiempo para la organización y armado de estructuras sanitarias para poder minimizar el impacto en la sociedad. Nunca había hecho alguna experiencia desde el lado de la salud o no había tenido oportunidad de acceder a esa oportunidad, ya sea por falta de tiempo o interés. Una amiga que está de voluntaria me informó que estaban buscando personas a mediados de julio y me tiré de una sin pensarlo. Trabajar, ayudar en pandemia, exponiéndome y haciendo lo que me gusta no fue cosa de pensarlo dos veces, dije que sí y no puedo estar más de orgullosa y contenta por eso”, describió Daiana.

Dos historias en el Día de los Voluntarios

Antes de su paso por el COE, Michlig ya había colaborado como estudiante de la Universidad Nacional de Córdoba en un proyecto que se llama ‘Barrio Adentro’, por medio del cual se brinda apoyo escolar los fines de semana en barrios marginados de la ciudad de Córdoba, se da la copa de leche y se hacen talleres y juegos recreativos con los niños. Pero también, cuando iba a la escuela,  se anotó para participar en actividades afines, aunque nunca por un tiempo tan prolongado.

“Ser voluntario es brindar el tiempo que se pueda, que tengas disponible, a hacer algo, cambiar dinámicas, interactuar y estar, para un proyecto, una persona, la sociedad, sin nada a cambio más que un simple gracias y un abrazo”, resumió.

En cuanto a cómo se acomoda con sus demás actividades, la joven explicó:  “Los tiempos que le dedicás varía en función de la disponibilidad horaria que tengas, podés ir los días que puedas y los horarios que puedas, lo vas organizando semana a semana. A lo mejor esta semana podés ir un solo día y a la siguiente tres. Con la facultad y mis tareas me voy organizando, curso unos días y otros no, así que los días en que no estoy sentada con la compu y los libros, me van a ver en la entrada del polideportivo (de Maristas, centro de testeos) recibiendo a la gente”.

“Personas que se quedan dándote las gracias por la buena atención, información y cariño es súper lindo. Saber que aunque puedas ayudar muy poquito, estás brindando tu apoyo, compromiso y labor en un año súper difícil para todos es reconfortante”, finalizó.