Eran los últimos días de julio y a Patricia Paviolo se le vino el mundo abajo. Los dueños del hotel donde trabajaba desde hacía nueve años le informaban que la empresa iba a cerrar sus puertas, golpeados por la crisis económica que los azotó sobrevenida la cuarentena por el coronavirus que los obligó a cerrar sus puertas. Y a dejar de facturar.

Un poco se lo imaginaba. Al frente de la conserjería, con tareas de facturación a cargo, Patricia sabía que los números no cerraban. De todas maneras fue un golpe duro quedarse, de un momento a otro, sin empleo.

“Fue triste. Todo este tiempo es como que venía dándome cuenta que tarde o temprano iba a suceder, porque las cosas no son fáciles para nadie. Y lo tomé con tranquilidad. A pesar de mi tristeza, en ese momento cuando nos informaron que el hotel se cerraba, que íbamos a tratar de hacer un arreglo, yo pensé ‘llegó la hora de hacer lo que hace tantos años me gusta hacer’”, recordó. Y se embarcó en su propia aventura.

Así, mientras el 21 de julio la ciudad conocía que el emblemático hotel Mediterráneo dejaría de recibir a sus huéspedes, Patricia ya se imaginaba atendiendo a sus clientes en su propia lanería.

“Hace desde los 8 años que tejo. Dije ‘cumplí con un ciclo, mi lugar de trabajo se cierra’. Por supuesto que espero que cuando pase todo esto se abra nuevamente y convoquen a nuevas personas, porque hay muchos que necesitan trabajar, eso me gustaría mucho, que se vuelva a abrir. Yo decidí ponerme una lanería”, reveló.

Resurgir

El apoyo de su familia fue fundamental para poder seguir adelante. “Lo tomé con calma al principio y traté de organizarme. Por supuesto, Esteban (su marido) me ayudó muchísimo; su familia y la mía. De a poco lo fui contando. Es un paso diferente pero creo que nada es imposible cuando uno quiere seguir. Tengo 50 años, sí, pero qué voy a hacer, tengo que hacer otra cosa para mantenerme activa y por supuesto para subsistir”, reconoció sobre su emprendimiento.

Si bien en un primer momento analizó abrir la lanería en su casa, finalmente se decidió por hacerlo en un local. “Primeramente pensé ponerlo en casa, pero después dije que no, porque necesito vidriera, un espacio diferente, así que decidí alquilar un local (Juan B. Justo 1324, local 1) . A partir del lunes ya estaría todo listo, inauguraríamos ese día”, contó ilusionada.

Y aclaró: “Yo sé que vienen épocas de mucho trabajo pero voy a poner lo mejor de mí para resurgir”. Y precisamente ese verbo es el que se leerá en la vidriera de su comercio, nombre que eligió para llamarlo.

“Yo quiero resurgir laboralmente en esta época de pandemia que estamos atravesando en el mundo, como para dar una nota de esperanza a pesar de la adversidad”, aseveró.

Sobre el cierre, volvió a reconocer todo lo que recibió durante años y brindó los mejores deseos para sus excompañeros. “Les di algunos informes de dónde se podían anotar. Yo, como ya lo tenía decidido, no me anoté en ninguna parte. Preferí que lo hicieran ellos. Ojalá que consigan nuevamente un puesto de trabajo o hagan lo que decidan que es lo mejor para ellos. También agradezco todo lo compartido diariamente. Yo fui muy feliz en el hotel Mediterráneo y agradezco a la vida tanta oportunidad recibida. También le agradezco a muchos pasajeros  porque a lo largo de mi permanencia en el hotel  fui cosechando muchas amistades y mucho cariño por parte de ellos. Hasta el punto de que cuando pasamos una situación complicada de salud con mi marido, un matrimonio de Córdoba nos abrió la puerta de su casa para ayudarnos, de ser necesario”, subrayó.

Y finalmente se hizo lugar para invitar a conocer el local, que dentro de pocos días será nada más y nada menos que su sueño cumplido. Porque se animó a hacerlo realidad.


Una anécdota en el hotel

Patricia llegó al hotel hace aproximadamente nueve años. “Conozco a Marta Aróstegui, que es la dueña junto con su esposo Alberto Franco; gracias a una amiga se presentó un lugar disponible y me convocaron”, rememoró.

Con ellos –aclara- sólo tiene palabras de gratitud: “Estoy súper agradecida por todo lo que me brindaron”.

Según contó, cada semana vio pasar decenas de personas que se hospedaban en el Mediterráneo, pero hay uno que recuerda de una manera muy especial. “Un día había llovido muchísimo, se había inundado todo y entró una camioneta. Yo pensé que había quedado un pasajero colgado. Resulta que cuando lo vi venir por el pasillo, digo ‘a este hombre lo conozco’. Y cuando llegó me di cuenta de que era Jorge Rojas. Ni siquiera tengo una foto porque a mí no me gusta molestar, yo considero que están cansados de tanto andar. Entonces le digo: ‘¿usted es Jorge Rojas, el cantante?’ Me dijo que sí y me sentí como sorprendida por su presencia. Me dijo que iba para el lado de Paraná y que le estaba escapando a la tormenta. Me quedó solamente el recuerdo porque no quise sacarme fotos”, lamentó.