En octubre de 2013, Ramón Adrián González sintió que se le acababa la vida en un accidente laboral en una fábrica de San Francisco. Perdió sus dos brazos y creyó que se derrumbaba su futuro.

Sin embargo, dos semanas después de aquel terrible episodio, en una de sus primeras entrevistas a El Periódico decía que iba a poner todo para salir adelante. Y así lo hizo, con ayuda de su familia y de profesionales que lo asistieron, logró encontrar en el arte la posibilidad de reinsertarse en la comunidad y “sentirse útil” en su entorno.

En este aniversario número 13 de nuestro medio, lo visitamos a Ramón porque sin dudas es un ejemplo de superación, que pese a haber sufrido mucho este 2020 signado por el encierro, la pandemia y la muerte, él continúa dando muestras de fortaleza.

Se cumplieron siete años del accidente, dentro de todo estoy bien, en un año muy particular que a todos nos ha golpeado a todos de uno u otro modo-expresó Ramón-. En el caso nuestro esta pandemia se nos llevó a Franquito -su hijo mayor que padecía una discapacidad- y fue muy duro superar todo eso. A partir de ahí tratamos nuevamente de apoyarnos mutuamente como familia. Pero acá estamos firmes, poniéndole el pecho”.

La terapia que tuvo que dejar

La pandemia también obligó a Ramón a dejar de lado su principal terapia: el dibujo y la pintura. “La prótesis no está funcionando como debería, tendría que viajar a Buenos Aires para que la pongan en condiciones y por esta imposibilidad de poder viajar estoy parado, hace varios meses que no puedo pintar y para mí es una terapia espectacular, me ayudó un montón para superar ese accidente terrible”, se lamentó.

“Cuando me concentro en las pinturas -agregó- las horas se pasan volando y ahora es cuando más lo estaría necesitando”.

- ¿Te imaginaste cómo sería tu vida sin haber sufrido el accidente?

Sí, siempre lo pienso. Creo que hubiera seguido como lo venía haciendo, trabajando a full. Era una persona hiperactiva, no paraba y pienso que estaría abocado a la metalúrgica que es lo que me apasionaba, pero un día tuve que cambiar los fierros por la pintura.

Pese a esto, Ramón analizó el costado positivo de su tragedia personal: “Viéndolo desde otro ángulo esto me ayudó a bajar muchos cambios y estoy disfrutando de otras cosas que antes no hacía, como ver crecer los chicos, estar más con la familia, si bien no puedo hacer todo lo que hacía antes puedo colaborar en la casa”.

“No me siento para nada una persona discapacitada y creo que eso es lo que me mantiene firme, esperanzado”

“No me siento para nada una persona discapacitada y creo que eso es lo que mantiene me firme, esperanzado, con ganas de hacer cosas. Es la base para sentirse bien uno mismo”, destacó.

El arte y las satisfacciones

En estos últimos meses del 2020, en el que el arte no pudo estar presente Ramón se preguntó, como desde hace tiempo, los porqués de todas las situaciones dolorosas que le tocaron vivir a él y su familia. “Soy creyente y uno se aferra a lo que uno cree, son cosas que quizás tienen que suceder, obvio que no es fácil cuando pasan estas cosas terribles, no son fáciles de superar, pero siempre nos hemos apoyado en familia, es fundamental para superar estos trances”, valoró.

Ramón, el hombre que perdió sus brazos pero no sus sueños

En medio de tanta tristeza, el arte aparece como una caricia y una ocupación que le dio muchas satisfacciones: “Más allá de aprender a pintar, de conocer nuevas técnicas, me ayudó a encontrarme con mucha gente que ahora son amigos. Y esto también te lleva a tener más ganas de seguir aprendiendo y de mejorar, sueño con ser un pintor reconocido, el tiempo lo dirá”, se esperanzó.