Siempre que surge una política pública con una fuerte impronta invasiva y abrasiva, los ojos críticos de su análisis surten efectos a partir de su impacto o su resultado, o sea por su eficiencia en la administración de los recursos públicos o en la eficacia percibida de modificación incremental de un estado de algo. No obstante, un elemento muy considerable es la longevidad de la misma, porque denota la capacidad institucional de resignificación de un valor público.

De manera que, si tuviéramos que hacer un alto en el camino sobre el devenir histórico local, el Polo Educativo San Francisco es el objeto que merece ser analizado con la mayor objetividad posible y sin necesidad de colgarse medallas de autoría, más bien de trascendencia.

Un estudio social en el año 2007 derivó en un profundo debate entre las demandas amplias y puntuales por parte de autoridades educativas, las necesidades y preocupaciones de padres de alumnos que terminaban el nivel medio (la secundaria) y los temores y reclamos de los alumnos directamente involucrados hacia las autoridades municipales. Esto permitió diseñar e implementar con permanente evaluación de indicadores una política pública que señalara un quiebre en la construcción de la calidad de ciudadanos que se pretendía.

De hecho, sus objetivos se enmarcaron en ser una política de tinte transversal en el sentido más amplio posible, porque busca(ba) ser el protagonista de atender al presente, de la construcción del futuro y de subsanar aunque mínimamente el bache del pasado. Porque era muy aterrador e impactante ver un gráfico de barra estadística que dijera que 7 de cada 10 alumnos que egresaban iban a seguir estudiando una carrera profesional y se iban a estudiar a otra localidad, porque acá (en San Francisco) no tenían la carrera, porque no les contaban que se podía estudiar y donde muchos iban a tener que insertarse en el mercado de trabajo, sea la forma que fuere pero que les permitiera solventar los costos de formación y subsistencia.

Además, su génesis conceptual Polo Educativo San Francisco obedecía a la construcción de una marca ciudad, que rompiera límites y nombres, que fuera un símbolo articulador con el polo productivo; con la otra pata de una sociedad que no solo produce, sino que lo hace con un saber científico respaldatorio, responsivo de un horizonte amplio. En la misma línea se insertó en la discusión sobre la importancia de las industrias sin humo: las del saber.

Lo cierto es que hoy el Polo Educativo es más que una política pública coyuntural, surgió con, pero no se condicionó. Es un símbolo impregnado en el sanfrancisqueño y una marca registrada en el otro que permite elevar la línea de base, y eso es una decisión de plena justicia, porque una sociedad que se critica es una sociedad que avanza y eso anula cualquier malicioso comentario orientado a hablar del fracaso o de circunscribir la acción estatal de todos a un conjunto de mezquindades oportunistas.

En materia de resultados, la presencia de instituciones educativas públicas y el fortalecimiento de instituciones de gestiones privadas permite ser testigos de la reversión favorable que el 67% de los jóvenes que egresan del nivel medio continúa estudiando en San Francisco. Eso impacta directamente en el crecimiento demográfico, el desarrollo económico y social, la potenciación de una ciudad, impregnado de los valores culturales locales.