“Estaba enojada con la vida al principio, me preguntaba por qué a mí, si me la pasaba trabajando. Pero con el tiempo te das cuenta que todo pasa por algo. Yo andaba muy acelerada, ocupada en mi trabajo y había descuidado otras cosas que hoy ya no puedo hacer, como llevar a mi hija Pilar (9) a la plaza. Pero ya no me pregunto los porqués”, señala Eugenia Aimar, a quien en 2016 le detectaron un tumor en la columna (afectó parte de sus vértebras) que comprometía a la médula. Por eso necesita de una silla de ruedas para moverse.

Eugenia se muestra fuerte en un año 2020 muy difícil para ella, ya que otras complicaciones en su salud demoraron su evolución.

“En marzo me operaron en Córdoba. Venía mal a raíz de estar tanto sentada con lo de la medula y tuve una infección urinaria. Cuando pude controlar eso, al tiempo, entre julio y agosto, una escara que tenía más un accidente que tuve en el baño y me la agravó provocó que me tenga que operar. Así estuve nueve días internada”, narra.

Eugenia, garra y coraje para dar nuevos pasos
En 2018, el entonces jefe de Policía, Héctor Roldán, distinguió a Eugenia por ser "ejemplo de voluntad y perseverancia por la profesión”.

La cirugía fue “grande” y el reposo significó un retraso en su rehabilitación: “De venir avanzando bien, de hacer pasos y pararme fue volver a cero nuevamente. Tenía que estar dos horas acostada y dos en la silla. Estuve depresiva, mal porque perdía independencia otra vez y necesitaba a alguien que me siente o me acueste”, recuerda.

A la enfermedad que sufre esta mujer policía se la conoce como ‘astrocitoma intramedular anaplásico grado III’. Pese a una operación, a someterse a tratamiento de quimioterapia y rayos en los comienzos (además de rehabilitación), el tumor no pudo ser extirpado. El año pasado, en tanto, una resonancia marcaba solo una mancha en la zona pero no el tumor, aunque a inicios de este, según Eugenia, un nuevo estudio no fue tan alentador.

Motivación, pese a todo

El cierre del año la encuentra a Eugenia motivada. Siente que pudo sobrellevar situaciones difíciles y que ya no quiere mirar atrás: “De la última intervención vengo bien, sigo con cuidados pero volví a ganar parte de mi independencia. Con los ejercicios volví a sentir fuerzas en las piernas. Me ayuda la pileta. A comparación de cómo estaba a mitad de año cambié un montón”, reconoce.

La mujer sigue utilizando un aparato llamado Flexy que diseñaron estudiantes del Ipet 50 "Emilio F. Olmos", que le permite poder estar parada, y a la vez espera por unas nuevas férulas a medida que la ayuden a ganar estabilidad.

Eugenia sueña con poder utilizar una bicicleta adaptada a su problema y ya se puso en campaña para conseguirla.

A su vez, sueña con poder utilizar una bicicleta adaptada a su problema y ya se puso en campaña para conseguirla: “Encontré una fundación en Córdoba (de Jean Maggi) de un hombre con el que hicieron un documental en Netflix (El límite infinito), que pudo escalar el Himalaya en una bicicleta adaptada. Me comuniqué con su mujer y estoy gestionando para el verano poder recibir una bici porque no quiero quedarme afuera de la movida de la bicicleta”, dice sonriendo: “Me tiene embalada esto”, reconoce.

Eugenia sabe que su posibilidad de caminar depende de que la lesión de la médula sea “incompleta”. Asegura que le quedarán secuelas, pero que los médicos le piden fuerza y voluntad para la rehabilitación: “Es difícil darle para adelante porque siempre aparece un escollo. Pero tengo mi pilar, mi niña de 9 años que todo el tiempo me levanta cuando caigo y por ella tengo que salir y lograr el objetivo. No sé si es volver a caminar completamente, pero dar unos pasos al menos”.